OPINIÓN
Periodistas y escritores que ocupan el podio de mis favoritos
Por Walter R. Quinteros
Publiqué, hará unos tres o cuatro años atrás un editorial donde señalaba que me gusta más leer que escribir. Pero entre una cosa y otra estoy escribiendo 5.000 palabras por semana. Y no sé exactamente para quién escribo, el contador de visitas al blog se mueve, suma y suma, hasta aparecen países que deben poner el traductor para saber de qué se trata, a menos que sean compatriotas desparramados por el mundo y husmean los blogs de noticias buscando opiniones, o por curiosos nomás.
Pero hoy quiero rendirles un homenaje a tres escritores que admiro hasta el hartazgo, que pasaron por el periodismo y ocupan el podio de mis favoritos.
Puesto número tres: Entrevistada por Jorge Fernández Díaz en Radio Mitre, Isabel Allende, la escritora en español más leída del mundo, decía que le ha faltado escribir una novela erótica, que no lo hizo porque su madre estaba viva y que cuando ella murió, a los noventa y ocho años, a ella "ya no le quedaban hormonas como para hacer una novela de ese tipo". Isabel Allende acaba de cumplir 83 años.
Hago aquí una pausa, quiero reflexionar sobre algo: ¿Hay prejuicios literarios? ¿Por qué no escucho relatos relacionados sobre algunas fantasías sexuales, o romántica con erotismo y esas cosas? Isabel Allende dice que era porque su madre estaba viva, pero sucede que en los Cafés Literarios, el público lector y el oyente, de una banda etaria que va desde lo 40 a 80 años. ¿Qué los puede asustar? La gente grande, no puede esconderse para leer el final de Eva Luna, donde encontramos esta descripción que atañe a la relación entre los protagonistas: "
Y después nos amamos simplemente por un tiempo prudencial, hasta que el amor se fue desgastando y se deshizo en hilachas". ¿Cómo pueden hacerse los distraídos?
Bueno, sigo con Isabel Allende porque habló del periodismo, dijo que es una profesión que es muy estresante pero fantástica, ya que todo lo que aprendió en el periodismo le sirvió para la literatura: Cómo armar la noticia para atraer al lector en la primera frase. Todas esas cosas que son fundamentales en el periodismo y que ella aplicaba en la literatura. Pero lo más importante de todo, era trabajar contra reloj. O sea, hacer apuradamente lo que tenía que hacer. "Sin ese empuje, no habría podido escribir los treinta libros que he escrito". Le contestó al periodista Fernández Díaz, que tambiés es escritor.
Pongan "me gusta" a Isabel Allende, aunque sea.
Otro ídolo, que ocupa el segundo puesto en el podio de mi biblioteca es Mario Vargas Llosa, que trabajó 71 años como periodista. La historia comienza en 1952, en Lima, Perú, donde el diario "La Crónica", no era tan visible ni respetado como "La Prensa" o "El Comercio", pero empieza a tener muchos lectores que buscaban las noticias policiales. Para esa sección él trabajaba con apenas 16 años, de porte elegante, subía las escaleras saludando a todo el mundo, sonriendo mucho y siempre, y además le encantaba trabajar ahí. Porque al joven Mario Vargas Llosa, le fascinaba el periodismo.
Como escritor, y en su tercera novela "Conversación en la Catedral", la comienza en modo periodista: ¿En qué momento se había jodido el Perú? Vargas Llosa siempre dijo que para él era más fácil decir cómo había influido el periodista al novelista y no al revés. Por eso es necesario reconocer la magnitud del Vargas Llosa periodista, el que siempre, buscó la forma de atrapar al lector. Con la crónica política aprendió a diseccionar la realidad y nunca dejaría de hacerlo, nunca prescindió de esa mirada crítica, durísima de la sociedad que vivía. Y que curiosamente, lo llevó a destacarse como comentarista deportivo del Mundial 82.
En el 2023, Mario Vargas Llosa anunció que dejaba el periodismo y escribió su última "Piedra de toque". En ella mandaba un mensaje a los periodistas del presente y del futuro: "Mi consejo, decía ante los periodistas jóvenes, es decir siempre la verdad, aunque ella sea difícil de asimilar y describir, en función de la realidad. Aunque a menudo esto resulta arduo, siempre hay maneras de acercarse a ella. Y creo que si el periodista renuncia a su obligación de decir la verdad, será la fuente de la que derivan todos los males de la prensa, desde el pequeño disfuerzo hasta el maremoto que puede provocar la mentira. El periodista de talento busca la verdad como una espada que se abre paso por doquier. Decir mentiras, manipular, es fácil, pero tarde o temprano queda en evidencia. El que dice la verdad y la defiende presta un servicio a sus lectores y a su tiempo".
Pongan "me gusta" a Mario Vargas Llosa, aunque sea, asomen la nariz a otra cosa.
