OPINIÓN
A nadie importan los jubilados, licenciado. Me corrijo: pueden importar nuestros jubilados, nuestros viejos o abuelos, pero nosotros no pensamos en nuestras jubilaciones
Todos cobraremos la mínima o alguna miseria similar si no resolvemos urgentemente un problema que arrastramos hace medio siglo: el envejecimiento poblacional.
Mire, licenciado, una cosa me lleva a la otra y mi cabeza explota de datos que se encadenan en todos lados. Me sorprende cómo América Latina sigue en su camino de exportación de ideas políticas que resetean las ideologías tal como las conocíamos.
Durante muchos años, la izquierda europea tuvo como paradigmas el progreso de la humanidad, de allí su vinculación a una palabra que, etimológicamente, suena preciosa: progresismo. En América Latina, puntualmente en la Argentina, donde tenemos un posgrado en cambiarle la connotación a las palabras, ser “progre” pasó a ser un insulto. Y con buenos motivos bastante justificados.
La izquierda de allá, con el transcurso del siglo XX y el espanto del stalinismo, creó una de las variantes más soft y que más impacto tuvo en la historia política del Viejo Continente. La socialdemocracia es, desde su propia definición, una bandera plantada: se cree en el intervencionismo estatal para promover la equidad social, y también se cree en el capitalismo y en la democracia institucional. La centro-izquierda. O una izquierda centrada, como prefiera.
Cuando Moscú y Washington utilizaban a América Latina para jugar a una guerra que era fría sólo para ellos, la izquierda europea en sus distintas expresiones no vio esta joda de guerras de guerrillas y terrorismo de Estado como una forma de los poderosos de ir a jugar al patio de atrás. La Revolución Cubana fue una oda del pacifismo, “la era está pariendo un corazón”, el Che es un gran stencil y su revolución un síntoma de amor. Por las balas, pero amorosas.
Algo pasó, a fines de la década de 1960, post Mayo Francés, que torció todo para Europa. Desde París salían fondos y directivas para el Ejército Revolucionario del Pueblo y a París fueron a parar los exiliados argentinos una vez llegado el Proceso de Reorganización Nacional. Algunos eligieron México, otros fueron a Madrid, donde también había una dictadura, pero mirá qué fácil que se la tolera de tapa en tapa. Los más asqueados de todo optaron por Suecia y vivieron en carne propia lo que es la diversidad ideológica cuando se tiene un proyecto de país y no una colección de proyecciones psicológicas como modelo a seguir.
Al resto de Europa la hicimos mierda. Más pasó el tiempo, más les arruinamos las mentes. Llegado el siglo XXI, surgió una nueva corriente izquierdista admiradora de esa oleada que en menos de seis años ocupó las presidencias de todos los países de Sudamérica con líderes auto percibidos progresistas. Y digo auto percibidos porque en la misma bolsa entran un Tabaré Vázquez y una Michelle Bachelet con una Cristina Kirchner y un Rafael Correa. Es el tema de comprar el combo: va con todos.
Pero esta nueva izquierda que empujó y se hizo un lugar en la Europa que nos es más cercana, no sentía que había que aceptar lo molesto: estaban fascinados con lo más asqueroso del combo. Así es que surgió una izquierda chavista, que también tiene su propio combo. ¿Qué quedó de aquella izquierda culta, nutrida de institucionalidad, una de las piedras fundacionales de la nueva Europa del siglo XX? Nada. Hoy son tuits de Errejón sobre cosas que no entiende, la corrupción del coletas de su amigo político, una Francia que tiene miedo de decir que son franceses y una sensación estandarizada de que las peores prácticas de la política son válidas para llegar y conservar el Poder. El fin y los medios son lo mismo, ¿vio, licenciado?
Gente que se autopercibe progresista mientras reivindica los derechos LGTB, se opone a la revolución de la anti hijab en la teocracia iraní, cree que Putín es la castellanización de Stalin y odia al judaísmo. ¿Ve por qué digo que los hicimos mierda?
Luego llegó la colonización inversa total. Comenzamos lentamente con un proceso de infiltración. Buscamos partidas de nacimiento de personas que fallecieron unos años antes de que naciéramos, o la ligamos por línea directa, da igual. La ciudadanía pasó a ser un derecho adquirido, pero al estilo argentino: la voy a obtener aunque me chupe un huevo todo lo que implica ser ciudadano de otro país.
Si uno toma la cantidad de apellidos italianos que habitan Valencia, Barcelona y las Canarias, puede llegar a creer en una migración interna europea. Son todos argentinos. Y tiene lógica: puedo ser ciudadano italiano sin saber italiano. Sin saber qué votan los italianos. Sin saber que cuando dicen Torino no se refieren a la gloria automotriz argentina sino, sencillamente a la ciudad que nosotros llamamos Turín. ¿Cómo permitieron eso? Bueno, primero porque notaron que sus poblaciones envejecen. Segundo, porque los hicimos pomada.
