OPINIÓN
Fue el 3 de abril de 2016

Mendoza Post, el diario donde despuntaba como secretario de Redacción gestionó una entrevista con el entonces diputado Nacional por el Frente para la Victoria, Axel Kicillof. Las gestiones se hicieron a través de sus “prenseros”, sin mencionar que yo haría la entrevista.
Ciertamente, a sabiendas de que el otrora ministro de Economía vendría a Mendoza, quería preguntarle sobre diversas cuestiones: política, economía, el papel del kirchnerismo como oposición, la estatización de YPF e incluso qué pensaba sobre las denuncias que pesaban en su contra.
Luego de las formalidades de rigor, se informó que finalmente Kicillof accedería a ser entrevistado. Ergo, se pautó el reportaje para el siguiente domingo por la mañana. De hecho, allí estuve junto a mi colega Mauricio Fernández.
Sin embargo, a último momento, cuando ya estaba todo listo y el exministro de Economía del kichnerismo estaba a solo unos metros de mi persona, algo sucedió.
Repentinamente, se nos dijo que Kicillof no nos daría entrevista alguna. ¿El argumento? Que no esperaban que uno de los que harían el reportaje sería yo, a quien tildaron como “denunciante” contra el kirchnerismo.
El propio Mauro Sturman, quien manejaba parte de la prensa de La Cámpora en Mendoza, fue el encargado de confirmarlo: se lo dijo al ya mencionado Mauricio Fernández.
Ello me llevó a preguntarme entonces: ¿Está bien que sea el entrevistado el que elija a quien lo entrevistará?
Lo ocurrido quedó en el pasado, acaso sepultado. Sin embargo, encierra una pregunta que debería inquietar a más de uno hasta el día de hoy: ¿Por qué Kicillof no quiere sentarse frente un periodista independiente? ¿A qué le teme? ¿Qué busca esconder?
Lamentablemente, no puedo contestar a esas preguntas. Hay quienes se ocuparon de que así sea.
(Tribuna de Periodistas)
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