LLUVIA ÁCIDA

OPINIÓN

Si bien un exitoso relato le permitió a Milei surfear los primeros 95 días de gestión marcados por el brutal ajuste, arrecian las dudas con respecto a su funcionalidad para sostener la gobernabilidad en un segundo trimestre que se avizora mucho más crítico



Por Gonzalo Arias

La sorpresiva pero inevitable habilitación para el tratamiento del DNU en el Senado de la Nación, y su previsible rechazo mayoritario, volvió a exponer que la “política” es para el gobierno de Javier Milei una materia pendiente, un desafío al que no le ha podido o querido encontrar aún la vuelta.

Cuando la convocatoria al Pacto de Mayo y el comienzo de las negociaciones con los gobernadores parecía no solo entusiasmar a los mercados e inversores en el exterior, sino también insuflarle nuevos bríos políticos al Gobierno tras el estrepitoso fracaso de la Ley de Bases en el Congreso, lo sucedido esta semana con el DNU vuelve a instalar altas dosis de incertidumbre.

Aunque el rechazo del DNU en la Cámara alta no tenga efectos económicos concretos, y el presidente Milei siga ostentando altos niveles de popularidad y de aprobación de gestión pese al contexto de profundo ajuste, se abren grandes interrogantes sobre la sostenibilidad de su programa económico y el futuro de su inédita experiencia política.

En este contexto, la votación de la tarde del jueves en el recinto del Senado expuso mucho más que una evidente falta de coordinación entre el Ejecutivo y las conducciones de ambas cámaras legislativas -algo que ya había quedado muy claro con el affaire de las dietas de los legisladores-, las visibles diferencias en términos de posicionamiento y estilos entre Milei y su vice, y la inocultable combinación entre amateurismo, carencia de liderazgos legislativos de peso y falta de plasticidad para la negociación.

Es que lo ocurrido desde que trascendió la convocatoria a la sesión especial y el momento que la pantalla de votación del Senado se pintó mayoritariamente de rojo desnuda una vez más el desdén de Milei y su mesa chica por la “política”, a la que le asignan una carga eminentemente peyorativa. No llama la atención, en este sentido, que el camino elegido haya sido el de la profundización del relato: la embestida contra la vicepresidente en las redes sociales, el durísimo comunicado de la Oficina del Presidente mientras Villarruel negociaba un posible aplazamiento del tratamiento, y las posteriores declaraciones del propio Milei apuntaron a fortalecer la estrategia de confrontación con el sistema político bajo el paraguas narrativo de la cruzada “anti-casta”.

En una semana de fuertes fenómenos climáticos en todo el país, la reacción de Milei volvió a desatar más lluvia ácida sobre el sistema político. Una narrativa que, por cierto, si bien le ha resultado exitosa para mantener los niveles de apoyo obtenidos en el balotaje de noviembre del año pasado, lo ha llevado a dinamitar todos los puentes con el sistema político. Y no solo aquellos puentes con la oposición más dura, sino llamativamente aquellos que hubiesen permitido una confluencia con sectores moderados y abiertamente dialoguistas, y que le hubiesen dado al presidente algunas herramientas políticas importantes para avanzar con su programa.

Por ello, las incógnitas se multiplican. Si bien este exitoso relato le permitió a Milei surfear sus primeros 95 días de gobierno marcados por el brutal ajuste, arrecian las dudas con respecto a su funcionalidad para sostener la autoridad presidencial y la gobernabilidad en un segundo trimestre que se avizora como mucho más crítico en razón de la recesión.

Mayo parece aún muy lejano en un país de un presente vertiginoso y plagado de urgencias. Ni hablar de las elecciones legislativas de medio término que tendrán lugar en 2025, un horizonte en el que según insinuó el Ministro del Interior Guillermo Francos, el gobierno tiene cifradas altas expectativas políticas que le permitan romper con la actual fragmentación.

Y eso es lo que parecen alertarle los mercados y los grandes actores económicos, como quedó muy en claro durante las exposiciones del foro anual de AmCham, la poderosa Cámara de Comercio de Estados Unidos en Argentina: el programa económico de Milei y su impronta liberalizadora, desreguladora y aperturista los entusiasma tanto como los buenos resultados fiscales, la importante acumulación de reservas y la desaceleración de la inflación, pero les preocupa no ver aún ningún avance concreto de las medidas anunciadas en el Congreso.

En otras palabras, la preocupación radica en la capacidad del presidente para construir la gobernabilidad que le permita no solo sostener por más tiempo el ajuste en marcha, sino también plasmar normativamente el plan de reformas prometidas y garantizar así cierto horizonte de previsibilidad y sostenibilidad del proceso político en curso.

Así las cosas, el problema no está en la manifiesta debilidad parlamentaria del oficialismo ni en la evidente falta de experiencia en la gestión y el manejo de los resortes del Estado, sino en propia lógica de construcción de un presidente que parece cada vez más empecinado en intentar una y otra vez que la realidad se ajuste a sus deseos. Una visión de transparencia entre la esfera económica y la política tan voluntarista e ingenua como peligrosa para la gobernabilidad democrática.

(Infobae)


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