LAMENTABLEMENTE, ES EL ISLAM, ESTÚPIDO

OPINIÓN

Hoy volvemos sobre el tema de ayer

Por Carlos Mira

Pero no para dejar simplemente nuestro respeto a los muertos y sus familiares sino para tratar de entender qué es lo que esta ocurriendo en el mundo como para que, no solo hechos como el citado se produzcan, sino que, en su fecha de aniversario, se registren manifestaciones de celebración y reivindicación de semejante locura.

Esa fue la realidad verificada en la mayoría de los países musulmanes en donde miles de personas salieron a las calles a “festejar” la matanza de Hamas y a dar vítores a la acción criminal que mató a más de 1200 judíos y se llevó a otros secuestrados para torturarlos, vejarlos y, quien sabe, matarlos también de la manera más salvaje.

En Karachi, Pakistan, por ejemplo, no se distinguía la silueta de las calles y las veredas porque todo estaba inundado por decenas de miles de personas vivando los crímenes. No eran terroristas. Eran civiles que respaldaban las muertes horrendas y el ataque a traición de un grupo subversivo sobre una población civil inocente.

No eran civiles festejando la victoria de su ejército en una batalla abierta: eran ciudadanos comunes expresando su algarabia porque un grupo clandestino, aprovechándose de la tierra que el propio Israel les había entregado había ingresado en su territorio a sangre y fuego a través de túneles cavados con la fuerza del odio durante años.

Cuando uno ve esas manifestaciones lo primero que hace es preguntarse por qué el islam persigue la destrucción no solo de Israel sino del mundo occidental. Sé que, por la irresistible corrección política, cuando se comentan estos hechos se deja a salvo a la religion musulmana como tal, haciendo especial hincapié en el hecho de que quienes profesan ese culto no son culpables de estas masacres sino que la responsabilidad cae en los grupos radicalizados y extremistas que están financiados por el régimen teocrático de Irán.

¿Es realmente así? ¿Podemos seguir con el salvoconducto de dejar a salvo al islam como tal de estas aberraciones y centrar nuestro horror solo en los terroristas?

Yo creo que ha llegado el momento que responder negativamente estas preguntas: el islam no es inocente y son la mayoría de los musulmanes los que, de un modo u otro, comparten los objetivos que los terroristas expresan en la superficie de un modo atroz.

No hay otra religión que comparta con el islam el convencimiento de que solo su culto es el válido y que quienes no lo profesan son infieles que deben morir. Ninguna de las otras religiones monoteístas asumen esa postura autoritaria, soberbia e intransigente. Al contrario: en los países en donde el culto mayoritario no es el islam lo que reina es una pluralidad de creencias y una aceptación pacifica hacia la convivencia de todos, incluidos, claro esta, los musulmanes. Repito: es solo en los países musulmanes en donde un no-musulmán no puede vivir en paz.

Los hechos se agravan aún más cuando sin pelos en la lengua los principales dirigentes de los regímenes teocráticos impulsan a sus fieles a “invadir” Occidente y a destruirlo usando como principales armas “el vientre de sus mujeres”, es decir, emigrar hacia Europa y otros destinos occidentales y provocar allí una explosión demográfica musulmana que, en el futuro, desplace la tolerancia occidental del gobierno de esos países.

Hacia principios de los noventa la periodista italiana Oriana Falacci ya lo advertía con claridad cuando veía que poblaciones enteras de europeos eran desplazados por el aluvión de la inmigración musulmana.

La pusilánime corrección política occidental, y el sensiblerismo católico auspiciado desde el Vaticano hizo mucho, sin dudas, para complicar el problema dejándolo avanzar hasta límites que han hecho posible que ya en los días que corren ciudades enteras de toda Europa se hallen gobernadas por jefes comunales musulmanes. Y el proceso sigue en franco crecimiento.

