OPINIÓN
En los pasillos de la Casa Rosada dicen que los sindicalistas jugaron sucio y terminaron traicionando un pacto de no agresión
Por Mónica Gutiérrez
El paro nacional dispuesto por la CGT pasó una vez más sin pena ni gloria. Fue fuerte, “contundente” para utilizar el léxico siempre extremo del sindicalismo “nac and pop” pero en mucho debe ese efecto a la adhesión de todos los medios de transporte que dejaron de a pie a los castigados mortales que pretendían salir a ganarse el pan.
Fue una demostración de fuerza de los popes cegetistas que recuperaron protagonismo pero también revalidaron el color sepia que los identifica. Se pudo ver exultantes a los de siempre, con el discurso ya remanido y llevando la confrontación con el Gobierno a un lugar del que es difícil volver. Dos paros generales en los cinco primeros meses del gobierno marca un punto de difícil retorno.
La recurrencia a métodos intimidatorios, extorsivos y cuasi delincuenciales hizo su invalorable contribución a la mala imagen de la que goza la corporación gremial.
Milei quedó atrapado entre el “principio de revelación” y la cruda realidad en la que sobreviven las mayorías.
Es cierto, también, que las postales del pasado alargan la vida del libertario. El paro despejó las calles pero alimentó la narrativa. Bullrich encontró mil motivos para acelerar su dureza pero la guerra de guerrillas mediática que marcó la cobertura de la jornada expuso las penosas condiciones de vida con las que, a diario, batallan los argentinos que le hace el aguante a Javier Milei.
Un primer balance indica que la jornada de este jueves fue a pura pérdida. Un juego de suma cero. Todos perdimos. Muy especialmente aquellos que dependen en el día a día de sus ingresos. Resta esperar cómo reacciona el Gobierno en los días por venir.
Manuel Adorni, el inefable vocero presidencial, defenestró a los popes sindicales pero dijo que el Gobierno sigue abierto al diálogo. Lo cortés de Adorni no quita lo caliente de Milei.
En los pasillos de la Rosada se masculla bronca. Muchos entienden que los cegetistas jugaron sucio y terminaron traicionando un pacto de no agresión.
La idea de suavizar la relación entre el Gobierno y las cúpulas sindicales que se hizo efectiva con un ablandamiento general del proyecto de ley laboral y dejando afuera los artículos que afectan las cajas y la estructura sindical, no resultó. Los que relajaron sus posiciones para congraciarse con los cegetistas se sienten ahora traicionados. Los que recomendaron hacerlo, descalificados.
La impronta conversadora que llevaron adelante los enviados del Gobierno, Guillermo Francos y Santiago Caputo entre otros, y el impulso que aportaron a la negociación los legisladores dialoguistas para permitir la media sanción en Diputados perdió fuerza frente a la implacable movida sindical.
Al interior de la Central Obrera también hay posiciones encontradas. No todos acompañan la idea de redoblar la apuesta con más conflictividad. Una escalada confrontativa no estaría siendo evaluada como una estrategia rendidora hacia adelante. Se están considerando los riesgos de seguir tensando la cuerda.
La medida de fuerza fue también un mensaje a los senadores. Una advertencia de que serán estigmatizados si acompañan el trámite de la Ley Bases y el paquete fiscal. Un mensaje que alcanza muy especialmente a los propios. La reforma laboral y la restitución del impuesto a las ganancias, los temas más sensibles para el sindicalismo.
La privatización de Aerolíneas Argentinas es también una de las cuestiones más resistidas.
La iniciativa que propuso escrachar a los senadores que aborden vuelos de la línea de bandera, es una escalada virulenta que no puede convalidarse cualquiera sea la posición que se tenga en torno a este tema. Una salvajada absolutamente incompatible con la pretendida vida en democracia.
Otro de los disparates de esta semana perdida fue la incondicional adhesión al paro de los senadores nacionales de Unión por la Patria que no se hicieron ver en las reuniones de comisión.
