"SECANUCAS DEL CHIQUI", NUEVO INSULTO NACIONAL

OPINIÓN

Olor a guita negra

Cumple una semana la revuelta popular contra la AFA, que empezó con el torneo retroactivo que le dieron a Central, siguió el domingo con la escena imborrable e histórica del pasillo de espaldas de Estudiantes en Arroyito y terminó, por ahora, con las insólitas sanciones contra los jugadores y el presidente de Estudiantes. En el medio, un episodio norcoreano: los comunicados de los clubes del Ascenso y unos pocos de Primera, casi todos idénticos, rindiendo pleitesía y lealtad absoluta a su emperador, Chiqui Tapia, y agitando conspiraciones sobre motivaciones oscuras. En el medio, también, la hinchada de Lanús entonó las conmovedoras estrofas que empiezan con “Chiqui Tapia botón…”, mientras sus dirigentes y la barrabrava, con una bandera chupamedias, se postraban también ante el poder de la AFA.

Si algo muestran estos episodios es la enorme desconexión entre los dirigentes del fútbol argentino y los hinchas de sus clubes. En todos lados, en las canchas y en las redes, cada comunicado es sometido a un ratio despiadado de insultos y burlas. El argumento democrático de “los clubes son de los socios” ha quedado herido de muerte en estos días, porque se ha visto con toda claridad que las comisiones directivas responden mucho menos a sus hinchas que a lo que les susurren en la AFA.

El Chiqui reacciona como un kirchnerista o un mileísta: redoblando la apuesta, sin reconocer ningún error ni ninguna rebeldía. Sabe que institucionalmente todavía está blindado, por arriba por la FIFA y por abajo por los secanucas que lo mantienen en el cargo. Orgulloso históricamente de ir contra la corriente, de ser poco querido, Estudiantes sigue con la frente alta, sin dar el brazo a torcer y sin que ningún otro club se solidarice (vergüenza) con su situación. Tampoco los colegas de los jugadores, suspendidos y humillados sin razón. El sindicato de futbolistas sí se pronunció: el “Gordo” Marchi, décadas en la poltrona, dijo que sus afiliados estaban equivocados y que el Chiqui, oh el Chiqui, tenía razón. Hermosa solidaridad entre compañeros.


Es tan bestial y acelerada la sucesión de barbaridades a cargo de la AFA en estos días que hay una trama paralela a la que se le presta menos atención. Y hacemos mal.

Se trata de Maximiliano Vallejo, el dueño de Sur Finanzas, una empresa que nació en 2022 en Adrogué con tres empleados y que hoy sponsorea la Liga Profesional de la AFA. Vallejo declara como monotributista categoría T3, con ingresos de hasta $25.000 mensuales. Pero a él no le va nada mal, gordito: entre 2022 y 2025 movió $818.000 millones a través de su billetera virtual. Un detalle: el 31% de los usuarios eran «sujetos no categorizados», el 9% directamente apócrifos. Hubo 32 monotributistas que movieron más de $193.000 millones. Todo pelota.

Vallejo es amigo del Chiqui Tapia, presidente de la AFA. Dijimos que Sur Finanzas es sponsor oficial de la LPF, pero también de Racing, Banfield, Platense y —cómo no— Barracas Central. Y se hizo cargo de algunas otras iniciativas, por ejemplo, le prestó 2.000 millones de pesos a San Lorenzo en la gestión de Marcelo Moretti. En octubre de 2025, justo antes de las elecciones legislativas, Vallejo creó seis empresas en Miami. Esta semana, el Gobierno lo denunció por lavado de dinero y evasión de $3.327 millones en impuesto al cheque.

El caso se conecta con el escándalo de ANDIS, la Agencia Nacional de Discapacidad. Miguel Ángel Calvete, coordinador de pagos en el esquema de corrupción de ANDIS, usaba Sur Finanzas para transferencias sospechosas. Calvete está vinculado a Profarma, droguería que ganaba licitaciones «acotadas» con sobreprecios. Su hija Ornella, que trabajaba en el Ministerio de Economía y renunció cuando estalló todo, le escribía mensajes sobre comprarle «una lambo, una granja» si salía bien un negocio.

Todos estos entramados de corrupción, dinero negro y vínculos con funcionarios desprenden el inconfundible perfume del gran agujero negro de la corrupción del último gobierno kirchnerista. Las SIRA, las cuevas de los amigos, miles de millones de dólares cambiando de manos en esquemas turbios. Algo tan gigante como la causa Cuadernos, Vialidad y otras, las que la tienen a la señora encerrada y con tobillera. Sólo que contra este otro gran esquema de guita negra y joda para todos hasta ahora no hay ni una denuncia formal, nadie que investigue de oficio. Ningún poder del Estado tiene nada que decir. Es, por mucho que todos se hagan los boludos, el inconfundible perfume del massismo.

En su novela Hombre de gris, el Turco Asís creó a Rolando Tadeo, un político caído en desgracia con tanta mala imagen ante la opinión pública que la usaba para conservar una cuota de poder. “Cuidate conmigo, turrito, porque te elogio”, amenazaba. “Me largo a hablar bien de vos y te masacro”.

Algo de eso tiene el expresidente Alberto Fernández, que anda por ahí repartiendo elogios a tontas y a locas. Ayer visitó el programa Se viene, en el canal de streaming de Flavio Azzaro (sí, Flavio Azzaro tiene un canal de streaming: se llama Azz). Dijo que Julio De Vido debería tener arresto domiciliario, desmintió que vaya a ser su abogado, pero cuando lo corrieron un poco reconoció que “yo no voy a defender a un señor que todos vimos tirando bolsos de dinero por el muro de un convento”, en referencia a José López, el segundo de De Vido.

Cuando la mujer de la mesa (Poli Sabaté) trajo el espinoso asunto de la denuncia por violencia de género y su comentario de haber “terminado con el patriarcado”, no sólo negó todo, sino que juró que no había una asimetría de poder entre él y Fabiola. Dijo que el famoso audio de “¿Qué Sandra, la concha de tu madre?” era porque su ex (a la que calificó de “lobista” ) le estaba pidiendo un subsidio para la película de la susodicha Sandra. En suma: él hizo todo bien.

A pesar de que el clima era más bien amigable, Alberto se puso bastante nervioso cuando trajeron a colación el desplante de la Selección después del Mundial. Intentó hacerse el boludo (dijo que ofreció el balcón de la Rosada sin él, pero que el micro no pudo llegar porque había mucha gente), pero Elio Rossi le cortó la gambeta: los muchachos no quisieron. “¡Qué me importa! Es una discusión estúpida. Si yo no gané la copa, la ganaron ellos”, explotó la Cabra.

A pesar del desplante, que muchos atribuyen al Chiqui Tapia, Alberto no patea en el suelo al hoy cuestionado dirigente. Como enseña el personaje de Asís: lo elogia. “Tenía muchas menos expectativas de lo que él podía hacer en la AFA a lo que efectivamente ha hecho. Ha hecho un buen trabajo”, masacró el expresidente.

Revista Seúl




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