OPINIÓN
El tema que no parece que vaya a resolverse en forma concreta, es la incertidumbre sobre cómo el mundo responderá a las últimas proyecciones desastrosas para el clima y como suele suceder, la gran restricción es el financiamiento
La Cumbre del Clima realizada en Brasil dio en paralelo oportunidad a otra realizada por la Celac y la Unión Europea. Se trató de la cuarta Cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y la UE (Unión Europea). Tuvo lugar en la ciudad colombiana de Santa Marta, en el contexto de la presencia militar creciente de Estados Unidos tanto en el Caribe, frente a Venezuela, como en el Pacífico, sobre la costa colombiana. La Cumbre emitió un mensaje de defensa de la democracia, la soberanía y el derecho internacional, rechazando a “los nuevos autoritarismos globales”, eufemismo dirigido a Washington.
El presidente de Colombia, Gustavo Petro, enfrentado con Estados Unidos y sancionado por este junto a su familia con el retiro de la visa para entrar al país, llamó a construir “una alianza política entre Europa y América Latina, capaz de frenar la barbarie” y a “levantar una voz común frente al despotismo y la guerra”. Días antes, Petro había denunciado presiones estadounidenses sobre varios países para desalentar la asistencia de sus líderes, luego de que Estados Unidos retirara a Colombia la certificación como aliado en la lucha contra el narcotráfico. Aun con una participación decidida, estuvo el presidente brasileño (Lula), el Jefe de Gobierno español (Sánchez) y el titular del Consejo Europeo (Costa), quienes coincidieron en reforzar la alianza birregional frente a la escalada militar y las tensiones geopolíticas. No estuvo presente la presidente del Parlamento Europeo, la alemana Úrsula von der Leyen, quien habría seguido el consejo de no participar de este encuentro emitido desde Washington.
En la 30° Cumbre del Clima o Conferencia de las Partes (COP 30) que se está realizando en Belem, Brasil, más de ciento noventa países debaten cómo enfrentar las causas y consecuencias del cambio climático. Por primera vez en una década se realiza en América Latina, en plena Amazonia brasileña. Participan países, movimientos sociales, comunidades indígenas, empresas y líderes políticos con más de cincuenta mil acreditados y aproximadamente sesenta jefes de Estado confirmados. Entre ellos están Emmanuel Macron (Francia), Frederick Metz (Alemania) y Keir Starmmer (Gran Bretaña). China envió a su viceprimer ministro, Ding Xueixiang, mientras que Estados Unidos no tiene representación política en esta etapa, aunque sí participará en las negociaciones. El objetivo central de la Cumbre es acordar medidas concretas para enfrentar la crisis climática. El Acuerdo de París firmado en 2015 fijó la meta de no superar los 1,5° de aumento de la temperatura global, pero los avances han sido muy escasos. El eje de la discusión será el financiamiento para reducir emisiones, impulsar medidas de adaptación y promover una transición energética justa. También se busca avanzar en la aplicación de la hoja de ruta Bakú-Belem, que plantea alcanzar una financiación climática global de 1.3 billones de dólares anuales hasta 2035, según lo acordado en la COP 29 de Azerbaiyán. Sin embargo, no parece que esto vaya a cumplirse.
Los objetivos centrales de la ONU en la COP 30 son enviar una señal clara sobre la cooperación climática, acelerar en la economía la Agenda 2030 y conectar la acción climática con la vida real de las personas. El secretario ejecutivo de la ONU para el cambio climático, Simon Stiell, así lo planteó, en forma coincidente con la apertura de la COP 30. Reconoció avances, pero exigió mayor urgencia ante los devastadores impactos climáticos. Sostuvo que “el Acuerdo de París está generando progreso real, pero se debe acelerar su aplicación en el Amazonas”.
Señaló también que los daños climáticos ya están siendo devastadores, como lo muestran el huracán Melissa que está golpeando al Caribe, los “super tifones” que están arrasando Vietnam y Filipinas, y el tornado que azotó el sur de Brasil. Lula jugó un rol importante para que la Cumbre se realizara en Belem, una ciudad del interior de Brasil en la región del Amazonas, poco preparada para este tipo de encuentros. La región está siendo deforestada, sufre la minería ilegal, la contaminación de ríos y la violencia contra sus poblaciones indígenas. El brasileño André Correa do Lago, presidente de la COP 30, dijo: “Podemos decidir cambiar por elección, juntos, o se nos impondrá el cambio por tragedia”.
El tema que no parece que vaya a resolverse en forma concreta, es la incertidumbre sobre cómo el mundo responderá a las últimas proyecciones desastrosas para el clima y como suele suceder, la gran restricción es el financiamiento.
Lula también propuso una “hoja de ruta” para salir progresivamente de las energías fósiles ya adoptada en la COP 28 de Dubai, pero que ha sido frenada en la realidad por los intereses de la industria petrolera. Es que las contradicciones no son fáciles de superar. El propio Brasil impulsa la protección del Amazonia mientras que al mismo tiempo busca convertirse en un país petrolero. Los países desarrollados exigen a los subdesarrollados que realicen más esfuerzos concretos para preservar el medio ambiente, pero no realizan ningún esfuerzo relevante para disminuir el consumo en el mundo desarrollado. El consumo de energía por habitante es mucho más alto en Estados Unidos y Europa que en África y regiones de Asia. Mientras esto no se corrija, es muy difícil que las iniciativas que impulsa la COP tengan resultados concretos.
Más allá de las intenciones, parece difícil que la COP 30 logre acelerar las acciones requeridas para contener el deterioro del medio ambiente.
LOS ANDES
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