OPINIÓN
El periodismo tiene un poder único para desafiar la mortalidad, capturando historias que, de otro modo, se desvanecerían con el tiempo. Cada crónica, reportaje o testimonio que un periodista recoge, es un acto de preservación
Por Ignacio Zavala Tello
Las narrativas en libros, películas o incluso anécdotas nos permiten mantener viva la memoria de quienes ya no están. Por supuesto, también en los medios de comunicación. Contar historias es una forma de inmortalidad emocional ya que las narrativas tienen la capacidad de preservar memorias, emociones y legados más allá de la muerte.
Las historias actúan como puentes entre generaciones y culturas. Los diarios las recogen, las investigan, las digieren y las vuelcan a sus lectores, que tendrán en sus manos un pedazo de esa memoria. Actúan como un archivo emocional que sobrevive a la mortalidad física y nos hace más humanos al conectar con las experiencias de otros.
En cada relato que contamos hay un intento de preservar lo que somos, de hacer que nuestras voces perduren más allá del silencio final, de dejar una huella imborrable, un eco que resuene cuando nuestros pasos ya no se escuchen. Un refugio donde la muerte no tiene la última palabra.
El periodismo es un vehículo que recoge y preserva historias, manteniendo vivas las voces de sus protagonistas incluso después de su muerte. Es un guardián de la memoria.
Cuando un periodista escribe está asegurando que esas historias no se desvanezcan.
Otras instituciones también lo hacen. El pasado martes, el Senado mendocino aprobó la modificación de la Ley 8.723 y determinó que el 4 de septiembre sea el "Día Provincial en Memoria de Johana Chacón", aquella chiquita de la localidad de Tres de Mayo, en Lavalle, que desapareció ese día de 2012.
El objetivo de la norma es promover que cada 4 de septiembre se realicen actividades y jornadas de reflexión en todas las escuelas de la provincia, en todos los niveles y modalidades, públicas y privadas. Y tiene un peso aún mayor porque la iniciativa surgió de la participación ciudadana. “Nombrar a Johana con su nombre de pila, declarar este día de interés educativo y reflexionar en las escuelas sobre su historia, es una forma de construir memoria activa”, señaló la senadora Adriana Cano tras la sanción de la norma. Exacto.
El periodismo mendocino se encargó de contar esa terrible historia. Cada instancia de ella. Y se encarga de mantener vivo el recuerdo de Johana, como el de tantos otros que partieron injustamente de este mundo. La iniciativa del Senado va en consonancia. Volverá a dar visibilidad a la historia de la adolescente asesinada como parte de una lucha colectiva contra la violencia y el olvido.
El periodismo mendocino también se ha encargado de conservar y traer constantemente al presente casos que aún no se han resuelto. Esos cuya indefinición y misterio castigan a los mendocinos, como las desapariciones de Nataniel Guzmán, Sebastián Codina, Abigail Carniel, y golpean a familias que todavía buscan justicia. ¿Qué pasó con ellos? ¿Quiénes fueron? ¿Dónde fueron vistos por última vez? ¿Qué les dijeron a sus padres antes de perder contacto? ¿Qué sentían y pensaban? ¿Qué pudo haberles pasado? ¿Por qué ya no volvieron? A todo ello trata de responder la prensa.
En estas mismas páginas también se mantiene viva la memoria de mujeres que han sido asesinadas, y no necesariamente al cumplirse un nuevo aniversario del horror. Los testimonios de sus familias, que cuentan cómo intentaron seguir con sus vidas pese al dolor, también ayudan a ese ejercicio.
Las víctimas de siniestros viales ocupan también un lugar destacado en los medios de comunicación. Los reclamos de justicia por sus muertes, el recuerdo de los suyos, el destino de los responsables de esas muertes, son objeto de investigación periodística.
La labor del periodismo también mantiene “en el tapete” a esos casos. Y aunque incomode, es el seguimiento de las causas las que, en muchas ocasiones, permite que se resuelvan.
En tiempos de la tiranía del clic, donde reina el “clickbait” y los contenidos son livianos y virales, donde lo fácil y rápido para leer dirige las audiencias, donde no hay tiempo ni “scroll” que perder, es necesario detenerse en las historias y continuar con su relato. Esas que, de tan comunes, parecen pequeñas. Las cotidianas, las escandalosas, las terribles, las incomprensibles, las fatales. Las que luego crearán memoria colectiva.
Sigamos contando historias. Porque cada artículo periodístico es un testimonio que permite a los protagonistas seguir hablando a través del tiempo, desafiando, con la fuerza de sus historias, el silencio que impone la mortalidad.
LOS ANDES

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