Prácticamente ningún emigrante musulmán que ingresa a territorio occidental se muestra interesado en mezclarse con la cultura del país que generosamente lo recibe. Al contrario, desde que pisan ese suelo comienzan a conspirar contra las costumbres locales para combatirlas y desplazar a la población cristiana o judía con la que lejos están de mezclarse.

Suficiente revuelo causó la canción de cancha que un video de Enzo Fernández en la redes hizo famosa en todo el mundo. Pero más allá de las formas (y téngase en cuenta, sobre todo, que estamos hablando de una canción de cancha) el contenido de lo que dice es inobjetablemente cierto.

Esa incapacidad para la convivencia es radicalmente musulmana. No terrorista: musulmana. Es el islam el que crea al terrorismo y no al revés. Es el Islam el que veta el crisol pacifico de razas y no el terrorismo. Es el islam el que tiene por objeto la toma de territorio en donde se profesan otros cultos. Que haya grupos que hayan escalado la medida del odio hacia la acción directa de matar, es solo una diferencia de matiz en el grado de intolerancia. Pero son las directrices de una religion que impulsa la matanza de todo lo que no es propio la que le da la fuerza irracional que motoriza sus acciones.

Samuel Huntington en su monumental obra “El Choque de Civilizaciones” advirtió hace muchos años ya sobre este fenómeno. Si Occidente no considera seriamente la cuestión musulmana como un todo que incluye a los aparentemente pacíficos ciudadanos que, en principio, no portan armas, no logrará desentrañar el laberinto que hoy le plantean los guerrilleros.

Estos no podrían acceder ni al poder militar, ni a la inteligencia, ni a la capacidad operativa que manifiestan si no contaran con el respaldo institucional de países completos que apoyan y estimulan sus acciones.

Esos países están poblados por personas (como las decenas de miles que festejaban en Karachi el aniversario del 7/10) que sostienen los gobiernos que financian los crímenes. No solo los sostienen, sino que los impulsan a profundizar sus acciones.

Entonces, va de nuevo: no es el terrorismo, señores; es el islam. Occidente debe encontrar rápidamente una diagonal que corte sus aspiraciones tolerantes garantizadas por el derecho a la libertad de cultos con los hechos contantes y sonantes que lo están destruyendo. Lamentablemente la política de la mano tendida y el corazón abierto resumido como en ninguna otra parte en el pedestal que sostiene la Estatua de la Libertad en Ellis Island en la Bahia de New York, habrá sonado muy lírico y posible en un momento determinado del mundo, pero ya no lo es.

Si Occidente quiere preservar su libertad y los valores que construyeron la idea geopolítica más exitosa que la humanidad haya conocido jamás, debe actuar rápido y definir al enemigo con la mayor precision posible: no estamos hablando aquí de grupos terroristas que pelean por ideales delirantes desde un aislamiento soberbio pero solitario. No. Aquí estamos hablando de una religion profesada por millones que quire matar a los que profesan otras religiones. Es así de sencillo. Si el mundo civilizado cree que va a poder seguir enfrentando esa amenaza según las reglas limpias e inocentes que algún día pensaron los fundadores de la modernidad verá como todo su edificio se derrumba detrás de un torrente irracional no solo de bombas sino de gritos resentidos.

Y la primera medida de esa toma de conciencia por parte del mundo libre es dejarse de joder con declaraciones de corrección política como las que acaba de lanzar el inoperante de Macron y cerrar filas con el Estado de Israel para que cada recurso y cada palabra lleguen bien claros a los oídos del enceguecido enemigo musulmán. Sí, sí: dije “enceguecido enemigo musulmán”. No “enceguecido enemigo terrorista”.

Es triste, pero la oportunidad de la paz y de la libertad que Occidente entregó siempre a los que creían que llegando a él podrían vivir mejor, terminó. Ellos la terminaron. Ya no pueden ser bienvenidos. Lo radical es el islam en sí mismo, no solo los terroristas. Y allí donde expresen su alegría por la muerte de quien los invitó a vivir mejor, allí morirán, lamentablemente.

(The Post)




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