EDITORIAL
El sector lácteo argentino se encuentra atravesando uno de sus peores momentos
Por Walter R. Quinteros
Resulta alarmante que en el país de las vacas, o al menos uno entre los diez países más productores de lácteos, el consumo interno se encuentre en franca caída. Se puede aducir que los costos productivos van en aumento, es probable que haya falta de financiamiento en el sector, pero empresas proveedoras a compañías históricas como Sancor, La Suipachense y Verónica por ejemplo, se han visto golpeadas económicamente.
Se puede atribuir esta debacle al derrumbe del consumo, por un lado. Pero existe también que cargan deudas que se volvieron impagables, más los altos costos de producción que afrontan y las faltas de estrategias.
En los últimos años se agravaron los problemas financieros de muchas empresas. Según se puede acceder a la información de los medios especializados, dan cuenta de la falta de crédito, el encarecimiento de la energía y los salarios, a ello hay que sumarle la sobreoferta de leche cruda y precios finales a la baja. Eso conforma un escenario que desangra lentamente a la industria láctea y la deja con muy poco margen de maniobra.
Por caso tenemos que la histórica firma santafesina Lacteos Verónica, viene arrastrando deudas millonarias y un nivel de endeudamiento que no deja de crecer. Según datos del Banco Central, acumula cerca de 3.500 cheques rechazados por falta de fondos, equivalentes a más de $12.600 millones. Aunque la empresa logró reanudar parcialmente su actividad tras un acuerdo con el gremio ATILRA, su producción se encuentra muy por debajo de los niveles normales: en la planta de Clason apenas procesa 20.000 litros de leche cada dos días, un volumen mínimo frente a su capacidad instalada, la falta de insumos y el endeudamiento con proveedores mantienen a la empresa al borde del colapso operativo.
En el caso de la cooperativa SanCor, es la que enfrenta más de 300 pedidos de quiebra y mantiene una deuda superior a $20.000 millones en salarios y aportes sociales impagos. Una medida que la Justicia implementó y hasta parece inédita, es que se invitó a los acreedores a presentar planes de reactivación. Pero pese a sucesivos recortes y más de 370 despidos en los últimos dos años, la situación financiera no mejora.
En La Suipachense, la planta se encuentra prácticamente paralizada. Sus trabajadores llevan más de 60 días de acampe, con salarios impagos desde julio, y la empresa se encuentra al borde del corte de servicios básicos por falta de pago. De hecho, el grupo venezolano Maralac, que estaba en el control de la compañía, busca desprenderse del negocio. Trascendió que la chilena Lácteos Conosur SA sería la interesada en adquirir sus instalaciones. Cabe destacar que en su momento de esplendor, la planta procesaba hasta 250.000 litros diarios; hoy, cayó a cero. En Suipacha, hay profunda preocupación dado que la firma es una de las principales fuentes de empleo local.
Podemos recordar desde las crisis de los tambos donde la cantidad de tambos activos bajó de 30.131 en 1988 a menos de 10.000 en 2024, alcanzando los 9.039 en mayo de 2025, hasta la reciente quiebra definitiva de ARSA (Alimentos Refrigerados S.A.), encargada desde 2019 de producir yogures y postres con la marca SanCor. Su cierre dejó a más de 400 empleados sin respuesta sobre su futuro laboral.
Se puede decir entonces que la combinación de sobreoferta de leche, precios internos en baja y exportaciones limitadas deja al sector en una posición extremadamente frágil. Los valores al consumidor final cayeron entre un 5% y un 10%, reflejando un consumo retraído y la pérdida del poder adquisitivo de la población. Mientras tanto, el "granero del mundo" ve cómo su industria láctea se derrumba, arrastrando décadas de historia y miles de puestos de trabajo.
En el "diagnóstico competitivo" presentado por el Observatorio de la Cadena Láctea Argentina, se identifica una
situación de "estancamiento" como la principal manifestación del desempeño sectorial que se
da en el nivel de la producción primaria, industrial y del comercio exterior.
En el eslabón industrial, se analizaron varios determinantes de la
competitividad, que incluyeron indicadores de productividad y costos, y otros de estructura y
estrategia de las empresas, siempre con una perspectiva de comparación con otros países.
Por el lado del tamaño y de la productividad, es posible advertir que las empresas lácteas
argentinas, tanto en su conjunto como si tomamos el grupo que participa más activamente de la
competencia internacional, son de menor dimensión que sus competidores de otros países.
En particular, este Observartorio analizó la productividad de la mano de obra, y se observó que nuestra industria,
en promedio, se encuentra en clara desventaja frente a otros competidores. Asimismo, hay
indicadores del costo salarial para la industria láctea argentina que se ubican en un nivel mucho
más alto que los países de la región.
Es hora que desde el gobierno y los industriales involucrados se comprometan a trabajar tanto en políticas públicas y estrategias privadas destinadas a la identificación de la problemática y reorientarlas para la mejora del sector. Y eso, es de tratamiento urgente.

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