UN VIEJO PROBLEMA AMPLIFICADO POR LA TECNOLOGÍA

OPINIÓN

Las noticias falsas no son un invento del siglo XXI

Así lo advierte el filósofo italiano Luciano Floridi, experto en filosofía de la información y ética digital, quien sostiene que la desinformación es una tendencia humana histórica que ha sido magnificada con la llegada de Internet. Para Floridi, el verdadero desafío de nuestro tiempo no es la existencia de la mentira, sino cómo hacer frente a su propagación descontrolada y su aceptación masiva en espacios digitales cada vez más contaminados.

La fascinación humana por las falsedades no es un fenómeno propio de esta época. Ya en 1620, Francis Bacon advertía en Novum Organum sobre los "ídolos de la cueva", es decir, los sesgos cognitivos que distorsionan la percepción del mundo. Estos sesgos personales, moldeados por la experiencia, la educación o la autoridad, predisponen a los individuos a creer lo que desean, más que lo que es verdadero.

Luciano Floridi retoma esta tradición y la proyecta hacia el presente digital. Señala que ese apetito humano por "mentiras agradables y falsedades tranquilizadoras" es amplificado por la estructura de internet, que facilita la creación de "cámaras de eco" digitales. Estas cámaras refuerzan creencias preexistentes y aíslan al usuario de puntos de vista contrarios, haciendo aún más difícil discernir lo verdadero de lo falso.

En rigor, el fenómeno tampoco es nuevo en los medios. El llamado "periodismo amarillo", practicado a fines del siglo XIX por diarios como el New York World de Joseph Pulitzer y el New York Journal de William Randolph Hearst, priorizaba el sensacionalismo por encima de la precisión y el rigor. La lógica de atraer audiencia sigue vigente en la actualidad, pero con una diferencia: la escala.

Mientras la prensa impresa del siglo XIX tenía un alcance limitado, internet ha convertido cada mensaje, cada imagen y cada video en potencialmente viral. La rapidez con la que se disemina la desinformación digital, sumada a la dificultad para revertir su impacto, configura un escenario donde la verdad se vuelve frágil y la confianza se erosiona con facilidad.

Floridi advierte que el ecosistema informativo —la infosfera— fue gravemente dañado por el desarrollo desordenado de la tecnología digital. Las plataformas digitales crecieron sin previsión ética, guiadas por el principio empresarial de "actuar rápido y con frecuencia", una estrategia que ha demostrado ser insostenible cuando se trata de gestionar el conocimiento público y la verdad. Este enfoque ha contribuido a problemas globales como la manipulación política, el populismo y la desinformación masiva.

El filósofo señala, por otra parte, que la búsqueda de entretenimiento y gratificación instantánea ha desplazado a la educación y la reflexión crítica. En lugar de aprovechar internet para profundizar el conocimiento, muchas personas lo usan como fuente inagotable de "basura semántica". Esta tendencia, según Floridi, ha hecho que la era digital "envejezca mal".

Siguiendo con el razonamiento del filósofo italiano, la paradoja de la tecnología es que, aunque ha amplificado el problema, también ofrece herramientas para combatirlo. En ese sentido, Floridi observa que algunas empresas tecnológicas empezaron a implementar sistemas de verificación de datos, etiquetas de advertencia y algoritmos que detectan contenido falso. Sin embargo, muchas de estas medidas son reactivas y tardías, como sucedió tras la elección presidencial de EE. UU. en 2016, cuando la desinformación ya había surtido efecto.

De todos modos, existen esfuerzos para establecer marcos éticos y regulaciones robustas. Según el filósofo, iniciativas como el Consejo de Ética de Datos que impulsan algunos países en Europa buscan establecer principios claros para el manejo de la información digital, fortalecer los derechos de los usuarios sobre sus datos personales y exigir mayor responsabilidad a las plataformas.

Para Floridi, el desafío consiste en restaurar la confianza en la esfera digital. Esto implica crear espacios digitales basados en la credibilidad, la transparencia y la rendición de cuentas. Las empresas tecnológicas, afirma, "pueden y deben hacerlo mejor". Pero también es una responsabilidad de gobiernos, instituciones educativas, medios de comunicación y usuarios.

De todos modos, la lucha contra las noticias falsas no se libra únicamente con algoritmos, sino con educación crítica, marcos éticos y un compromiso con la verdad. Como plantea Floridi, lo que está en juego es la calidad de la información, pero también la calidad misma de la convivencia democrática.

(Editorial Diario NORTE)


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