ALEJANDRA ERA MUCHO MÁS QUE UNA CAMPEONA

SOCIEDAD

Era la chica que se calzaba los guantes y te miraba la mandíbula soplando como una bestia enjaulada, como una locomotora a vapor


Por Walter R. Quinteros

La ciudad de El Carmen, en Jujuy, tiene casitas bajas, antiguas, coquetas, es una ciudad limpia, ordenada. Dicen los historiadores que los primeros habitantes eran unos aborígenes llamados Churumatas, de la quebrada del Zenta, quienes en 1586 se establecieron en las márgenes del Río Perico y de Las Maderas, debido a que en esos lugares podían obtener agua y alimentos. También cuentan que desde el siglo XV fue habitada por diversas parcialidades indígenas como los Ocloyas, Osas, Paypayas, que eran dominados por los Incas, que recorrían sus extensiones para cobrar tributos y trocar diversos productos. Hasta que llegaron los españoles.

En una de mis aventuras mochileras de los años 70, en El Carmen, conocí un tipo que dijo ser el poeta Arancibia, que nos llamó "marineros", por el cabello corto. Entonces tuve que decirle que mi amigo y yo no éramos marineros sino de la aeronáutica y que andábamos recorriendo y conociendo aquellos lugares. Nos llevó hasta la capital jujeña, fue lo mejor de aquellos días de aventuras, era la cultura misma hablando, fumando y conduciendo su Citroen. Cuando llegamos nos dejó al ingreso de la ciudad, y asomando su brazo por la ventanilla del auto, y agitando su sombrero, nos gritó ¡chau marineritos! No recuerdo más nada de El Carmen.

Acaba de fallecer Alejandra Marina Oliveras, la boxeadora que conocíamos por "locomotora", que habia nacido en El Carmen, el 20 de marzo de 1978. Alejandra repartía, piñas y frases como para que tengamos, porque fue también activista social, e influencer. Alejandra, por si no lo sabían, en su carrera como boxeadora obtuvo seis coronas mundiales.

Esquivate estas piñas joven argentino; Alejandra obtuvo las coronas mundiales de peso supergallo de la WBC, de peso pluma de la WBA y la de peso ligero de la WBC. Para llegar a fin de mes, Alejandra se calzaba los guantes y entrenaba hasta que los músculos amortiguados le pedían "pido".

No se exactamente, casi como que ya no interesa, pero estoy seguro que la estampita de un santo la acompañaba desde algún lugar de su bolso en sus largos viajes. En los hoteles donde se alojaba, debe haberse parado frente al espejo, para amagar piñas, para esquivarlas, para puntear a la sombra de su rival, para respirar sedienta como una bestia encerrada y hambrienta, para soplar como una locomotora.

No se exactamente si en cada viaje le compraba algo a sus hijos, seguro que si, porque era más buena que el pan, y para hacer pan, joven argentino, debes saber que mamá amasa la masa. Ella amasaba sus músculos para que no le falte nunca el puchero.

No se exactamente, cuántos minutos estaba arriba de un ring, piña va, piña viene. Pero sepan, jóvenes argentinos, que a lo largo de su carrera acumuló 33 victorias, tres derrotas y dos empates.​ De algo estoy seguro, cuando volvía al hotel, corría el bolso para un costado y se desparramaba en la cama, no sin antes agradecerle a las estampitas puestas en la mesita de luz, sus combates.

Alejandra "locomotora" Oliveras, siempre colaboró solidariamente con comedores y grupos sociales. Y en Santo Tomé, Santa Fe, supo crear junto a sus amigas el "Team Locomotora",​ un grupo de solidaridad con el que emprendió un fuerte trabajo social, donde realizaba colectas de alimentos para llevarlos a los distintos merenderos.

Siempre tenía la sangre hirviendo. Por eso, hasta dirigió varias escuelas de boxeo, dándole a ustedes, jóvenes argentinos, la oportunidad de acercarse al boxeo y dejar esas cosas raras. ​La misma sangre hirviendo que recorría su cuerpo, la llevó a dar charlas motivacionales a los más jóvenes sobre el deporte del boxeo y consejos de vida.

Esa misma sangre hirviendo, quiso pasar por un vaso sanguíneo obstruído por un coágulo, y el cerebro se le bloqueó, el oxígeno y los nutrientes no lleguearon a destino. Eso se llama, jóvenes argentinos, accidente cerebrovascular.

Alejandra Marina Oliveras, la que soplaba como una locomotora arrastrando sesenta vagones, con la vista fija en la mandíbula de sus oponentes, debe haber recordado los días felices de su infancia, en que saltando por las históricas veredas de El Carmen, con una muñeca en sus manos, iba hasta el almacén de la esquina a comprar el pan.

Falleció hoy, 28 de julio, en el Hospital José María Cullen de la ciudad de Santa Fe. Recordaremos este día como el de la locomotora que dejó de soplar.

La campeona, tenía apenas 47 años.







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