OPINIÓN
Como en el clásico Fuerte Apache de John Ford, el gobierno de Javier Milei enfrentó esta semana su propio asedio: el dólar al borde del colapso y las reservas del Banco Central exhaustas, la intervención del Tesoro de Estados Unidos —con Scott Bessent al frente— irrumpió como la tropa salvadora del mundo financiero

Por Carlos Burgueño
Fuerte Apache es un clásico del género Western. Dirigida por John Ford en 1948, tiene un final épico que quedo en la memoria colectiva como el inicio de la leyenda de la llegada del “Séptimo de Callería”. Esto es, cuando al final, los militares defensores de la oficialidad y la presencia del orden público llegan un último segundo antes del colapso, para salvar la institucionalidad. En el caso del film en cuestión, y cuando el fuerte está a punto de caer en manos de los apaches liderados por el cacique Cochise, a fuerza de voluntad y arrojo, hay un contraataque del Kirby York (un extraordinario John Wayne) quien repele el ataque, y con un puñado de hombres rescata a unos niños secuestrados por los indios, entre ellos su propio hijo Jeff York. Lo hace cruzando ilegalmente la frontera de México, atacando a los apaches. Pero estos son demasiados y las tropas del estado están a punto de sucumbir. Sin embargo, y en el último aliento, aparecen milagrosamente más tropas. Son las del Séptimo Regimiento de Caballería, quienes salvan a York a las tropas y logran rescatar a los niños, quienes regresarán a casa sanos y salvos. Quedó para siempre en la memoria ese final sorpresivo, emocionante, épico y de demostración de heroísmo; que luego pasó a la cultura norteamericana y mundial como el mito de la aparición casi milagrosa de un redentor que salva una situación de justicia en la última instancia. Y modifica así la historia, a favor del héroe.
Sin embargo, si se analiza bien ese final y la historia real del Septimo de Caballería, se llegan a otras conclusiones. Primero, en realidad la película no termina con una victoria heroica, sino con una reflexión sobre el orgullo militar, el sacrificio y la manipulación de la historia. La llegada de Cochise al Fuerte Apache, fue provocada por un grave error del teniente coronel Owen Thursday (el también extraordinario Henry Fonda), quién obsesionado con la gloria, ignora los consejos del capitán Kirby York y conduce a sus tropas a una emboscada; que le permite a Cochise tomar el fuerte, a los niños de rehen y a estar punto de hacer sucumbir la presencia de los hombres blancos en aquella frontera del lejano oeste. En definitiva, y más allá del mito, lo que muestra Fuerte Apache en aquel extraordinario final, es que hubo errores graves de arrogancia por parte de la conducción militar de las tropas de la frontera, que casi se pierde la posición frente a los apaches y que sólo con una ayuda extraordinaria al final. Y que ante un final inevitablemente negativo, sólo se puede dar vuelta la situación con una inconmensurable y sorpresiva ayuda externa lo suficientemente grande como para hacer retrocedes a quienes parece que ganarán el combate.
Las acciones financieras y cambiarias del jueves de la semana que terminó remiten a ese final épico y lleno de simbolismos. La política cambiaria del gobierno de Javier Milei estaba inexorablemente a punto de sucumbir. La batalla por la contención del dólar por debajo de la banda simbólica máxima de los 1.482 pesos que indicaban las negociaciones de abril con el Fondo Monetario Internacional (FMI) iban derecho a su caída final, como los militares guerreros del Fuerte Apache. Se había llegado a esta conclusión porque el Presidente Javier Milei y su ministro de Economía Luis “Toto” Caputo no había escuchado a tiempo los consejos del FMI y de casi toda la profesionalidad de analistas y consejeros locales (los Mandriles), que le indicaban, aconsejaban y, finalmente, rogagan, que se debía haber comprado dólares durante el período marzo-julio, para reforzar las muy caídas reservas del Banco Central. Así como Thursday no escuchó los consejos de York, los responsables de la política cambiaria argentina no atendieron a Los Mandriles, incumpliendo incluso las metas pactadas con el propio organismo financiero que le indicaban que se debían incrementar los dólares depositados en la entidad que maneja Santiago Bausilli en no menos de U$S 5,000 millones. A lo capitán Owen Thursday, el tándem Milei- Caputo desoyeron todos los consejos de ahorrar divisas para los tiempos duros que se vendrían entre julio y octubre; bajo el amparo de la seguridad ideológica que el dólar debía sucumbir hasta los 1000 pesos para comprar divisas. Se le quería demostrar a la Argentina y al mundo (al FMI) que los números oficiales eran los correctos, y que los pesos circulantes más los depósitos a la vista indicaban que el precio real de la divisa debía estar más cerca de los 900 que de los 1000 pesos. Las topas locales del cacique Cochise, representadas por las siempre atentas y sin ideología fuerzas de los operadores del mercado cambiario local de ayer, hoy y siempre; midieron la capacidad de acción del capitán Thursday, y para julio se dieron cuenta que era el momento de atacar. La orden de “Ahora” llegó el 31 de junio, cuando el J.P. Morgan (curiosamente en esta historia del lado de los apaches) publicó ayer ya famoso informe en el que recomendaba a todos sus clientes y amigos salir de las posiciones en pesos, volverse a los dólares y esperar a un nuevo amanecer de los títulos públicos y las acciones de la Argentina.
