¡HÁBLAME CON RESPETO! ¡SOY EL JUEZ!

OPINIÓN

El 21 de septiembre de 1990, la mafia asesinó al Juez Rosario Angelo Livatino


Por Hernán Rodríguez Vagaría

El 21 de septiembre de 1990 mataron a sangre fría al Juez Rosario Angelo Livatino. Lo emboscaron en la ruta que va de Canicatti al Valle de los Templos (en Agrigento, Sicilia) y le dispararon. Herido, alcanzó a salir del Ford Fiesta que manejaba. Fue perseguido barranca abajo y ultimado con un disparo en la boca.

No quería un auto blindado ni escolta. “...Si tuviera miedo, haría otro trabajo...”, dijo alguna vez. Era un Juez comprometido, inflexible e incorruptible. La mafia no podía torcerlo y mucho menos perdonarlo. Era cuestión de tiempo. Estoy convencido de que su muerte hubiera sido igual de violenta si hubiera aceptado un auto blindado y escolta. Poco después, el Juez Giovanni Falcone (mayo 1992) y el Juez Paolo Borsellino (julio 1992) fueron acribillados junto a sus guardaespaldas. Rosario Livatino nació en 1952, fue un excelente estudiante y el 18 de julio de 1978, con 25 años de edad, llegó a ser Juez. Era un apasionado del Derecho y profundamente devoto. Por ello sus colegas, con picardía y admiración, decían que tenía la inteligencia de Richelieu.

En sus anotaciones personales de aquel 18 de julio de 1978 puede leerse “...Hice el juramento; a partir de hoy, estoy en el Poder Judicial. Que Dios me acompañe y ayude a respetar mi juramento y a comportarme como exige la educación que me dieron mis padres...”.

Rosario no quería ser un héroe sino simplemente cumplir con su deber. Y lo logró. Honró la profesión, honró a la magistratura, honró a la Justicia, honró a su familia y honró a sus principios cristianos.

Con la humildad del creyente, rápidamente entendió el drama que implicaba juzgar a otro ser humano. Tenía claro que el pecado es la sombra y que la luz es necesaria para juzgar pero también que ningún hombre es luz absoluta. “...El que esté libre de pecado que arroje la primera piedra...” (Juan 8: 1-7).

Rosario sostenía que el Juez no sólo debe ser sino también parecer. “...El Juez debe ofrecer la imagen de una persona seria, equilibrada y responsable; la imagen de un hombre capaz de condenar, pero también de comprender, sólo así puede ser aceptado por la sociedad: este y solo este es el Juez de todos los tiempos...”.

En línea con lo anterior, en una de sus conferencias sostuvo que “...La persona que pide Justicia debe poder creer que sus razones serán escuchadas con atención y seriedad...”. Con sus investigaciones, juicios y sentencias quiso liberar a Sicilia de las organizaciones criminales. Y al momento de juzgar a sus miembros no utilizó las herramientas punitivas del estado como una venganza ya que impartir Justicia, para él, era un acto de amor: “Dad a cada uno la caridad de la verdad” (Ef 4:15).

Su fe cristiana y su estoico sentido del deber pavimentaron el camino para su beatificación el día 9 de mayo de 2021. “Mártir de la Justicia y la Fe”, lo llamó el Papa Francisco.

Rosario vivió y murió de acuerdo a sus ideales. Rosario creía en la Justicia del Estado de Derecho y vivió su magistratura intensamente con la esperanza divina de que el bien lograría imponerse sobre el mal y con la certeza, también divina, de que ello solo sería posible con esfuerzo, perseverancia e independencia. Para vencer al mal no hay espacio para la pasividad, la mediocridad ni las corruptelas.

Gracias a su integridad y su firme convicción, tuvo la autoridad y dignidad para interrumpir los embustes y galimatías del capo de la mafia en una audiencia que pasaría luego a la historia. Mirándolo a los ojos, con aplomo de torero, pudo espetarle un: “...¡Háblame con respeto! ¡Soy el Juez! ¡Soy el Señor Juez!...”.

En ese episodio y en esas breves palabras encuentro cifrada una síntesis inagotable de la sabiduría, fuerza y belleza del mensaje de Livatino. Y por ello, con esas palabras, es como me gusta recordarlo hoy y como los invito a ustedes a reflexionar sobre su ejemplaridad y sobre su perenne y universal trascendencia.

En estos días habrá una muestra sobre la vida y obra de Rosario Angelo Livatino en la Facultad de Derecho de la Universidad Católica de Buenos Aires, a la cual recomiendo asistir.

(Infobae)


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