EVA SULCA: COPLAS LLENAS DE SABIDURÍA

SOCIEDAD

Desde los valles calchaquíes a Córdoba



Eva Sulca ha logrado llegar a los grandes escenarios del folclore nacional, pero su camino fue largo y lleno de espinas. Creció en medio del campo, entre cosechas y animales que daban sustento a ella y a su familia, siempre a puro esfuerzo.

“Unos nacen pa’ gobierno,
otros nacen pa’ intendente,
yo he nacido coplerita
para alegrar a la gente”.

Al abrir el diálogo, Eva Sulca comentó: “Nací en Cachi, Salta, luego me criaron en Cerro Negro de Tejada porque de ahí era oriundo mi padre, que trabajaba en el ferrocarril haciendo las vías hasta llegar a la frontera con Chile, en Socomba. Cuando mi papá se quedó sin trabajo en los trenes nos llevó a vivir al campo que le había dejado mi abuela.

Y continuó: "Con cinco años comencé a colaborar en la siembra de papas y habas. Llevábamos carne a caballo hasta los Valles Calchaquíes e intercambiábamos en trueque. También hacíamos quesos con nuestras cabras, que vendíamos en Salta. Andábamos todo el tiempo a caballo; así viví hasta los diez años, subiendo y bajando cuestas, a veces más de doce horas”.

Agregó: “Solo hice hasta segundo grado porque los docentes no se acostumbraban a estar tanto tiempo sin recibir cartas ni noticias de su familia en medio de la montaña. Luego aprendí a escribir. No era fácil vivir en el campo. En Cerro Negro de Tejada nació mi primer hijo y, como no había médico en la zona, se acostumbraba a parir con los padres. Mi madre fue la partera".

"Cuando nació mi segundo hijo ya nos habíamos arrendado un campo con mi pareja y vivíamos solos. Cuando estaba por parir, el padre se fue a buscar ayuda pero no volvió a tiempo, y mi hijo nació conmigo sola. Como me habían enseñado mi madre y mi abuela, estaba preparada con tijera, hilo y alcohol. Parí de rodillas”, dijo en su relato emocionante.

Más adelante tuvo otros dos hijos y recordó: “Con el tiempo nos fuimos a Campo Quijano porque queríamos que nuestros hijos tuvieran educación. Fue duro el desarraigo: ya no teníamos animales ni sembrábamos como antes, pero era muy importante criarlos de una forma distinta”.

Sobre su familia aclaró: “Soy madre de tres hijos varones y abuela de varios nietos. Una es médica, otra kinesióloga y otro está por recibirse también de médico. Tengo un nieto abogado y otro odontólogo, y soy bisabuela. Como decía mi abuela materna, ¿qué más le puedo pedir a la vida que tener profesionales en mi familia? Valió la pena el desarraigo y mis llantos en soledad".

Y agregó: "La vida me llevó a ser abuela a la distancia, porque todos viven en Salta. Dos nietas estudiaron en Córdoba, vivieron conmigo y después volaron. Ahora el que estudia odontología está conmigo y también volará”.

Luego de aquella crianza tan distinta en el campo y con la sabiduría de los ancestros a flor de piel, describió su tercer embarazo: “En ese momento ya no pude tener el parto sola. Fui a la maternidad y para mí fue el peor de los tres. Mientras la enfermera me hacía tacto y el doctor miraba, yo solo pensaba ‘trágame tierra’, y terminé desgarrándome".

Y agregó: "Mi hijo mayor fue abanderado y todos fueron buenos estudiantes. Por las vueltas de la vida me terminé separando del padre de mis hijos. Después, el más grande rindió bien para estudiar Medicina con diez. Me vine a vivir a Córdoba con él para acompañarlo en su lucha constante contra la discriminación que sufrió en carne propia, porque al haberse criado en el campo nos decían que sería imposible que estudiara Medicina".

"Llegué con una mano atrás y otra adelante, sin conocer a nadie en la ciudad, y después de que me operaran de una extirpación de matriz por fibromas que se repetían”, contó.

Cambiando el rumbo de la charla hacia su actividad artística, la coplera agregó: “El mensaje de la copla es sobre el amor, pero también sobre política y discriminación”. Y, dejándose llevar por su sentir, cantó:

“Las entrañas de mi tierra preñadas
de minerales riquezas de mis ancestros,
no de multinacionales”.

Desde hace varios años vive en la capital de Córdoba, en el barrio Villa Revol, donde logró llevar sus coplas y su arte a todo el país. Resumió ese camino así: “Cantar coplas, bagualas y tocar la caja me salvó de la tristeza; fue lo que me alivió las penas y las angustias. La vida continuó y empecé a trabajar de noche en bares, cantando mis coplas y bagualas. Integré el Coro de Adultos Mayores ‘Seguir Cantando’, dirigido por Alejandra Seimandi”.

Convertida en sinónimo de arte y protesta coplera, brindó talleres en escuelas y universidades de todo el país, y participó en los festivales más importantes de Argentina, como el de Cosquín y el Festival de Doma y Folclore de Jesús María, además de presentarse en la Casa Museo de Atahualpa Yupanqui. También fundó el Encuentro de Copleras de Córdoba, vigente desde hace 21 años.

Como si esto fuera poco, trabaja como maestra de coplas y bagualas y escribió un libro con sus propias obras.

Al final de la entrevista comentó: “Mis padres me enseñaron a trabajar la tierra y algunos valores trascendentales, como que la palabra es un documento y hay que cumplirla. Por eso soy puntual y pago todas las deudas que debo”.

Sobre su forma de sustentarse actualmente expresó: “Aquí tengo un pequeño jardín; no hay mucha tierra para trabajar. Mi destino es cantar, y también coso wiphalas para vender en los lugares donde voy”.

Finalmente, al consultarle qué es la vida para ella, respondió: “Agradecer al universo y a la madre tierra, porque ella nos da comida, agua y todo lo que tenemos. La vida es ser útil para quienes nos necesitan; si no, no tiene sentido vivir”.

NOVA Córdoba




Comentarios