La embestida apache se constante entre julio y el jueves 9 de octubre. La cotización del dólar subió con altibajos desde los 1.097 pesos del 11 de abril (día de arranque del acuerdo con el FMI donde se imponían las bandas cambiarias), a 1217 del 30 de junio (cuando apareció el informe del J.P. Morgan) hasta los 1.500 de cotización irredenta del 9 de octubre hasta las 14:50; a sólo 10 minutos del cierre de la última jornada de cotizaciones de la semana pasada. Significaba una devaluación del peso de casi 37%, y del 24% en el segundo. Toda la estructura de la política cambiaria del gobierno se venía abajo, a días (11 jornadas de mercado) de ir a votar. Lo más grave para los defensores del Fuerte Apache era la cuenta de reservas en poder del Tesoro. El Ministerio de Economía, a través de una polémica operación de liquidación sojera sin retenciones anunciada sólo 20 días antes, había comprado unos U$S 2.200 millones (de un total de 7.100 millones de dólares de ventas de las cerealeras exportadoras) para un intento de contención final del dólar antes de las elecciones del 26 de octubre. Era una orden dada desde los Estados Unidos y el FMI para poder negociar ayuda. Se entendía desde Washington que el capitán Thursday había desobedecido la orden de acumular reservas en el Banco Central, como parte fundamental de la garantía del funcionamiento del programa de Facilidades Extendidas firmado el 11 de abril; y donde como tercera meta irreductible (y luego del logro del superávit fiscal primario y la emisión cero), se debían fortalecer las reservas de la entidad. Si o sí, algo que Thursday no cumplió. Esos 2.200 millones de dólares acumulados de apuro y en pocos días debían ser la prueba de amor para que desde el Tesoro norteamericano y el FMI se consideraba que en Buenos Aires se había aprendido la lección, y que la orden o ruego de compra de dólares por parte de la entidad monetaria local debía ejecutarse. Si o sí.
Sin embargo, tres días después del cierre de esa operación sojera, los apaches atacaron otra vez a las tropas oficiales y “obligaron” a los capitanes a vender esos dólares comprados a fuerza de liquidación sojera. Comenzaron allí las cuentas de sumas y restas. Hubo un día donde el Tesoro vendió unos 400 millones. Otro día unos 380 millones. Otro 330 millones. Otro 250 millones. Se llegó así al cálculo publicado el miércoles de la semana anterior por la consultora 1816 (de las mas seguidas y escuchadas del mercado financiero), que indicaba que al Tesoro le restaban unos 600 millones de dólares de poder de fuego, pero con la novedad que antes del 26 debían pagarse unos 330 millones a organismos financieros internacionales. En síntesis, al gobierno le quedaban, al jueves 9 de octubre del 2025, menos de 300 millones para contener al dólar. Una vez superada esa frontera, el Fuerte Apache caería, el sistema de bandas se superaría por la demanda de divisas y el gobierno se vería obligado a devaluar. Todo esto, 11 ruedas de ir a votar el 26 de octubre. Y se sabe lo que significa en la Argentina para cualquier oficialismo, ir a votar con un dólar en rebeldía y un ataque feroz de los apaches.
Se llegó así a las 14:50 del jueves 9 de octubre. El dólar oficial cotizaba en 1.500 pesos, no había novedades de ventas por parte del Tesoro y el mercado consideraba que las fuerzas de acción de los dólares sojeros ya no tenían sentido. Se sabía que se venía un plan de salvataje del gobierno de Donald Trump, pero sin mayores precisiones que un oscuro swap de monedas. La especulación máxima era que en algún momemento de la otra semana podrían aparecer compras de bonos por parte de los Estados Unidos, pero sin precisiones ni garantías. Poco para apaches locales acostumbrados de hacer sucumbir fuertes de la civilización cambiaria.
Y aparece la sorpresa. Ingresa, heroico, el Séptimo de Caballería.
Exactamente a 10 minutos del cierre de la rueda, y montado en corcel que apareció en una pantalla normal de la mesa de dinero de la sucursal Nueva York del Santander de Argentina, una orden de compra de pesos (no bonos, pesos, moneda local), por un monto por ahora secreto, pero que superarían los 500 millones de dólares. El comprador no era otro que el Tesoro de los Estados Unidos, con el general 4 estrellas Scott Bessent a la cabeza; quien embistió con fuerza de cañón contra una hormiga en el mercado local, e hizo bajar 50 pesos en un minuto el precio del dólar en el mercado local. No sólo salvó el Fuerte Apache, sino que rescató a los niños en poder de los indios y dejó una poderosa amenaza a todo el mercado cambiario criollo: el Séptimo de Caballería puede aparecer en cualquier momento.
Habrá que ver ahora si Thursday entendió la situación que llevó a la casi caída del Fuerte Apache.
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