OTRA VEZ EL MEJOR ESPEJO ARGENTINO

OPINIÓN

La Argentina tiene un problema con las reglas. Con las reglas que se ponen antes de que los juegos comiencen

Por Carlos Mira

La Argentina tiene un problema con las reglas. Con las reglas que se ponen antes de que los juegos comiencen.

No solo lo tiene en el terreno de los juegos: lo tiene en todos los terrenos. Falta poco para que se diga, después de terminar un partido, que al truco ganas con un 4 o, también, que cometiste una infracción de tránsito porque cruzaste con semáforo verde DESPUÉS de haber cruzado.

Está anomalía de la sociología nacional, representada durante 20 años (y en algunos lugares como la provincia de Buenos Aires, hasta hoy) por el kirchnerismo, sigue incrustada en la cumbre del éxito messista: en la AFA.

El pistolero que dirige la entidad del fútbol argentino -secundado por un eficiente matón como Toviggino- acaba de poner en escena su ópera máxima al declarar un campeón que no sabía que había salido campeón hasta que lo llamaron para que pasara a buscar el trofeo por Puerto Madero.

Lo del jueves pasado es como un resumen en pequeño que, una vez más, el fútbol le vuelve a ofrecer al país sobre todo aquello que está mal, sobre todo aquello que no debe hacerse.

Es obvio que a esta altura ya es harto conocida la decisión del taita Tapia de declarar campeón a Rosario Central una vez que el torneo había terminado.

¿Había terminado? Nadie lo sabe. Porque tampoco nadie sabía que había un “torneo” llamado “Liga” compuesto de dos fases que, hasta ahora, no habían superado la denominación de “fase regular”.

Hasta ahora lo que se sabía era que había un campeón del “Apertura”, un campeón del “Calusura” y un supuesto campeón “sintetizador” que surgía de quién ganaba el partido que enfrentaba a los dos campeones en el “Trofeo de Campeones”

El esquema ya había causado problemas cuando el campeón de ambos era el mismo: entonces inventaron un partido entre los segundos para que el ganador jugara con el campeón… Un chino.

Pero al menos todo ese retorcimiento estaba planteado ANTES de que los torneos empezaran.

Ahora no: a Central le dieron una copa que ningún equipo, incluido el “campeón”, sabía que se estaba jugando.

Una ristra interminable de “si hubiera” se abren cuando se da una situación así.

El capanga de la AFA ya había decretado manu militari otras insensateces parecidas (como desarmar en pleno campeonato el esquema de descensos que se había convenido antes de arrancarlo) y también endosado arbitrajes a todas luces escandalosos en favor de determinados equipos y en claro perjuicio de otros.

Pero la enumeración de todos estos desastres no valen solo por los propios desatinos cometidos a nivel deportivo, sino por el valor que tienen como ejemplos de cómo una parte de la Argentina sigue entendiendo la manera en que deben “resolverse” los conflictos, el choque de intereses y las posiciones encontradas.

En efecto, la idea misma de la civilización (por oposición a la barbarie) está basada en la vigencia de un orden consensuado y proactivo (es decir con vigencia hacia adelante y no hacia atrás) que repele la imposición caudillesca de una ocurrencia personal o los privilegios de una casta que haga las normas solo para ella.

Más allá de las entendibles aspiraciones del país de figurar entre los “grandes” (al menos de una parte del país -esa era, claramente, la postura de quienes lo fundaron-) lo cierto es que la Constitución material (es decir la Constitución de hecho que responde a las verdaderas costumbres del país) promueve esas conductas de los taitas que muchos festejan, como se las festejaron a Rosas, a Perón o a los Kirchner… Y a Chiqui Tapia.

Montado a caballo de la impecable gestión de Scaloni al mando de la Selección de Messi, el mandamás encumbrado al sillón de la entonces calle Viamonte por el fútbol de los arrabales, ha impuesto un gobierno que responde a su sola voluntad y a sus exclusivos intereses.

Cuando el rumbo de un torneo no se concilia con ellos, cambia el rumbo del torneo mientras el torneo se está disputando. Cuando se la quiere dar de magnánimo regala copas a los que le caen simpáticos; cuando los dirigentes de un club tienen una extracción política que es contraria a la suya vuelve loco al equipo de ese club con fallos que lo perjudican, con groserías que ven todos pero que nadie se anima a echarle en cara directamente a él. Cuando los clubes, al revés, son aquellos a los que les debe su imperio, ordena que los referís les permitan todo, les legitime ilegalidades y ganen puntos que no deberían ganar.

