OPINIÓN
Una historieta del fin del mundo comentada por el espíritu de Umberto Eco, armado con su lupa semiótica y su viejo ensayo El mito de Superman

Por Iván Nolazco
La escena comienza con una mesa redonda, aunque nadie esté dispuesto a escuchar. El lugar: una ONU venida a menos, mitad búnker, mitad set de televisión. Unas pantallas LED proyectan eslóganes en loop: “Paz es defensa preventiva”, “Justicia es propiedad privada”, “Libertad es algoritmo autorizado”.
Eco observa desde un palco celeste con balcón semiótico. Murmura, anota, a veces se ríe.
—“Qué cómic más ridículo es este planeta…”, dice, limpiándose los lentes con un pañuelo de ironía.
Capítulo I: El Club de los Inmutables
Putin llega primero, como si aún existiera la puntualidad soviética. Entra con pecho de oso y mirada de archivo clasificado.
—Yo traje Crimea, ¿alguien más trajo un pedazo de país?
Trump le responde desde un sillón naranja que pidió especialmente:
—Yo traje el Capitolio, y de postre, a la Corte Suprema.
Zelenski levanta una ceja desde su silla plegable:
—Yo traje Netflix, pero versión bélica. ¿Quién tiene los subtítulos?
Xi Jinping no habla. Solo mueve una ficha de ajedrez con forma de deuda en un tablero invisible. A su lado, Jamenei ora en silencio, aunque uno sospecha que sus rezos van dirigidos a la producción de uranio enriquecido.
Netanyahu entra con una estrella de David en el pecho y un mapa en la mano. Lo enrolla, lo vuelve a desplegar, y cada vez tiene menos Gaza.
Kim Jong-un llega último, en un cohete de utilería. El peinado intacto, la amenaza intacta, el país encerrado.
Y entonces… como si hubiera sido convocado por un algoritmo con delay, irrumpe Javier Milei, envuelto en una bandera rota y armado con una motosierra que arrastra como si fuera el martillo de Thor.
—¡Yo traje déficit cero y caos espontáneo! ¡Y no saludo zurdos!
Eco suspira.
—Todos son versiones de Superman… pero salidas de un casting abierto en el infierno de las ideologías recicladas.
Capítulo II: La trama se complica (o se simplifica demasiado)
Putin y Xi juegan a la geopolítica como quien reparte petróleo en la era del litio. Uno conquista, el otro financia. Pero ninguno ríe: ambos entienden que el superhéroe no salva, solo aplaza.
Trump propone hacer de la ONU una Torre Trump. Zelenski pide que, al menos, incluyan conexión satelital. Netanyahu sugiere un muro perimetral. Kim Jong-un exige que se transmita por señal estatal norcoreana. Y Milei… Milei corta los cables de todo y proclama que la ONU es el club de la casta globalista.
Jamenei, mientras tanto, distribuye panfletos en farsi con citas del Corán y diagramas nucleares decorativos.
Eco se rasca la barba desde el limbo editorial:
—No es que repitan el mito del héroe… es que repiten el fracaso con efectos especiales.
Capítulo III: Las alianzas del Absurdoverso
Putin y Xi se miran como dos emperadores que comparten amante: la decadencia de Occidente. Trump coquetea con ambos, pero solo si se lo televisa. Netanyahu negocia con todos y con ninguno: su única lealtad es al trauma nacional. Zelenski juega al David contra todos los Goliat, pero cobra en euros.
Kim amenaza a todos, pero nadie lo toma en serio. Lo invitan por lástima, o por miedo a que el chiste explote.
Y Milei… Milei propone privatizar la ONU. “¡Que los conflictos se resuelvan por licitación! ¡Que la paz la gestione el mercado!”, grita.
Eco ríe con un dejo de melancolía.
—Nunca antes tantos gobiernos quisieron parecerse tanto a un superhéroe y terminaron pareciéndose a un sketch sin guion.
Capítulo IV: El multiverso de los símbolos
Cada uno porta su emblema:
-Putin viste el escudo imperial bordado con nostalgia.
-Trump empuña la Constitución como si fuera papel higiénico con branding.
-Xi oculta todo símbolo, porque el poder que no se ve, se teme más.
-Jamenei lleva su turbante como una bomba de tiempo envuelta en fe.
-Netanyahu convierte el pasado en armamento diplomático.
-Zelenski usa una remera lisa y lágrimas perfectamente programadas.
-Kim repite discursos del abuelo en loop.
-Milei se viste de apocalipsis libertario.
Eco apunta en su libreta: “Los mitos ya no nos ofrecen sentido, solo performance.”
Y sentencia:
—El mito del superhéroe servía para imaginar un mundo mejor. Este elenco global solo quiere protagonizar la portada.
Epílogo: El día después del decretazo final
Los superhombres discuten, sancionan, invaden, monetizan, censuran, disparan. Gotham ya no es ciudad: es planeta. Y el planeta es ahora una página arrugada de cómic viejo, donde los héroes pelean sin final.
Mientras tanto, en algún lugar entre el inframundo y la ironía, Eco cierra su cuaderno y murmura:
“El superhombre moderno no vuela: se arrastra con un micrófono.
No salva: explica.
No inspira: factura.
Y cuando sonríe… es porque el guion ya fue aprobado por mayoría simple.”
Cae el telón.
Suben las tasas de interés.
La humanidad aplaude… o cambia de canal.
(Tribuna de Periodistas)
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