OPINIÓN
Dijo ¡Marcelo Gallardo! Sí, sí, no era Milei, era Gallardo
Por Carlos Mira
El superhombre de River, aquel que todo el mundo esperaba en Núñez para que, poco menos que de la noche a la mañana, llevara al equipo a aquellos días soñados de 2015 o 2018, se confesaba a corazón abierto aún luego de que su equipo hubiera obtenido un triunfo muy importante en el partido de ida por los octavos de final de la Copa Libertadores de América.
La respuesta era una reacción espontánea ante al reclamo de que el equipo fluyera como en las mejores noches de Napoleón. ¡Es Gallardo, después de todo! ¿Cómo no estamos viendo una reconversión, de la noche a la mañana, que vuelva las cosas a la normalidad?
Así funcionan las cosas en el imaginario de la muchedumbre. El efecto “masa” que tiene la formidable fuerza de producir desenlaces rápidos a veces exige con la misma rapidez la concreción de los resultados que tanto se habían visualizado en ese inconsciente colectivo que los impulsó.
Pero luego llega la realidad, los tiempos, los obstáculos. Y eso que Martín Demichelis no dejó a River peleando el descenso, fundido por malos mercados de pases, inhibido por deudas contraídas al contratar muertos que nunca funcionaron. No, no, no… Demichelis dejó un equipo campeón tres veces bajo su dirección, clasificado como el mejor de todos en la fase de grupos de la Copa Libertadores 2024, con una ubicación competitiva en el campeonato…
Pero, claro, contra el imaginario de la muchedumbre que, por otro lado, veía a un Gallardo sorpresivamente sin trabajo, aceleró los tiempos para que el más ganador de todos llegara de nuevo al club.
La previa al partido con Huracán fue una fiesta. La gente creía que, en lugar de esperar en los playones de la avenida Figueroa Alcorta, en realidad se agolpaba en el Paseo de la Castellana, en el barrio de Chamartín, en Madrid, para ver de nuevo al campeón de 2018…
Pero no. Mas allá de que el equipo se puso en ventaja rápido, lo que siguió fue un bostezo. Bastante peor incluso que en los criticados últimos partidos de Demichelis. “¿Cómo? ¿Y la magia del Muñeco?”
“No puedo hacer magia”, decía Gallardo… Instalado en una realidad institucional ordenada, económicamente poderosa, deportivamente consagrada, aún así, no podia transformar en realidad el imaginario de la muchedumbre de la noche a la mañana… Necesita tiempo…
Traslademos la imagen a otro que acaba de decir “no puedo hacer magia”, el presidente Milei, que, en el Council of the Americas, repitió los increíbles logros de su gobierno en materia macroeconómica pero que al mismo tiempo admitió que no son suficientes para que el ciudadano medio vea reflejado en su propio bolsillo las consecuencias beneficiosas de semejante trabajo de puesta en orden.
De nuevo el imaginario de la muchedumbre, que había escuchado al Milei candidato hacer gala de un dominio fuera de lo común de variables económicas que nunca fueron el fuerte de ningún presidente argentino, visualizó un cambio copernicano e inmediato a tantas penurias si le daba su voto y lo hacia presidente.
Sin embargo, pese a que Milei fue el único candidato a la presidencia que anticipó que si ganaba el crujido del ajuste iba a ser monumental, hoy luego de 7 meses en el gobierno y con los chirridos de esos engranajes sufrientes a pleno volumen, muchos dicen “¿Cómo? ¿Y la magia del Peluca?”