El envejecimiento poblacional es una realidad que aqueja a varios países del primerísimo mundo y que no saben, todavía, cómo resolver sin que eso genere mayores dolores de cabeza. ¿Cuál es puntualmente el problema? Bueno, para comenzar, previsional: si aportás el 10% de tu salario a lo largo de cuarenta años y pretendés cobrar el 82% durante otros 30 años, hay un desfase espantoso. Y como los sistemas previsionales son de reparto, la jubilación actual la pagan los laburantes en actividad. No es un ahorro de los que se jubilaron. No me llore, licenciado, que ya sé que usted también es monotributista y se jubilará con la mínima. ¿Cómo? ¿Pasó a responsable inscripto? Mi pésame.
El problema crece aún más con el paralelismo del ascenso social. Un trabajador de un empleo primario decide que su hijo no trabaje con él, sino que continúe con sus estudios secundarios. Ese hijo decide ponerse un comercio. Luego decide que su propio hijo no trabaje con él, sino que vaya a la universidad. Ese puesto en el comercio queda vacante y alguien tiene que cubrirlo. Si todos tienen educación secundaria, no hay mano de obra para trabajos primarios. Si todos fueron a la universidad, tampoco hay para empleados de servicios básicos. ¿Quién los cubre? El inmigrante, obviamente.
Cuando la economía de un país se contrae y aparece una crisis de empleo, un grupo de citadinos educados señala al inmigrante como responsable de ocupar los trabajos que los nacionales no quieren ocupar. No me lo estoy inventando. Pasó en la Buenos Aires de principios del siglo pasado, pasó en el Este de Inglaterra con los portugueses y los albanos a principios de este siglo. Ahora no les caen tan mal: al menos son cristianos.
Pero si los personajes más pelotudos de la izquierda europea compraron discursos tercermundistas, las otras opciones le fueron en saga.
En la Argentina también vivimos un proceso de envejecimiento poblacional desde la década de 1970. Para arrancar, mi abuela nació en 1930, cuando la esperanza de vida de una mujer era de 50 años. Sin embargo, se jubiló a la edad que se jubilaban las mujeres nacidas en 1930: a los 55. Su primer empleo en blanco lo tuvo a los 20. Aportó 35 años a una jubilación. Falleció 37 años después de jubilarse. ¿Qué sistema resiste si la gente vive más de lo que aportó y la economía no se expande? ¿Me entiende?
¿Y si le agregamos que 78% de las mujeres y el 43% de los hombres se jubilaron con moratoria? Muchos ven en esto una injusticia con los jubilados que cumplieron con la totalidad de sus aportes. Yo agrego que es la prueba de la enorme economía en negro que impide el financiamiento del mismo sistema al que acogen a los jubilados.
Las bondades de la ciencia hace que vivamos cada vez más. Todos quedamos pasmados al ver el porcentaje más grande del gasto del Gobierno: casi el 60% del presupuesto nacional para la seguridad social. Y como en la Argentina no existen tantos jubilados, todos apuntaron a los planes sociales. Y con razón.
Hace una década, aproximadamente, –debería buscarlo– desde aquí sacamos la cuenta de cuánto podría resistir un sistema en el que la gente de menores recursos tiene muchos más hijos que la gente de recursos medios y altos. Más que oponerme a los planes, remarqué que, por mi experiencia en conversaciones, muchos hablan de sus hijos con un nivel de pertenencia que daría la sensación de que es lo único que los une con el resto de la sociedad: poder tener hijos.
Ahora, con esto del envejecimiento poblacional argentino ¿a qué sector pertenece la mayoría de los jubilados? Saque su cuenta de por qué no llegan los que no llegan, pero tenga en cuenta la comparativa de por qué siguen laburando a pesar de jubilarse: un tercio son universitarios y ganan bien. ¿Adivina, licenciado, por qué lo hace el resto?
A nadie le interesa, a esta altura del siglo XXI, que nos planifiquen la vida. Hay personas que no quieren tener hijos para poder recorrer el mundo. Saben que la economía no les dará para las dos cosas. Hay mucha gente que fue educada para no tener más hijos de los que puede mantener. ¿Cuánto ha impactado las constantes crisis económicas de la Argentina iniciadas en cadena, casualmente, en la década de 1970?
En Europa, ante la ausencia de villas miserias que ocupen dos tercios de un conglomerado urbano en sus alrededores, encontraron un razonamiento similar, pero respecto de los musulmanes y negros: tienen mil hijos, mientras que el europeo de clase media prefiere tener un hijo o una mascota. No tendremos una oleada musulmana, pero hemos exportado el argumento del crecimiento poblacional de las clases bajas.