No conforme con todos estos disparates, el dúo Tapia-Toviggino obligaron a Estudiantes de La Plata a “hacer un pasillo” de honor a Rosario Central en el partido que éste disputó después del “título”. ¿Pero dónde se ha visto esto? ¿Transformar en obligatorio lo que es por definición un acto voluntario como la cortesía? ¿Pero en qué cabeza cabe? Respuesta: en la de los capangas. Y en las de los que aceptan que el mundo se gobierne con capangas, como los que, en política, quieren transformar al hombre en “humanista y solidario” a punta de pistola. Es exactamente lo mismo.

Ahora quieren encontrar “papeles” que prueben que esa “obligación” existía desde antes. Todo indica que esos mamarrachos son falsos.

Tapia es la encarnación misma del absolutismo personal, de todo lo que se opone a la civilización democrática moderna y que, en materia política tiene un correlato completamente simétrico con lo que simboliza el peronismo kirchnerista, al que, por otra parte, Tapia pertenece.

El gran salto de evolución humana nació justamente a partir de que un orden jurídico fruto del consenso de los ciudadanos, con vigencia a partir del acuerdo y no-retroactivo, suplantó un esquema en donde un mandamás (más allá de la alcurnia que lo precediera) imponía de modo totalitario su voluntad.

Esa explicación (fundada en la prueba histórica) es la contundente respuesta que deberían recibir todos los que quieren vestir con un ropaje de “progresía” regímenes autocráticos que postulan la reimposición de la voluntad de un líder por más pátina democrática, “popular” y “moderna” que se le quiera dar a ese arcaísmo.

Resulta verdaderamente paradójico (y un soberbio monumento a la osadía) llamar a esos intentos “progresismo” ¿A quién se le ocurriría vincular con el “progreso”, con el futuro o con el “modernismo” una idea que propone volver a Felipe II o a La Mazorca?

Sin embargo, el hecho de ver la cantidad de estúpidos que fueron convencidos por esa pelotudez, nos hace pensar el escaso desarrollo del cerebro humano y cómo una mentira bien envuelta puede ser impuesta sobre un conjunto de incautos. O de ignorantes.

En estas columnas muchas veces hemos recurrido al fútbol para ilustrar ejemplos de la política o de la sociología argentina.

Lo que ha ocurrido sobre el fin de la semana pasada con Tapia y la AFA es una especie de éxtasis (que compite tranquilamente con el que sentía Kirchner por las cajas fuertes) respecto de esta tendencia argentina a tener problemas con la civilización jurídica.

La sociedad ha votado a un personaje como Kicillof, el enano marxista que dijo que había dos conceptos que odiaba: el “clima de negocios” y el de “la seguridad jurídica”.

O sea, este señor les dice a sus votantes “yo quiero someterlos a un esquema que promueve el desasosiego de no saber a qué atenerse; que un día, por ejemplo, se levanten y se encuentren con la novedad de que yo he decretado que lo que era de ustedes ya no lo es o que, retroactivamente, deben un dinero que no debían…”, o, también, “lo que yo les propongo es una sociedad tan insegura desde el punto de vista legal, que nadie tenga ganas de hacer nada, ni de iniciar ninguna empresa…”. Y sus votantes van y lo votan bajo el argumento de que “eso” es “moderno” y “progresista”.

Tapia hace lo mismo: “lo que yo les propongo para el fútbol argentino es una ‘organización’ en donde todo dependa de mis ocurrencias y partir de la cual yo me cague en todo…” Palabras más palabras menos, como Kirchner.

Hasta que ese corazón antidiluviano no sea desterrado de la cultura argentina -de la política, del fútbol y de todas partes- no habrá “modernización” sustentable de nada: ni laboral, ni impositiva, ni comercial, ni administrativa, ni provisional, ni nada.

Mientras los Tapia, los Kirchner y los Kicillof de la vida sigan siendo puestos en los lugares de decisión por otros argentinos que se sienten cómodos en esa organización servil, la Argentina no saldrá del camino de servidumbre.







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