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Después de casi diez años, el productor de eventos y comunicador de Capilla del Monte, Ariel Luna, fue condenado a prisión por ejercer violencia sexual hacia una adolescente de 17 años en el 2016

Por María Eugenia Marengo
Hoy esa joven tiene 27 años. Cuenta su historia, la explica con la certeza que tuvo desde ese primer momento en que sintió que algo no estaba bien, después de aquella noche donde iba a trabajar de promotora en un boliche de Salsacate, en febrero de 2016. Un trabajo que le había encargado Ariel Luna, con quien había viajado desde Capilla del Monte, hasta el lugar de la fiesta. Una madrugada de calor, una noche más de verano, un mundo que se desvaneció luego de tomar un trago y enterarse ahí mismo que el evento se suspendía.
–Qué me pasó, que de un momento a otro, se me apagó la tele –dice y recuerda despertarse en un hotel -en Cura Brochero- donde también estaba Luna.
El viernes 26 de septiembre, la Cámara del Crimen de Villa Dolores, resolvió la condena de ocho años de prisión efectiva para Ariel Marcelo Luna, de 52 años, por el delito de abuso sexual con acceso carnal en perjuicio de una joven de 17 años. El Vocal de Cámara Titular, Santiago Camogli, decidió además: “disponer la inmediata detención del nombrado, bajo la modalidad de prisión preventiva (…) y su alojamiento en el Establecimiento Penitenciario Local a disposición de este Tribunal.”
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La mañana del 29 de febrero 2016, la joven salió del hotel con una falsa tranquilidad. Le siguió el juego a su agresor, porque necesitaba llegar hasta su casa y no tenía celular. Durante casi tres horas de viaje, Ariel Luna le insistía en que había tomado de más. Ese día, iba a reemplazar a su hermana mayor en el boliche y sus padres le habían dado permiso porque además Luna era conocido de la familia. Recuerda que salieron alrededor de las 12:30 de la noche, e hicieron al menos tres paradas previas antes de llegar al lugar de la fiesta. Pero cuando llegaron estaba sólo la cantante, Anahí Leiva, la policía y los DJs.
– No había nadie. Me dice que se suspendió porque en la zona había una fiesta de la espuma –cuenta, mientras repasa, como lo habrá hecho tantas veces, ese momento en que se va al baño y le deja un vaso con bebida a Luna.
Eran alrededor de las cuatro de la mañana cuando subieron al auto para regresar y de un segundo para el otro, el tiempo quedó suspendido entre esa salida y la mañana siguiente.
– No me acuerdo de nada. ¿En qué momento pierdo la memoria de esa forma?, me parecía rarísimo –dice hoy, como si la oscuridad de esa noche se le hubiese quedado en el cuerpo al despertarse: – al perder la memoria, me hacía dudar de mí misma.
La denuncia
Cuando llegaron a Capilla del Monte eran alrededor de las tres de la tarde de un día de verano. Quizás las chicharras todavía vibraban en la corteza de los árboles. Quizás no. El calor que parece ralentizar el tiempo, envolvía la sensación de una aparente libertad, esa de la que ya no se podía huir.
“Pasé una noche de mierda” –recuerda que le dijo a su mamá. Y ahí nomás se fueron a hacer la denuncia a la Comisaría de Capilla. Al año siguiente, viajó a la casa de la abuela en Buenos Aires, donde estuvo unos ocho meses.
La impunidad tiene un lenguaje fáctico: la víctima se va. El victimario paga una fianza y retoma su vida.
La impunidad ocupa un espacio en la ausencia de responsabilidad de quien comete un delito.
La impunidad habla en la radio, presenta eventos en la región, y hasta es el vocero durante la desaparición y el femicidio de Cecilia Gisela Basaldúa ocurrido en Capilla del Monte, en el año 2020.
“Una persona que ha gozado de mucha protección y en la causa de Cecilia ha tratado de desviar la investigación y nunca ha sido citado por la justicia”, agrega a este prontuario la abogada de la familia Basaldúa, Daniela Pavón. “Las víctimas han silenciado y transcurrido con mucho miedo. En algunos casos han sido causas que ni siquiera se han instruido ni investigado”.
La impunidad tuvo casi diez años de ventaja. Una década para obtener algo de reparación y verdad.
– Dejé baile para no cruzarlo –dice. El simple hecho de ver su auto estacionado la perturbaba. – Siempre que lo vi, nunca pude reaccionar a nada.
El juicio
La investigación comenzó en la Fiscalía de Instrucción de Cosquín, pero luego -por el lugar del hecho-, la causa pasó a Villa Cura Brochero. En ese proceso largo, hubo demoras de la propia burocracia judicial y también por planteos de la defensa de Luna.
Finalmente, el 22 de agosto de este año comenzó el juicio en Villa Dolores.
