OPINIÓN
Lo de Javo y Vicky es un altercado menor. La supuesta disolución del vínculo entre el presidente de todos los argentinos y su vicepresidenta con un obvio tercer vértice del triángulo, Karina Milei, parece hasta ahora de bebés de pecho
Por Fabián Doman
Arrancamos por algo que es en serio y no tiene nada de chiste: Sara Duterte, vicepresidenta de Filipinas, mandó a matar públicamente al presidente Fernando Marcos Jr. (el ‘junior’ denota que es el hijo de homónimo padre, histórico dictador de la isla, esposo de Imelda Marcos, la que tenía 1.000 pares de zapatos. Dicen que los dos juntaron en 20 años 10.000 millones de dólares. ¿A quién se parecen? Cerramos paréntesis). Sara, hija del anterior presidente Rodrigo Duterte (aka “el Ferdinand Marcos Senior del siglo XXI”) hizo la amenaza de manera inequívoca: “Hablé con alguien. Le dije que, si me mataban, él debía matar a Marcos Jr., y a la primera dama. No es broma. Ya dejé instrucciones. Le dije: si me matan, no paren hasta matarlos”. El Gobierno de Junior se tomó en serio el tema y al “alguien” lo interpretaron como un sicario. Esto pasó hace 48 horas, no 50 años.
¿Quieren más? Hace 24 horas la vicepresidenta de Ecuador, Verónica Abad, reconoció públicamente que está fuera de carrera para evitar la suspensión que le metió Daniel Noboa, que no es un actor ni un jugador de fútbol, sino el presidente (parece que vienen peleados desde la campaña, cuando él vio cosas de ella que no le gustaron).
Y por estas pampas, la tapa del diario Rio Negro de ayer, dice textual: “La Legislatura mañana define cómo separa a la vicegobernadora” de Neuquén, que se llama Gloria Ruiz, es hermana de Pablo, investigado por los cuatro costados. Los diputados locales están decidiendo si la mandan a juicio político o la echan de una.
Con esta entrée, estarán de acuerdo que lo de Javo y Vicky es un altercado menor. La supuesta disolución del vínculo entre el presidente de todos los argentinos y su vicepresidenta con un obvio tercer vértice del triángulo (para eso al final es un triángulo) Karina Milei, parece hasta ahora de bebés de pecho.
Un minuto de historia: Yrigoyen se llevaba mal con Enrique Martínez. Perón fue el vice infiel de Farrell. Gómez no llegó a asumir como vice de Frondizi. Y más para acá, a Duhalde lo mandaron a la provincia para dejarle el cargo a Eduardo, el hermano de Carlos (Menem), Chacho Álvarez le renunció a de la Rúa a los 10 meses de gestión, Scioli duró efectivo en el cargo hasta que anunció el aumento de tarifas, lo de Cobos fue una madrugada inolvidable (“mi voto es no positivo”), y la relación de Cristina con Alberto fue un conventillo. Sí. Algo pasa con el cargo. Está engualichado. Con todo respeto, habría que pensar algo a nivel mundial con el tema.
Antes del sesudo análisis político del tema que viene a continuación, permítanos spoilearlos. Parece que la cosa viene así: el marido (Milei, el presidente) le dice (en este caso en público, por la tele) a su esposa (Vicky, la vice) que la cosa no va más, producto de la presión de la cuñada (o sea Karina). El problema (o problemón) es que, hasta el momento de escribirse estas líneas, ella, o sea Vicky, no se estaría dando por enterada, o sea no ha contestado públicamente al tema. Es como que niega el divorcio. Nada de esto es nuevo en materia de separaciones. Se sabe que las dos grandes internas de los matrimonios son la suegra (madre de él) contra la nuera (esposa de él) y las cuñadas entre sí. En situaciones normales, en las familias católicas se da por la preparación del vitel toné en Navidad y en el de las judías por el gefilte fish o las lajmayin en el Rosh Hashaná.
Volviendo al 2024, ya contamos aquí que el cargo originalmente era para Diana Mondino. Pero la excanciller, coqueteando con Patricia B., tardó en contestar y Javier Milei necesitaba una vice. Vinculada a los militares y a sectores conservadores de derecha, Vicky fue la candidata perfecta. Dicen que ella no creía que ganarían, pero por si acaso pidió dos ministerios. Seguridad y Defensa, que después de que se los prometieron obviamente no se los dieron. Las promesas en política se hacen solo para no cumplirse.
Todo comenzó como se sabe por una observación de la hermana Karina los días previos y la mismísima noche de la victoria. Había carteles de algunos villaruelitos que aparecieron sin consultar. A la vice electa el chiste le costó no estar en el escenario —donde sí estuvo la ya no integrante de la familia Fátima Flórez, que repetía como si fuera un guion el discurso del flamante presidente (cómo olvidarlo)—. Es que Karina, además de todas las funciones que tiene, es la titular del Dicasterio de la Doctrina de la Fe Mileísta. Cargo fundamental en el Vaticano que se encarga de velar por la salud de la fe católica. Acá libertaria.