“No puedo hacer magia” dijo el presidente que recibió un “club” no con tres campeonatos recientes en el lomo ni con la mejor performance en su “ultimo torneo” sino un club fundido, casi extinguido, cruzado por una corrupción galopante que lo destruyó física y moralmente, con deudas extraordinarias, con pérdidas monumentales de canillas abiertas que inundaban la cubierta de un barco que se hundía; un “club” sumido en una pobreza extrema, casi sin ingresos, sin “plantel”, con “inhibiciones” internacionales heredadas de una mala praxis apoteótica…
En seis meses el presidente eliminó el déficit fiscal, saneó el 70% del balance del Banco Central, eliminó el déficit cuasi fiscal de la montaña de letras que había inventado el kirchnerismo, ajustó 15 puntos del PIB en gastos y eliminó la emisión monetaria; sorteó el peligro de una hiperinflación -que la mayoría de los especialistas consideraba poco menos que indefectible- y recuperó el poder adquisitivo de la moneda local desde un ritmo de depreciación mensual que ya arañaba el 20% en diciembre de 2023 a 3% en julio de 2024…
¿Es suficiente para satisfacer el imaginario de la muchedumbre? No, no es suficiente. El equipo ganó el partido de ida de los octavos de final de la Copa pero el hincha sigue sin ver las fintas de Pisculichi, los cortes de Ponzio, los goles del Pity Martínez y las proyecciones de Casco o Vangioni… “¡Muñeco, vamos querido..! ¡¿Que te pasa!?”
Y el Muñeco dice “No puedo hacer magia… ¡Van 8 días desde que llegué!
La Argentina ganó un orden macroeconómico como no tenia probablemente desde Carlos Pellegrini pero el ciudadano sigue sin ver la heladera llena, oportunidades de trabajo, certidumbre del presente y optimismo para el futuro… “¡Peluca, vamos querido! ¡¿Que te pasa!? Y Milei dice “No puedo hacer magia… ¡Van 8 meses desde que llegué..!”
Pero los paralelos entre River y la Argentina terminan acá: Milei no es a la Argentina lo que Gallardo es a River. Y la realidad de River (institucional y económicamente) no es la realidad de la Argentina. La espalda y la proyección de Gallardo en River es poco menos que infinita. La espalda y la proyección de Milei en la Argentina es limitada. Gallardo en River es indiscutido; Milei en la Argentina, no. Gallardo en River puede especular con que su puesto -y hasta su prestigio- no dependen de un par de derrotas. Milei depende desesperadamente de que lo que haga repercuta rápidamente en el bolsillo de la gente. Gallardo en River no tiene que someter al hincha a ningún sufrimiento como “precio” para que el fútbol futuro del equipo sea mejor. El futuro mejor que Milei puede ofrecer depende de la tolerancia ciudadana a remedios horribles.
¿Cuán fuerte será el imaginario de la muchedumbre para que la fortaleza resista el riesgo de la desilusión? Nadie lo sabe. Pero sí se puede medir el nivel de injusticia que la ciudadanía cometería si, después de soportar un régimen que la envío al más oscuro de los descensos, fuera intolerante con el “técnico” que esta haciendo lo que esta a su alcance para llevar al equipo otra vez a primera.
¿Por qué, después de todo, los argentinos serían tan magnánimos con quienes los sometieron a todo tipo de vejaciones y tan crueles con quien se calzó el “buzo” en el peor momento de la historia del “club”?
Cuando uno recuerda -algo decíamos en nuestra columna de anteayer- los estragos que los “directores técnicos” anteriores le provocaron al equipo y, al mismo tiempo, tiene conciencia de la tolerancia que la “hinchada” ha tenido con todos ellos, le resultaría muy difícil creer que el imaginario de la muchedumbre fuera impiadoso con el “técnico” que pelea contra el tsunami con dos escarbadientes.
Pero, bueno, todos sabemos cómo es el “hincha”. Todos sabemos que cuando las inexplicables pasiones del fútbol copan el raciocinio, de nada vale que Demichelis ostente sus títulos y muestre sus logros: cuando “la gente te picó el boleto”, estás listo.
¿Le “picará” la gente el boleto a Milei antes de que Milei pueda mostrar un logro palpable en la billetera de los hinchas? Tampoco lo sabemos.
Pero sí sabemos algo: quien espera con los cubiertos en la mano para hacerse de nuevo cargo del “club” no es el Muñeco campeón de todo… Es la hydra corrupta que lo mandó a jugar con Sacachispas.
(The Post)
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