“Uno de los principales factores de tanta demora fue la actividad impugnativa del imputado ante las resoluciones que se fueron dictando, como el requerimiento de citación a juicio de la fiscalía de instrucción de Villa Cura Brochero, también la resolución del Juez de Control que rechazó la oposición, como el rechazo del recurso de apelación resuelto por la Cámara de Acusación de Cruz del Eje”, explica el abogado Joaquín Contrera, de la Defensoría Pública de Villa Cura Brochero, quien representó a la joven a partir de febrero del 2024.
Durante la primera audiencia el fiscal de Cámara, Sergio Cuello, se le acercó a ella y le dijo que le debían una disculpa por parte del sistema judicial, que no tuvo por qué haber tardado tanto.
A lo largo de las tres audiencias declararon familiares y testigos que los vieron en inmediaciones al lugar del hecho, “que incluso pudieron certificar que la víctima se encontraba en un estado que le impedía poder consentir cualquier tipo de acto sexual”, asegura Contrera.
El recepcionista del hotel de Cura Brocehro, dijo en su declaración que le había resultado rara la situación y describió que la joven ni siquiera sabía dónde estaba, mientras le preguntaba a Luna hacia dónde la llevaba. También dijo que se lo veía nervioso y reparó en la situación donde una adolescente estaba con un hombre mucho mayor que ella y no le pareció que simplemente estuviera ebria.
En la declaración, Ariel Luna reconoció que hubo una relación sexual, aunque adujo que fue consentida. “Sin embargo, su postura defensiva se dio de bruces con la contundente prueba que fue rendida en el proceso”, explica el abogado Joaquín Contreras. Además de los testimonios, las pruebas genéticas y las pericias psicológicas fueron clave.
En una de las audiencias, una testigo que se encuentra fuera de la Argentina, declaró a través de una videollamada y dio cuenta de haber sufrido una situación similar, de la que pudo escapar. El mecanismo es más o menos parecido: la citó en un comercio para que le dejara su curriculum, pero a último momento le indicó que vaya a su casa, donde Luna la estaba esperando sin ropa detrás de la puerta.
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El 26 de septiembre fue uno de esos días en que la bronca no le ganó a la resignación. Durante casi diez años la paciencia de una víctima se convirtió -a la vez- en una forma de lucha. Tres audiencias donde las palabras recrearon algo de ese pasado que no se puede nombrar hasta que se afirma.
– Yo quise escuchar, a pesar de que sabía que me iba a afectar todo lo que dijera. Quería tenerlo de frente, demostrarle que no era como él decía que fueron las cosas –dice ahora su denunciante, con la posibilidad de poder expresar que a ella no la pudo convencer, como quizás lo hizo con tantas otras chicas.
El día del veredicto, Ariel Marcelo Luna estaba tranquilo. Estuvo presente en las tres audiencias y nunca dejó de mirarla. Ese último día, volvió a negar los hechos y dijo que afuera una familia lo esperaba. El Juez Santiago Camogli preguntó en la sala si había personal masculino, dijo tomarse un receso de 20 minutos, pero que Luna no podía salir y pidió que ingresara el personal policial.
Eran alrededor de las 13:30 cuando se dio comienzo a la lectura del veredicto. Quizás la mirada del victimario por primera vez quedó suspendida, como flotando en el banquillo de los acusados:
– Declarar a Ariel Marcelo Luna, (…) penalmente responsable de los delitos de Abuso Sexual con acceso carnal y en consecuencia imponerle para su tratamiento penitenciario la pena de ocho años de prisión.
El Fiscal había pedido 7 años, el abogado 9, el Juez resolvió en 8.
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Esta joven logró enfrentar a su agresor donde ella quiso y cree que debe ser: la justicia. Confirmar desde ese lugar la verdad: “siempre estuve segura de lo que había pasado. Me acuerdo que pensaba que si me quedaba con esto adentro, me iba a hacer muy mal.”
Después de la sentencia, se comunicaron algunas chicas mediante redes contando que habían vivido situaciones similares con Luna.
–Sentir un poco de justicia, es en parte un alivio. El juicio me ayudó a cerrar. Fuera como fuera el veredicto, era una etapa que tenía que cerrar –reafirma y reconoce el incansable apoyo de su familia.
–Valió la pena –continúa y piensa en sus 9 hermanos y hermanas, su mamá y su papá. –En un punto sabían que era lo que yo esperaba.
Ante la impunidad que rodea a estos casos, esta condena marca un precedente significativo en la región. Contribuye a recuperar la confianza y la sensación de seguridad, alentando a que otras mujeres puedan hablar. Es su deseo que esa voz valiente, acompañe la voluntad de quebrar el silencio que aún atraviesa a tantas causas de violencia sexual.
Los fundamentos de la sentencia serán leídos a las 12 del mediodía del día 20 de octubre de este año.
CDM Noticias
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