Todavía no bajó la temperatura del descrédito que acopiaron al aprobar un aumento millonario de sueldos y sumar aguinaldo a sus ingresos cuando se descuelgan con la trapisonda de desaparecer de escena para patear la ley hacia adelante. Todo vale con tal de demorar el tratamiento.
No solo se trata de seguir diluyendo la consistencia de los cambios que propone la ley. La idea de bajarle el precio al Pacto de Mayo, que Milei pretendía refundacional, entusiasma al kirchnerismo y la izquierda.
Milei aseguró en el memorable discurso de apertura de las Sesiones Ordinarias del Congreso de la Nación que la aprobación de la Ley Bases era condición sine qua non para la puesta del 25 de Mayo. Sin la ley, el Pacto perdería peso específico. Todo parece indicar que no se llega.
En el Gobierno se asegura que hay acuerdo y número para una aprobación en general del proyecto del oficialismo pero a la hora de pasar al debate en particular son muchos los asuntos que vienen muy complicados.
Los gobernadores están necesitados de que la ley salga porque están desesperados por las restricciones fiscales a las que los somete el gobierno de Milei pero los senadores no necesariamente les responden. Hay una creciente resistencia al alineamiento disciplinado.
Las objeciones al articulado en particular son muchas y varían de bloque en bloque. Están los que se oponen a la restitución del impuesto a las Ganancias, un tema que divide fuerte a los gobernadores, los que cuestionan el RIGI y quienes son reticentes a ampliar la delegación de facultades.
Desde los sectores aliados del radicalismo se intenta asegurar que en la reglamentación se corrijan algunos aspectos de la ley. El control de los capitales que ingresen al blanqueo es uno de los más sensibles. Nadie quiere quedar pegado con la entrada de dinero sucio proveniente de terrorismo o narcotráfico.
Otro tema ríspido es el relativo a la derogación de la moratoria previsional. Quienes no están de acuerdo, exigen se implemente una propuesta alternativa que dé cobertura a los adultos mayores que no han gozado de trabajo registrado que les permita acceder al beneficio jubilatorio.
Los radicales enfrentan su propia fragmentación. El presidente del partido, Martín Lousteau, está en el ojo de la tormenta por sus posiciones. Se cree que va a acompañar la votación en general pero nadie asegura nada. Algo parecido pasa con Pablo Blanco y con Maxi Abad, que preside el radicalismo bonaerense.
A las diferencias relacionadas con el contenido se suman las dificultades propias del funcionamiento de la Cámara que aportan los recién llegados libertarios. Son varios los que hacen eje en la falta de conducción política del bloque oficialista y la manifiesta inexperiencia de buena parte de ellos. Los más considerados rescatan a Germán Abdala, Ezequiel Atauche y, con reservas, a Francisco Paoltroni. Del resto prefieren no hablar. Se considera que carecen de estrategia y que la administración es caótica.
La inconsistencia del bloque libertario se puso de manifiesto este jueves cuando, habiendo obtenido quórum, a pesar de la ausencia de los kirchneristas, no lograron enfrentar la andanada de críticas que bajaron los potenciales aliados dejando pasar una oportunidad única de encauzar el debate. Manifiesta falta de oficio.
No conformes con el faltazo, el presidente del bloque del Frente de Todos, José Mayans presentó una lista de 38 invitados a exponer y participar del plenario de Comisiones. La cuestión podría devenir interminable, eterna.
La semana corrió a pura pérdida. Nadie salió ganando de esta atropellada.
La reaparición de Cristina Fernández de Kichner, empeñada en reeditar ahora con Milei, la grieta con Macri, solo suma a la causa mileísta. El oficialismo celebra sus irrupciones mediáticas que huelen a rancio y naftalina.
Sobre el mediodía de este viernes, la tragedia volvió a subirse a las vías del tren. Las muchas y posibles causas del descarrilamiento que dejó un tendal de heridos no tardaron en entrar dentro del debate y la refriega de la política. La identificación de causas y responsabilidades recién empieza. Nadie dejará pasar la oportunidad.
(Infobae)
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