A aquel desencuentro inicial con la fe sucedieron varios hechos. Una larga lista de cuentos de peluquería, que rozan lo anecdótico (que ella llegaba tarde al Gabinete, que intentó usar el despacho presidencial cerrado con llave durante un viaje de Milei, reuniones en la embajada de EEUU sin avisar, etc.) hasta una creencia arraigada entre Milei, Karina y Santiago C. sobre la profundidad de la herejía de Vicky V. con respecto a ellos, todo salpimentado con encuestas que nunca faltan que, obviamente, le dan a la vice mejor que al presi, lo que siempre cae mal. Y dan celos. Y encima, por si no te dan celos, los presidentes siempre tienen gente alrededor disponible para que cualquier cosa les dé celos.
Dicen en el primer piso de la Pink House que Vicky V. es frecuente concurrente a unos almuerzos y/o cenas que organizarían un empresario al que Milei mencionó negativamente en varias oportunidades. No damos el nombre porque el misterio también tiene su precio, pero si revisan algunos de sus reportajes o el discurso en Parque Lezama lo descubrirán.
Recuerden que para Milei y Santiago C. hay un solo enemigo: Mauricio Macri. Lo demás es menor. Y la sospecha abarca a cierta relación entre esos encuentros, Macri y los reiterados comentarios de que este cambio “que apoyamos” sin embargo “necesita de más institucionalidad”. O sea, Vicky V. for president. Y por supuesto suman el nombre del formoseño Francisco Paoltroni, como teórico armador de un espacio político anexo a LLA. Por menos, en el medioevo te mandaban a la hoguera.
Fuera de Ciudad Gótica, o sea en el mundo, Javier Gerardo se encontró con la realidad. Emmanuel Macron y Georgia Meloni no vinieron solo a sacarse fotos en el balcón de la Casa Rosada (a propósito: qué cholulos todos los foráneos con esa locación). Aceptaron, no sabemos si de mala o buena gana, convertirse en los ATP (acompañantes terapéuticos políticos) de Javier. Mal no les fue: en silencio los libertarios firmaron todos los papelitos del G20 (que no sirven para nada, salvo cuando no los firmás) y de la nada Gerardo Werthein dijo que Argentina no se irá del Acuerdo de París (por el cual los países se comprometen a emitir menos gases contaminantes. La cosa funciona así: nadie deja de firmar los documentos a favor del cambio climático en la misma proporción que nadie los cumple. La clave es firmarlos y hacerse los boludos).
Encima hubo que darle la mano a Lula, reunirse con el “comunista” de Xi Jinping y soportar la soledad y el silencio que epilogaron al discurso de Javier en el G20. No lo aplaudió ni Karina.
Inolvidable la mutación libertaria hacia el pragmatismo que aquí habíamos pronosticado, cuando semanas atrás advertimos que Javier era un profundo marxista, no de Karl, sino de Groucho, el gran comediante estadounidense, famoso por decir una frase que nunca dijo: “esto son mis principios, si no les gustan, tengo otros”.
Que el mundo cambió lo confirma un dato. El embajador (saliente por demócrata) Marc Stanley aparece en reportajes opinando de restaurantes, vinos tintos y gin nacional. Mientras tanto, ahora, hasta le conocemos el nombre al embajador chino acá: se llama Wang Wei (con todo respeto: dicho todo junto tiene nombre de marca de teléfono celular o de tele). El tipo encima es tranquilo y paciente: está esperando sentado que Occidente le dé a Javier los 15.0000 millones del FMI y alguito más, pero nada más. Dato secreto: los chinos creen que al final podrán hacer comunista a Javier. Veremos.
Imposible no hablar del Gordo Dan. Me da cosa llamar Gordo Dan al Gordo Dan. Siento que lo discrimino. Pero como Daniel Parisini, de él se trata, se llama asimismo Gordo Dan en Twitter y como es el tiempo del mundo 2.0, yo también lo llamaré Gordo Dan.
Aprovechamos estas líneas para desmentir que llamó una tataranieta de Benito Mussolini pidiendo el copyright del acto de San Miguel. Tampoco es cierto que le molestó lo del “brazo armado”. Y ya que estamos aclarando, es falso que Mario Firmenich mandó una carta documento reclamando la autoría y que Máximo Kirchner se le quejó a la madre de que a la Cámpora nunca se le ocurrió auto llamarse “brazo armado”.
Ríanse del Gordo Dan, así como hace más de un año lo hacían de Milei. No sea cosa que el año que viene, la presidencia de la Cámara de Diputados sea una disputa entre el Gordo Dan y Lilia Lemoine.
Todo puede pasar.
(PERFIL)
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