LOAN

OPINIÓN

Sorprende leer en los diarios que en el litoral se da por sabido que las desapariciones de niños son frecuentes



Por Daniel Zolezzi

Pasó el tiempo y los canales de televisión ya no están en Corrientes. Cumplieron un rol importante para que el caso de Loan no quedara impune, pero la intriga del televidente no se sostiene sin un desenlace. El rating decae. Y el caso de este inocente –Dios quiera que nos equivoquemos– parece lejos de esclarecerse.

Sorprende leer en los diarios que en el litoral se da por sabido que las desapariciones de niños son frecuentes. Y que, por lo general, no se los recupera. La primera pregunta que uno se hace, es qué han hecho la Nación y las Provincias para combatir ese mal. Nada. O nada eficaz.

No es casual que el comisario de la localidad en la que desapareció Loan figure entre quienes ya están presos. En cuanto a las justicias actuantes, la provincial correntina más haber incurrido en el dolo que simplemente orillarlo. Y la federal, actualmente a cargo del sumario, cuando ordena alguna medida probatoria, lo hace mucho después de que la pidan a gritos los expertos y los periodistas a cargo del caso.

Además, como lo admiten las autoridades, los niños que se sustraen –o se compran – lo son para ser víctimas explotación sexual, de extirpación de órganos, asesinato mediante, o de sacrificio en ritos satánicos. Hacerlo con fines de darlos en adopción, monstruosidad muy poco menor, no es tan frecuente.

En Santiago del Estero, zona tan estragada de vulnerabilidad como la del litoral, ocho años atrás el niño Mario Salto, fue secuestrado, violado y descuartizado. Descuartizamiento que comenzó cuando aún se hallaba con vida. Fue una ofrenda a San La Muerte de quienes adhieren a ese satanismo.

Algunos de los culpables fueron sentenciados a prisión perpetua, cosa que muy raramente han de cumplir. Ejemplos sobran. Otros asistentes al ritual, incomprensiblemente, recibieron las exiguas penas de 11 y de 3 años, como si tomando parte en él no fueran partícipes de ese diabólico crimen, lo cual los hace merecedores de la misma pena que su autor material conforme artículo 45 del Código Penal.

CASTIGO INSIGNIFICANTE

En cuanto a Loan, en el que por ahora se investiga sólo su sustracción, sus autores enfrentarían una pena de 5 a 15 años de prisión según el art. 146 de dicho Código, castigo insignificante para acto tan perverso.

Ni este mundo contemporáneo, tan propenso a tratados que atenúan penas, ni su máxima expresión jurídica, las Naciones Unidas, nacieron al pairo de la benevolencia punitiva. A las Naciones Unidas las reunieron, en torno a ellas, las potencias vencedoras en la segunda guerra mundial. Que, al mismo tiempo, ahorcaban en Nuremberg a jerarcas de la potencia vencida, por crímenes a cuyo lado no empalidecen los que aquí comentamos.

Nuestro país se ha plegado, con la deplorable reforma constitucional de 1994, a la condescendencia con la que lo políticamente correcto observa a crímenes tan diabólicos como el de Mario o a secuestros como el de Loan. Desde entonces, la pena de muerte está vedada por haberse adherido en ella a la Convención Interamericana sobre Derechos Humanos que la prohíbe.

Ahora bien, el mismo texto constitucional prevé la denuncia de tal Convención si así lo deciden los dos tercios del total de los votos de cada Cámara del Congreso. Hora es que los legisladores lo hagan. Crímenes como los de Mario y secuestros como el de Loan son de una ferocidad catalogable de lesa humanidad. Y sus autores no merecen otra pena que la de muerte.

(LA PRENSA)


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