¿EL OCASO DE UNA POLÍTICA BASTARDA?

OPINIÓN

Nada se pierde, todo se transforma



Por Carlos Berro Madero

La política grande es la política de la conveniencia pública, y el arte de un gobierno debe consistir en sumar la razón y la moral a las funciones de quienes lo ejercen.

La experiencia de nuestra historia reciente evidencia cuán lejos nos hallamos de esta combinación virtuosa, debido a que los políticos de los últimos 40 o 50 años se instalaron siempre en un trono a su medida, mientras ofrecían cosas “exquisitas” y nada razonables a la sociedad, sabiendo perfectamente bien que jamás serían logradas.

Terminaron así en el patíbulo montado hoy por una inmensa mayoría de desencantados enfurecidos por la secuela de mentiras y corrupción que motorizaron sus extravíos.

El “huracán” Milei parece destinado a poner fin a este escenario, y solo resta hacer votos para que sus eventuales virtudes para gobernar bien destierren definitivamente las imprudencias cometidas por sus antecesores, por imprevisión, ligereza o ignorancia.

Cada día aparece un nuevo motivo para preguntarse qué pretenden en realidad quienes hasta hace poco manejaron la res pública como si se tratase de un “revival” de Alí Babá y los 40 ladrones. Lo que nos lleva a preguntamos si las eventuales flaquezas de Milei no provocarán en algún momento una excelente oportunidad de venganza para aquellos a quienes ha señalado como culpables de nuestra postración “con nombre y apellido” señalándolos como si fuesen algo peor que una peste.

¿No constituirá un placer para ellos presenciar la desesperación de un adversario que se vea burlado al fin en sus expresados deseos de cambiar a una sociedad extraviada?

Se trata de un asunto que parece consistir pues, mal que nos pese, en una contienda entre un presidente que luce excesivamente arrebatado y todos los demás. Con o sin motosierra.

Esos protagonistas de la vida pública -empresarios, sindicalistas, políticos y algún sector del periodismo-, que han cultivado una despreciable hipocresía respecto de la verdad “verdadera”, asociándose de diversas maneras para engañar a la sociedad, “constituyendo un germen maligno que, o mata, o enflaquece, o deslustra las acciones virtuosas” (Balmes).

El físico y matemático Blaise Pascal, deseoso de encontrar una manera de poder conversar sobre el objeto de su pasión favorita -el progreso de la ciencia-, comprobó en su tiempo que había muy pocos interesados en entablar un diálogo sincero con él y llegó a la conclusión que la tarea les era indiferente, no solo en lo que concernía a dicha ciencia, sino a muchas otras cuestiones que podrían incidir directamente en sus vidas (lo cuenta en sus memorias).

Esto proviene siempre de la mala costumbre de muchos seres humanos que creen -como aquellos que ignoraron a Pascal-, que existe una suerte de magia telúrica que pondrá todo en su lugar en algún momento. Algo que, en nuestro caso, nos ha traído finalmente hasta donde estamos: en medio de la nada.

Porque, como señala Savater con agudeza, “reivindicar el derecho de los hablantes a su lengua es una cosa; pero reivindicar el derecho de una lengua A CREARSE HABLANTES OBLIGATORIOS, es otra muy diferente”.

Si el cambio que ha propuesto el nuevo Presidente se abraza a esa mala costumbre argentina, todo volverá inevitablemente al comienzo, para confirmar una historia política trágica que no parece tener fin.

A buen entendedor, pocas palabras.

(Tribuna de Periodistas)




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