Si realmente creen que los moros son un problema demográfico y que Europa está a punto de desaparecer en manos de los bárbaros, ¿no se les ocurrió tener más hijos? ¿No les parece una buena idea? Ahora lo digo para allá y para acá: si son conservadores y quieren volver a los valores católicos y occidentales, no hagan beneficio de inventario. No al divorcio, no a la anticoncepción y un mínimo de tres pibes por pareja para sostener el sistema previsional. Lo dicen los previsionalistas europeos y lo dice el Papa Francisco.
A tener críos, licenciado. A tener más chicos de los que se pueden mantener. Que todos tengan que salir a aceptar laburos primarios para contribuir a la economía hogareña y a la sociedad. En cuanto tengamos todos los puestos de trabajo ocupados, no habrá lugar para que venga nadie y serán todos felices y nacionalistas, sin problemas.
Porque las políticas activas de control y asimilación tienen un límite cultural. Argentina hizo todo lo que pudo y más para moldear una sociedad en la que primen los intereses del país por sobre las culturas de los países de origen. De hecho, acá se habla castellano a pesar de ser el idioma de solo el 30% de la inmigración. Pero la asimilación también tiene límites y se aceptan cambios culturales en la alimentación, en los horarios, en las modas y en las costumbres políticas, quieran o no quieran. Parte de la historia que preferimos no contar es que aquel país de ensueño de hace cien años que todos añoran, es el país en el que ninguno de nuestros abuelos inmigrantes tenían ni voz ni voto.
Sí, ya sé que nos pasamos, licenciado, pero se me hace difícil. ¿Cómo vas a tener un discurso conservador si llegás a los 60 años sin pibes cuando podías tenerlos? ¿Cómo vas a ser conservador tradicionalista de Dios, Patria y Familia con dos o tres matrimonios encima? El Presi pasó de dar clases de sexo tántrico a no tener siquiera pretendiente al trono consorte. Entre su hermana y él tienen cero hijos. Sus propios padres mantuvieron su cuota poblacional. Sus dos hijos las redujeron a cero. El único funcionario del gobierno casado en primeras nupcias es el ministro de Economía. El resto, todos separados o solteros, segundas, terceras nupcias, sin hijos, con un pibe o con cinco críos, divorciado y comulgando en contra de todo mandato católico como el flamante Jefe de Gabinete.
Los de Vox, al menos, son coherentes: de Abascal para abajo, ninguno tiene menos de cuatro pibes. Es como si fuera una condición para ingresar.
Y si también se oponen a que los homosexuales tengan hijos, piensen qué prefieren, porque todo no se puede y alguien debe pagar nuestras jubilaciones.
Sí, ya me voy.
PD: Una consultora en duelos familiares a cargo de la educación, el desarrollo social, el trabajo, la cultura y el desarrollo infantil. En este país hambreado, de laburantes en grone y/o pauperizados, con 7 de cada 10 chicos pobres. ¿Qué podría salir mal?
¿En serio confiaron en que una militante kirchnerista conversa era una buena opción para ser la responsable legal y técnica de un mega ministerio? ¿No se dieron cuenta de que podía no tener la más puta idea de derecho administrativo? Ni me quiero imaginar el resto de todas las áreas del Estado.
Siga, siga. Pueden decir que “los periodistas que critican a Milei no dijeron nada de” y continuar la frase con cualquier cosa que se hayan enterado a través de los medios. Y mis colegas se pueden joder bien jodidos al ligarla, por mirar para otro lado, por preferir mostrar que saben diferenciar al regimiento de los Patricios del de Granaderos, por denunciar un golpe de Estado desfinanciador, o por correr la coneja atrás de funcionarios que hasta hace seis meses tenían que pagar para conseguir que alguien los entreviste.
Pueden y podemos continuar con la manía de fingir demencia, de creer que es todo un acting y que hay que dejarlo pasar porque es divertido. Y sí, si yo viviera en otro país, como Dinamarca o Mar del Plata, también me cagaría de risa.
Pueden sumarse gratis a campañas de desprestigio por las que otros cobran. Pueden prenderse en campañas de desinformación que otros facturan. Total, “es esto o vuelven los otros”. Siempre habrá “otros”. Se va a morir Cristina y habrá “otros”. Se extinguirá el PJ y habrá “otros”. Porque los hubo antes. Porque es la historia de la humanidad: siempre habrá gente dispuesta a cualquier cosa por el Poder y siempre habrá gente dispuesta a voltear al poderoso. La Argentina no es tan importante para ser el único caso del mundo.
Quiero que salga todo bien y me importa poco y nada la autoestima de ningún carente emocional: solo quiero pagar el alquiler y mantenerme. Mirá la mierda con la que me conformo y ni eso tengo garantizado si todo se va aún más a la mierda. Mirá si no quiero que salga bien. Mirando a otro lado, no creo que pase.
No me cierre la puerta, ya vi al otro paciente. ¿Me abre? Bueno, espero al encargado.
(Relato del PRESENTE)
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