UN PIRRO AL REVÉS

OPINIÓN

Pirro fue un rey griego que logró vencer a los romanos en dos batallas cruciales -la de Ásculo y Heraclea- a un costo tal en materia de hombres y armas que sus victorias formatearon la famosa frase “victorias pírricas”, dando a entender que, a veces, el costo de una victoria puede ser tan alto que pone en duda el beneficio del triunfo

Por Carlos Mira

La tentación de echar mano a esa metáfora para describir la actual situación del presidente luego de sus victorias en el Congreso al lograr que éste respalde sus vetos en materia de jubilaciones y de financiamiento universitario, es muy grande.

Sin embargo, no creo que sea el caso. Es más, es muy probable que el presidente salga fortalecido de este escenario. Hay muchos que sueñan con que la fermentación que produjo el veto al aumento de fondos para las universidades en algunos círculos juveniles replique en la Argentina lo que el movimiento de ese origen produjo en Chile que terminó con uno de sus líderes de izquierda en la presidencia. Los que creen eso (que incluso llegaron a pronunciar una palabra maldita para la historia argentina como es la palabra “Cordobazo”) están afectados por muy severas alucinaciones. No hay plafón en el país para ninguno de esos delirios.

Cualquier manifestación que provenga de esos extremos no hará otra cosa más que aumentar el poder del presidente. Podrán causar disturbios, incluso romper propiedad pública o privada queriendo darle a sus expresiones un sesgo violento y -para ellos- “revolucionario”. Pero el resultado será la indignación de más y más franjas sociales que respaldarán el rumbo del presidente.

Es posible que esas mismas personas sigan criticando las maneras presidenciales y los ataques de furia y la excesiva verbalidad de Javier Milei. Pero cuando miren a los costados y vean aparecer las imágenes de Cristina Fernández de Kirchner, de Sergio Massa, de los jerarcas sindicales, de Grabois, de Biró, de Baradel, de Ofelia Fernández y de los hipócritas defensores de la universidad pública cuando sus acciones e ideas no hacen otra cosa más que hundirla, rápidamente los harán (quizás tapándose la nariz) respaldar el cambio que propone el gobierno.

Mientras ese tiempo transcurre, el avance de las desregulaciones, la caída de la inflación, el crecimiento del salario en términos reales y la llegada de las primeras inversiones realmente “pesadas” al país comenzará a hacer girar la rueda de la actividad económica.

Ese dato es esencial por dos hechos fundamentales. En primer lugar el ánimo social que tuerza la curva de la mala vibra y la convierta en un optimismo respecto de lo que vendrá. En segundo lugar, la mayor actividad económica mejorará la recaudación tributaria y eso acelerará la rebaja de impuestos.

Por lo pronto, a fin de año el desopilante impuesto PAIS desaparecerá por completo. Otras decenas serán eliminados poco menos que diariamente lo que abaratará el costo de vida y simplificará el cálculo económico.

El presupuesto presentado por el propio presidente hace 20 días prevé una inflación anual del 18% para 2025, un número con el que cualquier argentino saltaría de alegría. Esa estabilidad cimentará aún más el rumbo hacia la liberación de las energías productivas de la Argentina que deberá confluir con una definitiva reforma laboral que modernice el sistema y que tienda a converger a un derecho común que derogue los estatutos especiales que para lo único que han servido es para crear una casta de millonarios que se han cagado en los trabajadores y que produjeron en 80 años una decadencia sin precedentes en Occidente: que un país que había llegado a los niveles de desarrollo y de integración mundial como los que la Argentina tenía al término de la Segunda Guerra Mundial haya llegado a la miseria e indigencia con la que convive hoy es la prueba más palmaria de que todo ese verso que defienden los que hoy enfrentan al presidente no han servido más que para la pauperización del pueblo y para que lo único que mejorara fuera su propia realidad patrimonial.

También caerá la retórica romántica de la “defensa de la educación pública”. Ese verso saldrá a la superficie cuando el gobierne rebele a qué se dedican los bolsones de “estudiantes” que se incrustan en una universidad que le pagan el resto de los argentinos solo para entrenarse para ser futuros burócratas que le sigan chupando la sangre al esfuerzo colectivo de los argentinos.

La sociedad argentina no está en condiciones de financiar el lujo de que el 30% del alumnado universitario en el término de un año o bien no rinda ninguna materia o salga reprobado en los pocos exámenes finales a los que se presenta. Esos no son estudiantes: son agitadores y garrapatas que se prenden a un cuerpo productivo para vivir de él hasta matarlo, si fuera necesario.

Que ellos integren un conjunto de soñadores y líricos románticos que persiguen la realización de una sociedad ideal en donde todos sean iguales menos ellos, será también un verso que se caerá a pedazos.

Parte del rumbo del gobierno también deberá estar marcado por el impulso de una fuerte reforma a los contenidos curriculares de lo que se enseña en las escuelas, en los colegios y en las universidades: toda la vibra socialista enemiga del modelo de la Constitución de 1853 deberá ser barrida de la faz de la Tierra.

Los chicos, desde la más temprana edad, deberán ingresar en un mundo que los prepare durante dos décadas a un entrenamiento cerebral de innovación, creatividad, juicio crítico y lógica matemática que los transforme en recursos humanos demandados y valiosos por los cuales se “peleen” los futuros empleadores que, de alguna manera, quedarán a merced de sus exigencias, dando vuelta de pies a cabeza la pelotudez marxista de los “explotadores” y “explotados”.

Políticamente el presidente deberá tener la habilidad para convertirse en la fuerza centrífuga en la que converja una nueva mayoría integrada por personas de diferentes partidos que, en algunos casos, hasta podría sorprender a primera vista a los analistas desprevenidos.

Es muy groso lo que está pasando en la Argentina. Todos los que quieran analizar ese escenario con las lupas históricas con las que se analizó la realidad del país hasta aquí, cometerán serios errores y llegarán a conclusiones groseramente equivocadas.

Los que se lancen a la historia antigua para encontrar allí las desventuras aparentemente victoriosas de Pirro probablemente terminen con los libros dados vuelta.

(The Post)




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