OPINIÓN
El ferrocarril murió. Fue un desastre económico para el país del que no se recuperó ni se recuperará jamás

Por Armando Rivera
Los fletes subieron tres veces su valor. Un envío de Mendoza a Buenos Aires era más caro que un despacho de Buenos Aires a Amsterdam. Una caja de vino, por ejemplo, pagaba dos o tres veces su valor. Fue el jubileo del transporte automotor. Es imposible el progreso de un país del tamaño del nuestro y prosperar sin los fletes económicos que brindaba el ferrocarril.
Los que gustan de hablar por hablar cuentan que los “moyanitos” –los camioneros-, les dijeron a Menem: ”Vós pará los ferrocarriles que dicen dan pérdida y nosotros te hacemos un caminito de billetes verdes ¡de los grandes! que llegará hasta…”
En cuestiones de horas, por no decir minutos, de un plumazo más de once mil empleados del ferrocarril quedaron en la calle. Mi padre, un hombre común sin religión política, aventuró ante el atropello, que se venían graves problemas sociales, los sindicatos no se quedaran quietos y levantarán a los obreros y empleados, sería imposible detener la jauría. ¿Fue?
“Ramal que para, ramal que cierra” amenazó Menem y cerró todos. Los conformó con el bla bla... y unos pesos, el auge de quioscos y negocios de venta de golosinas aumentó.
No hubo reacción, sí estupor, bronca contenida, pero nadie pataleó. La franquicia peronista de “Menem lo hizo…” se cumplió sin miramientos. Ni siquiera los poderosos de La Fraternidad se atrevieron a decir algo.
La desorientación fue total, pero lo amargo, eso que no se podía tragar, fue que el peronismo era el autor, el ejecutor de la mega traición…”si decía lo que iba hacer, nadie me votaba”, justificaba el Jefe. Ni pensar que pasaría si la idea era de otra fracción política.
Para el pasajero el ferrocarril era “su” transporte, por la comodidad y servicios. Además, tenía una oferta de cuatro trenes semanales; y de distinto confort, El Libertador, El Aconcagua, El Zonda y El Cuyano. Ninguno viajaba vacío.
El ferrocarril murió. Fue un desastre económico para el país del que no se recuperó ni se recuperará jamás. Los fletes subieron tres veces su valor. Un envío de Mendoza a Buenos Aires era más caro que un despacho de Buenos Aires a Amsterdam. Una caja de vino, por ejemplo, pagaba dos o tres veces su valor. Fue el jubileo del transporte automotor.
Si era un proyecto a futuro consensuado debía tener su tiempo de desarrollo, que no sería menor a por lo menos cuatro años, para darle tiempo de construir nuevas y modernas carreteras de cuatro o seis vías que con más seguridad acortarían distancias. Pero no fue un “plan quinquenal”.
Es imposible el progreso de un país del tamaño del nuestro y prosperar sin los fletes económicos que brindaba el ferrocarril.
Mientras los intereses negativos organizaban el asalto, el ferrocarril ya planificaba su futuro. El proyecto era la modernización completa, un tendido distinto con material ferroviario nuevo: con un ramal especial para el servicio de pasajeros que acortaría entre cinco a seis horas el arribo a la Capital Federal .Era, me contaba un inspector, “una manera de competir con el avión”. Pero… aparecieron los grandes intereses, esos que “haciendo las cosas bien” paralizan el país, evitando el progreso y borraron el tren.
En Estados Unidos 20 mil millones de toneladas se mueven anualmente por ferrocarril, no se puede poner en tela de juicio la efectividad del transporte por carreteras en ese país.
Decía un viejo ferroviario gerente de cargas: “Hace falta de diez a quince camiones para compensar un tren, sume el costo de logística de esos camiones y compare, calculando los efectos sobre la economía”.
LOS ANDES
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