OPINIÓN
Scott Bessent, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, se ha convertido a la distancia en un engranaje clave de la maquinaria libertaria que lidera en la Argentina Javier Milei
Por
Eduardo Van der Kooy

Por empezar, es quien sigue día a día la evolución de la crisis de nuestro país. Donald Trump se ocupa de una agenda internacional de otra dimensión. Interviene en el mercado local para evitar la disparada del dólar que aun así sigue exhibiendo volatilidad. A punto tal que el titular del Banco Central, Santiago Bausili, calificó la situación de “muy extrema” por la incesante demanda de la moneda estadounidense.
Bessent desdobla su papel. A la atención que dedica a los mercados le añade una sintonía fina, que no demostró el líder republicano, para hablar de política argentina. El funcionario está recibiendo informes pormenorizados. Fue quirúrgico cuando explicó la relación entre el apoyo financiero que brinda el Tesoro y los resultados electorales del domingo que viene. Primero dijo que el respaldo se mantendrá “porque lo que importa es la continuidad de las políticas y no el desenlace de una elección”. Luego destacó que el Gobierno “saldrá fortalecido en el Congreso” donde deberán pasar las reformas que demandan el Tesoro y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Ninguno de esos conceptos brotó por casualidad. Luis Caputo, el ministro de Economía, dijo con exactitud en el coloquio empresario de IDEA lo mismo que Bessent. El complemento corrió por cuenta de Milei durante una entrevista por televisión. Con un añadido que podría trasuntar cierto estado de ánimo oficial: “Estamos recortando las diferencias”, afirmó. Admisión que los libertarios estarían corriendo la elección desde atrás. Diego Santilli, el primer candidato a diputado en Buenos Aires, resultó más directo al hablar del principal distrito electoral: “Tenemos que descontar los dos dígitos de diferencia”, dijo. Refirió a los 13 puntos de ventaja que el kirchnerismo le arrancó a los libertarios en la fatídica elección del 7 de septiembre. ¿Por qué razón fatídica?. Resultó un punto de inflexión sobre la fortaleza y las expectativas que el Presidente sabía en apariencia sembrar en la sociedad. Quedó revelada la imagen de un mal humor social superior al que era imaginado.
Milei parece llegar a este examen crucial en su peor momento. Con la combinación de dos déficits: político y financiero. Este último intenta ser disimulado por Bessent y la intervención del Tesoro. El empeño del funcionario estadounidense con la Argentina resulta llamativo. Se calcula que inyectó en el mercado casi US$ 600 millones. Puede entenderse la necesidad geopolítica de Trump de proteger a Milei como aliado en su guerra comercial contra China. No habría que pasar por alto el acercamiento que el líder republicano inició con el mandatario de Brasil, Lula Da Silva.
Bessent, tal vez, nunca sospechó la voracidad de los argentinos con el dólar. Pero no se repliega. Despierta infinidad de interrogantes. ¿Qué hace el Tesoro con los pesos de nuestro país?¿Hasta cuándo estaría dispuesto a acumularlos? ¿Existiría doble intención detrás de su maniobra? Los demócratas critican, aunque están desorientados. El Premio Nobel, Paul Krugman, acusa al funcionario de intentar favorecer a fondos de inversión de sus amigos que poseen intereses aquí.
El capital político de Milei estuvo casi dos años apuntalado sólo por la opinión pública sin la construcción, por descreimiento, de alguna plataforma complementaria. El Presidente confió en exceso en su autoridad personalista para enderezar el rumbo y concretar los cambios prometidos.
El auxilio estadounidense puede convertirse en un arma de doble filo. Transmitiría alguna tranquilidad en la coyuntura, aunque no podría consolidarse en garante del futuro. Impactaría en el núcleo duro de votantes y quizás en alguna porción del llamado voto blando. Dejaría al desnudo otras cosas. El fracaso del modelo macro económico que está recibiendo el segundo salvataje en seis meses. El anterior fue la asistencia del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pondría en tela de juicio dos axiomas fundacionales de la administración libertaria. El equilibrio fiscal y la baja de la inflación son, sin discusión, esenciales. No alcanzan, sin embargo, para resolverlo todo.
La baja inflacionaria resulta la carta de oro que Milei exhibe ante la sociedad para las elecciones. El descenso en un año y medio fue muy brusco con inocultable onda expansiva sobre la actividad productiva. La capacidad instalada de la industria en agosto llegó al 59,4%. Apenas por encima de los registros de la pandemia con el gobierno de Alberto Fernández. Son datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec).
El Presidente repite que cumplió con el principal mandato surgido de las urnas en su arrasador triunfo del balotaje. Tendría razón. Tal vez no mensuró los daños colaterales que provocaría al perseguirlo de manera acelerada. En la demanda popular también pudo haber existido una dosis de magia que Milei, a lo mejor, debió haber administrado de otra forma.