Primer lugar en mi biblioteca desparramada entre amigos olvidadizos: Gabriel García Márquez comentaba que gran parte de su gloria literaria —incluyendo el Premio Nobel—, se la debía al periodismo. Decía que en sus libros usaba un "método de investigación y de manejo de la información y los hechos propio de un periodista". Ese método, García Márquez lo aprendió en las redacciones que fue transitando a lo largo de su vida.
Otra vez hago un alto, pero es para señalar que aquí, donde vivo, le ponen "me gusta" a alguien que dice ser periodista. Este señor, en un programa vespertino en radio y hace unos años atrás, se quejaba de un intendente por tantas "fiestitas" habidas y nada de obras. Claro, era de otro palo político. Al actual intendente lo felicita, lo llama de "querido" y lo llena de alabanzas destacando y exaltando sus "fiestitas", pero seguimos con cero obras.
Bueno, vuelvo al Gabo, que nos dijo a todos que el periodismo, era "el mejor oficio del mundo", y en su libro de memorias "Vivir para contarla", señala: "Mis padres durmieron tranquilos desde que les hice saber que en el periódico ganaba bastante para sobrevivir: no era cierto. El sueldo mensual de aprendiz no me alcanzaba para una semana".
García Márquez reescribía o hacía comentarios sobre despachos de agencias internacionales, notas de lecturas, música o cine, crónicas sobre amigos, discursos de coronación de reinas de carnaval, poemas en prosa, reflexiones sobre la falta de tema y numerosos relatos breves de ficción. Algunos de los temas recurrentes fueron el suicidio, la muerte y la música popular. "Usted camina tranquilamente por la calle, cuando, a la vuelta de una esquina, se siente inmortal, vivo para siempre. Tal vez la persona que estaba soñando con usted se ha quedado muerta antes de despertar y lo ha dejado a usted sin nadie que lo sueñe; incondicionalmente vivo". Otra: "A alguien se le ocurrió leer una novela policial al revés, de la última página a la primera, y averiguó quién fue el asesino que descubrió a la víctima que había asesinado a un detective". En 1954 se incorporó a El Espectador de Bogotá y, al año siguiente, alcanzó el éxito periodístico con un reportaje de catorce entregas sobre un marino que, tras sufrir un naufragio, sobrevivió diez días en altamar. En 1970, la historia se publicó en forma de libro con el título de Relato de un náufrago.
"Para ser periodista hace falta una base cultural importante, mucha práctica y también mucha ética", decía Gabo. Con esa idea y por las inquietudes que tenía sobre la ética profesional, la rigurosidad y la calidad narrativa del oficio periodístico en Iberoamérica, crea en 1994 la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). Según cuenta la página de la FNPI, "Gabo ideó los talleres de la FNPI inspirado en las tertulias informales de las antiguas salas de redacción, que a su juicio eran la mejor escuela de periodismo posible". El propósito era facilitar el intercambio de experiencias entre los maestros del oficio y los periodistas que buscan la excelencia de la profesión.
Pongan "me gusta" a Gabriel García Márquez, aunque sea, asomen la nariz a otra cosa, y salgan de la caja oscura donde viven.
Esto me recuerda a mi primera crónica, la escribí para un diario en barrio San Vicente, la titulé Johny, de la calle Rincón, al fondo. "Johnatan F. fue finalmente detenido bajo el cielo del mes de agosto, cerca del rio Suquía. Cuando levantó la vista y alzó las manos, alcanzó a ver algunas borrosas imágenes del barrio San Vicente. Le temblaban las piernas sudorosas cuando agachó la cabeza para entrar al patrullero y en todo el trayecto solo observó el logotipo de la marca del vehículo policial impreso en la alfombra de goma que cubría el piso.
Después, cuando era juzgado en la Sala, a pocos metros del salón de los pasos perdidos, el Tribunal le recordaba sus antecedentes delictivos que desde temprana edad había cometido y por los cuales, la policía de la provincia, lo procuró intensamente durante varios años.
Mientras duró el proceso, Johny no levantó la vista del suelo, como buscando en los mosaicos de granito, una figura para tatuarse en el cuerpo. Sentía sí, la presión de las manos de los policías en su brazos esposados y al final, solo atinó en el desorden que se produce al escuchar la sentencia, a buscar de reojo entre la concurrencia, la presencia de algún familiar, algún vecino, algún viejo amigo".
¿Les cuento algo? Deben haber pasado más de quince años desde que mataron a Johny, fueron tres certeros disparos en su espalda, mientras esperaba que su madre le abriera la puerta.
Pero no, a esto no le van a poner "me gusta" porque yo no soy de ningún "palo político" de los que elogian o exaltan con entusiasmo por aquí.
Esta nota fue escrita para aquellos que nunca ponen "me gusta".

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