OPINIÓN
Un país como el que llegó a ser la Argentina en términos sociales y económicos no se arruina de un día para el otro
Por Sergio Schneider
Esa es una tarea que lleva mucho tiempo y que, sobre todo, demanda una dirigencia con capacidad suficiente como para chocar la calesita una y otra vez, sin caer jamás en la tentación de hacer las cosas como las hacen los países que progresan. Nuestros hombres y mujeres del poder cumplieron sobradamente con los requisitos. Ninguna otra nación tropezó tantas veces con las mismas piedras ni repite sus calamidades con una fidelidad semejante.
Esa dedicación a la búsqueda del objetivo ha sido tan intensa que cuando alguno de ellos cometía algún acierto, tarde o temprano lograba volver a enfilar el tren rumbo al precipicio. Por eso en el último medio siglo de historia, los breves años de políticas virtuosas acabaron siendo enmendados con ciclos autodestrutivos que -también casi siempre- comandaban los propios responsables de las etapas saludables.
INDICES DEMOLEDORES
Parece una interpretación desmoralizadora de nuestra historia más próxima, pero no hay otra manera de entender el derrotero de esta Argentina que el siglo pasado parecía no tener techo y ahora parece no tener piso. El 54,9% de pobreza calculado por el Observatorio de la Deuda Social (de la Universidad Católica Argentina), en base a datos oficiales de la Encuesta Permanente de Hogares, es una evidencia rotunda. Más aun considerando que más de la mitad de ese universo corresponde a pobres estructurales. El mismísimo director del OBDSA, Agustín Salvia, dijo en septiembre del año pasado, en una conferencia dictada en Resistencia, que alrededor de un tercio de la población nacional es pobre desde hace treinta años.
¿Y qué decir del Chaco, donde la misma fuente estima una pobreza del 79,5 por ciento en el Gran Resistencia? Es una locura. Ocho de cada diez chaqueños -tomándonos la licencia de extrapolar la proporción del área metropolitana al resto del territorio provincial- no cubre sus necesidades básicas. Cuatro de cada diez ni siquiera comen lo suficiente cada día. Si estos números son así en el total del conjunto, ¿cómo serán las cifras para niños y adolescentes, una franja en la que las mediciones siempre son peores? ¿Será que ya aquí nueve de cada diez chicos vive en situación de pobreza?
Las cifras son el espanto mismo, pero se tornan peores porque no parecen generar nada realmente nuevo en la dirigencia. Como los músicos del Titanic, tocan valses en la cubierta mientras alrededor pasa de todo.
POBREZA INTEGRAL
El escándalo de las denuncias contra Alberto Fernández formuladas por su expareja, Fabiola Yáñez, explica en alguna medida por qué las cosas están así. Es porque la pobreza es el resultado de décadas gobernados por una dirigencia que está a tono: es absolutamente pobre. En ideas, en coraje, en ganas reales de cambiar las cosas. Por eso mientras miles de personas morían durante la pandemia, o recibían la noticia de que sus seres queridos fallecían, sin siquiera poder salir a darse un abrazo con amigos y familiares, el presidente filmaba videos como si estuviera ingresando recién a la pubertad. Y a la par, le propinaba palizas a Fabiola Yáñez -de acuerdo con la denuncia de ella- mientras hacía discursos encendidos contra la violencia de género.
Las revelaciones generaron una ola casi unánime de repudios. La mayoría genera serias sospechas si la motivación es una convicción moral o una conveniencia circunstancial. El kirchnerismo, por ejemplo, aprovechó para darse al fin el gusto de apalear en manada a su candidato de 2019, con una inmediatez y contundencia que no se vio en las denuncias contra otras figuras, mucho más afines, como el exgobernador tucumano José Alperovich (recientemente condenado a 16 años de prisión por violar a una sobrina) o el intendente Fernando Espinoza, de La Matanza, territorio estratégico de la provincia de Buenos Aires, procesado por abuso sexual, que compartió acto con Axel Kicillof hace algunos días. Con ellos hubo miradas al costado, silencios, sanatas que sacaban la pelota de la cancha. Para Alberto hay ajusticiamiento liso y llano.
Por supuesto que no faltó el tuit de Cristina. La expresidenta, mentora absoluta del Alberto presidencial, atraviesa todos los temas como quien cruza un arroyo cordobés. Como si fueran piedras, Cristina cruza apoyando los pies en pedazos de su ego. No importa qué suceda, siempre desembocará en un relato autorreferencial. Su texto, escrito como siempre desde un púlpito libre de culpas sobre la situación actual del país, dice, básicamente, que en esta historia, por muy personal que parezca, la víctima mayor es ella.
EN LA PROVINCIA
En el Chaco, el peronismo también dio a conocer rápidamente una declaración de condena a Fernández, aunque un año atrás hacía un culto del silencio frente al crimen de Cecilia Stryzowski, caso que involucra a dos de sus dirigentes "sociales" más queridos, o las denuncias contra otro referente piquetero cobijado por el anterior oficialismo, Osmar Quintín Gómez, por la supuesta violación de una mujer que trabajaba para él sin salario alguno, a cambio de la promesa de que alguna vez lograría ser personal estable de una escuela administrada por la organización de Gómez con fondos que le proveía el Estado.
Los periodistas militantes y algunas "orgas" funcionales al gobierno relativizaban todas esas historias; se enojaban más con la madre de Cecilia que por toda la podredumbre que destapó el crimen de la joven desaparecida; demostraban, una vez más, que para una manera de entender la acción política hay aberraciones que son aberrantes y otras que... no tanto.
Con la Venezuela de Maduro sucede parecido. Al kirchnerismo le cuesta horrores (y finalmente no le sale) condenar lo que se confirmó como una dictadura lisa y llana. Si los crímenes de lesa humanidad que se vienen cometiendo contra opositores del régimen desde hace años no eran suficientes para poner esa etiqueta, ahora además se malversan descaradamente los resultados de las elecciones. De nuevo: las violaciones a los derechos humanos, si son en nombre de una causa catalogada de popular, se pueden soslayar. Está lo malo que es malo y lo malo que es bueno.
LÓGICA PURA
Si así sucede con los valores más importantes (la vida, los derechos básicos de las personas, la libertad), ¿qué puede quedar para cuestiones menos terribles? Si aun lo más tremendo es aceptable, ¿por qué no estaría justificado robar, empobrecer, arruinar generaciones, privar a la sociedad de un proyecto de nación basado en la educación y el trabajo?
El resto del arco político se declara asqueado dejando dudas similares. El gobierno nacional debe celebrar íntimamente que la historia de Alberto se ponga en primer plano, siquiera por un rato, relegando a un registro fuera de foco a la recesión económica y su impacto en la vida de millones de hogares.
Una de las demostraciones más claras de que la Argentina fue una gran nación es que aun habiendo sido gobernada por quienes pasaron por el poder, todavía existimos. Tan grande que aquí, pese a todo, todavía se sueña con dar vuelta el partido.
(NORTE Chaco)
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