ARGENTINA NO ES UN ALIADO DE OCCIDENTE, ES OCCIDENTE

OPINIÓN

Si bien admito que la aclaración que quiero hace aquí puede ser vista como demasiado “purista” y como la observación de alguien que está buscándole el pelo al huevo a todo, creo que viene al caso hacerla para que algo quede claro definitivamente

Por Carlos Mira

Frente al conflicto en Medio Oriente, profundizado por el cobarde ataque de Hamas (uno de los brazos armados de Irán) del 7 de octubre de 2023, el gobierno del presidente Milei fue claro desde el principio. Es más, lo fue cuando aún no era presidente, cuando era un simple candidato y contundentemente afirmó que sus aliados serían Estados Unidos e Israel y que no propiciaría el favor del Estado hacia las relaciones con países socialistas o comunistas. Milei dijo que no entorpecería negocios de individuos privados con esos países pero que mantendría al Estado argentino claramente en la vereda de enfrente de lo que fueran las posiciones políticas de esos países.

Con la agudización del conflicto -los rehenes tomados por Hezbollah, en su mayoría, siguen presos de ellos y no se sabe cuál fue su suerte; Israel respondió con toda la fuerza militar sobre la franja de Gaza e Irán lanzó, hace pocas horas, un ataque masivo (si bien con poca efectividad gracias a las defensas tecnológicas de las que dispone Israel) sobre puntos estratégicos del Estado Judío- el gobierno argentino dispuso medidas extremas de seguridad, el presidente Milei adelantó su regreso al país y se reforzó la idea de que “Argentina es un aliado de Occidente” en este conflicto.

Si bien admito que la aclaración que quiero hace aquí puede ser vista como demasiado “purista” y como la observación de alguien que está buscándole el pelo al huevo a todo, creo que viene al caso hacerla para que algo quede claro definitivamente: la Argentina no es ALIADA de Occidente; la Argentina ES Occidente.

El único hecho que explica las estrambóticas alianzas en las que el peronismo kirchnerista involucró al país en los últimos 20 años (y en general en las que la Argentina cayó cada vez que el engendro creado por Perón estuvo en el poder o en el meta-poder) no se deben a otra cosa más que a un resentimiento idiota que efectivamente subyace en parte de la sociedad y que fue explotado por una visión envidiosa y engreída del poder que supuso que podía aprovechar aquel estado social de rencor hacia lo anglosajón para aspirar a liderar una “tercera posición” que de “tercera” solo tuvo su categoría y su jerarquía ya que, si estuviéramos hablando de fútbol, no fueron otra cosa más que un conjunto pobre de clubes que no pasaron nunca de jugar en la “C”.

Pero de no ser por esa anomalía psicológica -cuya explicación debe encontrarse en esos intimísimos pliegues del cerebro donde nacen los oscuros sentimientos de celos y envidia- la historia de la Argentina, los gustos de sus ciudadanos, sus aspiraciones, las pretensiones con las que viven y hasta los lugares que eligen para irse de vacaciones, demuestran, claramente, que el país responde a los valores occidentales y que ni su historia ni los horizontes que dibuja el imaginario de cualquiera de sus ciudadanos a los que se les pidiera que revelen el ideal de sus sueños, tienen nada que ver con los aberrantes regímenes a los que el kirchnerismo pretendió aliar al país.

Ni Rusia, ni China, ni Irán, ni el mismísimo comunismo tienen nada que ver con los cimientos fundantes del país. Repito: solo la miopía geopolítica de un grupo de engreídos que creyó que podía ser la cabeza de ratón de parte de una comunidad internacional resentida y celosa del mundo exitoso, puede explicar que, por oleadas de tiempo, la Argentina haya querido aparecer junto a países que, en condiciones normales, no deberían haberle dado otra cosa más que vergüenza.

Decir que el país es un “aliado de Occidente” es decir que (por las razones que fuere) “adhiere” a los valores de otro, pero que esos valores no son los suyos propios. Es por ese motivo que la Argentina NO ES UN ALIADO de Occidente sino que ES Occidente. Y cualquier ataque a los valores que esa denominación representa (los derechos a la vida, a la libertad y a la búsqueda de la propiedad) es un ataque directo al país mismo, no un ataque a un “aliado”.

La Argentina no podría tolerar el terrorismo, el ataque a la libertad, a la vida o a la esencia del derecho de propiedad porque esos son sus propios cimientos fundantes.

Al tomar partido en este escenario internacional, la Argentina no está tomando partido por Estados Unidos o por Israel: está tomando partido por sí misma, porque los valores que ella representa son los que están bajo ataque. Con el mismo criterio que se dice que la Argentina “se pone del lado de los Estados Unidos o Israel” debería decirse que “Estados Unidos o Israel se poner del lado de la Argentina”. La Argentina no cree en la vida, en la libertad, en la democracia, en el Estado de Derecho y en la inviolabilidad de la propiedad porque en eso creen los Estados Unidos. No: la Argentina cree en eso porque cree en eso. Si hay otros que también creen en eso, muy bien, estaremos todos juntos, entonces. Pero la Argentina no se está plegando a otra cosa que no sea plegarse a lo que ella misma es. En todo caso debería preocuparse por volver a tener un lugar relevante en el mundo como defensora de esos valores, pero siempre reconociendo que son los auyos propios, no loos de otro.

Vaya esto para los que dicen que “Milei nos está metiendo en el conflicto por hacernos quedar pegados a EEUU y a Israel”: Milei no nos esta metiendo en nada que no sea lo que la Argentina debería defender de todos modos, porque defender eso es defenderse a sí misma. La postura cobarde de los que estan dispuestos a negar aquello en lo que la Argentina cree (como Pedro negó a Jesús) no son mas que pusilanimes que se parecen a los que, en el pasado, provocaron el asilamiento del pais por adoptar posturas tan mezquinas como esas.

Sujetar la defensa de esos valores a las bajezas de la geopolítica sometería esos principios a los vaivenes de la política y a la aleatoria llegada al gobierno de paranoicos que puedan poner en tela de juicio las creencias nacionales con tal de canalizar su envidia, su ceguera ideológica o de satisfacer sus veleidades de “líderes mundiales”.

¿Líderes mundiales de qué? ¿De un club horrendo que defiende la idea de reducir al hombre a la servidumbre? ¿Cómo puede un gobernante rifar la honra de los valores nacionales para satisfacer su sed de figuración?

Si una parte de la sociedad reniega de ser occidental, que vaya repensando sus vacaciones, su vestimenta, sus gustos, sus artefactos electrónicos y hasta cuestiones menores que hoy dan por descontadas como cruzar a un kiosko y comprar una aspirina.

Basta entonces con esta sanata de las “alianzas”: la Argentina tiene una alianza con la vida, con la libertad, con la democracia y con el Estado de Derecho. Esa es la alianza que tiene consigo misma.

Si otros países defienden lo mismo, estaremos todos en el mismo barco. Y un ataque a ese barco es un ataque a la Argentina.

Entender definitivamente esta cuestión resulta casi tan trascendente como entender que si imprimis dinero tendrás inflación. Basta de vueltas inútiles. Y mucho más cuando la razón de las vueltas no es más que un conjunto impúdico de celos y envidias horribles mezcladas con las veleidades de líderes de oropel.

(The Post)


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