EL FUEGO ARDIENTE DE LA PAZ

EDITORIAL

El subtítulo de esta reflexión podría llamarse: "Por la paz del mundo un santo es capaz de caminar entre las llamas", o "El rostro de las personas"

Por Luis A. Illuminatti

Amigos de La Gaceta Liberal: Anoche tuve la suerte de encontrar en el Canal Santa María una perlita. Luego al dormirme tuve un sueño parecido al de Martin Luther King. Una película de San Francisco, filmada en 1961, que yo había visto de niño. En la piel de Francisco se mete el gran actor Bradford Dillman. Sobresaliente su actuación. Desde el comienzo hasta el final se aprecia como el rostro del actor se va transfigurando hasta parecerse a Cristo; uno tiene la impresión de que el actor, Francisco y Jesús convergen en cada escena. Una epifanía cinematográfica, por así decirlo. Una de las mejores escenas me pareció es cuando el santo marcha solo a las Cruzadas y se encuentra cara a cara con el sultán y para arribar a un tratado de paz entre musulmanes y cristianos le propone encender allí mismo una fogata para pasar Francisco o sus imanes, a través del fuego, pero ninguno se atrave y cuando Francisco va a hacerlo, el Sultán se conmueve al ver una fe semejante y se lo impide y así lo deja marchar en paz de regreso y sin que nadie lo matara o le hiciera daño. Estoy seguro que si San Francisco bajara del cielo y Dios se lo permitiera, iría por segunda vez a Tierra Santa y entraría a las llamas con tal de que haya Paz en Medio Oriente.

El rostro es el símbolo de la persona y el reflejo de un alma sincera o por el contrario, de un alma torva. Gracias al rostro y sus rasgos especiales, únicos, puedo dirigirme a la otra persona, estableciendo un diálogo, entrando en comunión con ella, entrelazando palabras. Ser visto por el rostro del otro -y viceversa- lo saca a uno del anonimato y de la indiferenciación del grupo o la masa.

A algunas personas les produce un sacudimiento interior -como el síndrome de Stendhal pero sin desmayo- contemplar el extraordinario retrato de San Francisco, obra de Cimabue (alrededor de 1285), en la Basílica de Santa María de los Ángeles de Asís, considerado el primer retrato del santo. Francisco está representado de pie mientras recibe a un peregrino en la entrada de la Basílica inferior, para presentarlo a la Virgen con el Niño. Su rostro es pensativo, sufrido, pero al mismo tiempo sereno, como sugiere una ligera sonrisa insinuada en sus labios. Sus orejas son grandes y desplegadas: el santo es aquel que escucha atentamente la palabra de Dios. Está sosteniendo el libro de las Escrituras y tiene la mirada dirigida hacia el peregrino, infundiéndole una confianza ciega, ilimitada. Con ardiente naturalidad, Cimabue representa al santo de Asís con las llagas en el costado, las manos y los pies. Tiene el nimbo dorado detrás de su cabeza, Francisco parece un alter Christus. Así la vida de Francisco fue verdaderamente una imitatio Christi. Mi abuela paterna -italiana, oriunda de Pausula, Las Marcas- Maria Properzi visitó cuando era soltera el pueblo de Asís y pudo ver dicho cuadro en la Basílica Santa María de los Ángeles y sintió una dulcísima sensación al mirar el cuadro y se le llenaron los ojos de lágrimas al pensar que en ese peregrino están retratados todos los cristianos que peregrinan por este mundo.





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