Ninguno de los países azotados por la inflación a finales del siglo pasado edificó milagros. A Israel le insumió más de cinco años superar a mediados de los 80 el 500% anual para depositarlo en 20%. Ese proceso se extendió hasta la actualidad donde el alza de precios en un año oscila entre 1% y 2%. El mismo tiempo le llevó a México dejar atrás el 160% anual de inflación que tenía en 1987 y estacionarlo en un promedio del 2%. Colombia transitó casi una década en los 90 para descender del 35% al 4% anual. Chile inició el camino de la desinflación al final del pinochetismo. Fue consolidado por los gobiernos democráticos que en 4 años pasaron del 30% anual al 12%. La tarea nunca se detuvo: en septiembre pasado registró un 4.4% anualizado.
Esos procesos contaron además con un denominador común. La existencia de consensos políticos, al menos iniciales, para el combate contra la inflación. Se trata de un capital que Milei nunca acumuló. Al contrario, durante la mayor parte de este año y medio descalificó a los opositores y descreyó –salvo alguna excepción—de la importancia de un vínculo estable con los gobernadores. Sobresale esa carencia cuando Washington y el FMI le reclaman acuerdos. No sólo para reformas futuras que consideran imprescindibles. También, para que la ayuda financiera brindada no resulte vana.
Contemplando ese panorama es muy fácil descubrir la debilidad estructural de la Argentina. No puede valerse por sus propios medios para administrar las finanzas. Tampoco para hilvanar alguna trama política. Hizo falta la presencia de un lobista del gobierno de Trump (el ex demócrata Barry Bennet) para que se congregaran algunas figuras de la oposición colaboracionista con Santiago Caputo, el joven estratega de la comunicación. Es solo la punta de algo incipiente.
Depende mucho, por supuesto, de lo que ocurra en las urnas el próximo domingo. Aunque los posibles interlocutores pondrían desde ahora algunas condiciones. Que Milei ordene su esquema de poder. Que reformule también el actual Gabinete y lo convierta en fiable. Son conjeturas que se transforman en interpelaciones ni bien se repara en un nombre. El de Karina, la hermanísima, secretaria general. No alcanzaría con que el Presidente comprenda la necesidad de un cambio. Debe extenderse también a El Jefe.
Los más optimistas recogen un indicio favorable en torno a la mujer. Karina fue durante mucho tiempo un obstáculo para el acercamiento y la posibilidad de una alianza entre Mauricio Macri y La Libertad Avanza. Estuvo más de dos horas presente, aunque en silencio, en la segunda reunión que Milei mantuvo en Olivos con el ingeniero. Todo devino de la derrota se septiembre. Quizá Karina comprenda la urgencia más de lo que deja aparentar. Luego de la caída en Buenos Aires ocultó tras una cortina de humo a quien había sido su gran descubrimiento, Sebastián Pareja. El articulador de las listas libertarias.
¿Estará de acuerdo Karina con la incorporación de Caputo junior al Gabinete, como anticipó Milei? Hubo entre aquellos desde diciembre de 2023 una interna incesante. Aseguran que el apremio los indujo a juntarse a solas, en dos ocasiones, en los últimos 10 días. El saldo habría sido bueno. ¿El arribo del asesor implicaría la salida del jefe de Gabinete, Guillermo Francos? No estaría en el ánimo presidencial. La carpeta del Presidente consideraría, al menos, cinco cambios. Computando las salidas de Patricia Bullrich, en Seguridad, y Luis Petri, en Defensa, ambos candidatos con seguridad ganadores.
Hace un tiempo que Caputo junior decidió salir de la clandestinidad. Abrió una cuenta de X a su nombre. Se fotografió con el lobista Bennet y con más de un gobernador. Mantuvo el primer espadeo público con Macri. El ingeniero, como Bessent, sostuvo que más allá de los resultados se requerirá a futuro de una amplia coalición de gobierno para progresar con reformas. Subrayó incluso que resultaría insuficiente sólo con el PRO. Los libertarios suponen que el ex presidente posee postulantes para ocupar cargos ministeriales.
Caputo junior le contestó amablemente y compartió la idea de ampliar la comarca libertaria. Aunque en un escenario distinto. Hizo hincapié en la utilidad de articular todos los acuerdos en el Congreso. No en abrir el Gabinete perentoriamente a otras fuerzas políticas.
Milei y sus laderos principales aplazarán unos días aquellos planes y aquellas diferencias para tratar de ordenar el mapa electoral. Advierten un horizonte complejo en el cual estarían ganando solo dos de los distritos grandes. Cambiarán una excursión a Córdoba por otra a Rosario. Ven mejores posibilidades en Santa Fe. Podrían añadir otras cuatro victorias en distritos menores. No sobra el optimismo. Ya no imaginan a la Argentina pintada de violeta.
Clarín
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