TODOS CONTRA TODOS

OPINIÓN

Llegó la hora

Por Carlos Berro Madero

Los nuevos vientos que soplan desde la Casa Rosada evidencian el objetivo manifiesto de encerrar a todos los políticos y funcionarios públicos en un dilema hamletiano: “ser o no ser”.

El drama para muchos de ellos es que se preguntan inquietos: ¿ser o no ser qué?

Por el momento actúan confundidos, estableciendo polémicas entre ellos mismos con sus idas y venidas discursivas, lanzando “combates de retaguardia” de tipo beligerante, porque temen que el huracán Milei los deje mal parados frente a una opinión pública muy enojada.

En efecto, más allá de las formas un tanto exuberantes del Presidente para meter el dedo en las llagas purulentas de una democracia escuálida, la sociedad comienza a comprender que se rehusó a aceptar durante muchos años que hay urgencias que no admiten dilación. Y cree que ha llegado el momento de tener la valentía suficiente para corregir los apremios que plantea una nueva crisis agobiante, más allá de motosierras o licuaciones.

Dice Jean Revel que “cuando no se tiene la valentía de abordar y tratar una dificultad en lo que es, cuando no se piensa más que en extraer de ella temas de discursos beneficiosos para sí mismo, se transforma dicha dificultad en carroña, y a partir de entonces se pierde el derecho moral de taparse la nariz cuando empiece a heder y a atraer a los buitres”.

Es casualmente lo que ha comenzado a ocurrir en el seno de la sociedad: un incipiente sentido de arrepentimiento, ante la angustia de haber comprendido que muchos de los prejuicios mantenidos por haraganería y/o “jemanfichisme”, nos han terminado arrastrando a un escenario casi ingobernable, donde las protestas de todo tipo, color y forma han pasado a ser parte del panorama nacional.

El ardor puesto por el Presidente cada vez que provoca a la sociedad, ha terminado por resquebrajar compromisos mantenidos por la mala fe de muchos protagonistas de la vida pública, que estaban acostumbrados a dictar normas de vida a contramano de la razón y la realidad.

El auto aumento intempestivo de las dietas de los Senadores, en una sesión escandalosa por donde se la mire, es una muestra más de la descomposición que domina a quienes durante años fueron parte del “statu quo” que nos hizo vivir una decadencia moral inadmisible.

Las explicaciones políticas e ideológicas que se han sucedido al respecto, como así también en el caso de la financiación de universidades públicas -jamás auditadas sobre el destino de los fondos recibidos-, emanan de la retórica que recubre y disfraza una historia recurrente. La de los privilegiados que han especulado con la ingenuidad (¿estupidez?) de quienes han sucumbido durante años a sus encantos seductores, asistidos por ayudas económicas oscuras y corruptas.

No parecen haber advertido que esta vez el asunto ha pasado “a mayores”, y hay pocos ciudadanos –del estrato que sea-, que estén dispuestos a ser arreados como carneros una vez más.

Probablemente, porque ya no tienen mucho más para perder.

La ideología puesta en boga por muchos dirigentes de distintos sectores, que declamaron siempre sobre valores destinados a justificar su dominio sobre los demás, está en terapia intensiva. Y la protección de un sistema interpretativo tendiente a la conservación del poder por su parte, ha dejado finalmente al desnudo sus objetivos: retrasar cualquier cambio cualitativo que pudiese favorecer a muchos sumergidos que hoy, merced al hambre y la marginación que sufren, han puesto el sistema imperante a parir.

El peso de las debilidades humanas, de la vanidad, de los odios, de las rivalidades y los intereses de la ceguera conceptual, que atraviesan el escenario social, están haciendo crujir el mismo, enfrentando a todos contra todos.

Probablemente, porque como señala el mismo Revel: “el hombre normal no busca la verdad más que después de haber agotado todas las demás posibilidades” (sic).

Las crisis del pasado no habían llegado aún al estado en que todos pudiesen identificar la causa de sus males, descubrir su modo de “transmisión” y encontrar un medio para curarla. La irrupción enérgica del nuevo Presidente ha conseguido barrer con muchos desechos del sub pensamiento nacional, abriendo la puerta de “salida” para quienes hasta hoy no habían podido ser neutralizados: una gran mayoría de dirigentes políticos y sociales mediocres y corruptos.

La mesa está tendida. Veremos quién llega a servirse el postre. A buen entendedor, pocas palabras.

(Tribuna de Periodistas)


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