OPINIÓN
Las acciones de las milicias hutíes en el Mar Rojo, además de amenazar el comercio internacional, ya constituyen un teatro de operaciones que ha cobrado autonomía respecto al conflicto de Gaza
El 2 de marzo se hundió un buque en el Mar Rojo a consecuencia del disparo de un misil de las milicias hutíes, apoyadas por Irán. Había pasado varios días hundiéndose. Fue la primera embarcación en quedar totalmente destruida en el marco de la ofensiva desatada por dicha milicia en noviembre, exigiendo el cese de las operaciones militares israelíes en la Franja de Gaza. El buque, llamado Rubymar, transportaba miles de toneladas de fertilizante y antes de hundirse tuvo una fuga de combustible que podría causar daños ecológicos en el Mar Rojo.
Era de propiedad británica y con bandera de Belice. El Reino Unido es el país que apoya más firmemente a Estados Unidos en la organización de una patrulla internacional para enfrentar esta amenaza. El misil balístico anti buque hutíes había alcanzado la embarcación el 18 de febrero, en el estrecho de Babb El-Mandeb, que comunica el Mar Rojo con el Golfo de Adén. El primer ministro del gobierno yemení -reconocido internacionalmente- calificó el hundimiento de “desastre medioambiental sin precedentes” y criticó la falta de reacción de la comunidad internacional para intentar reflotarlo y vaciar su carga.
Los hutíes amenazaron con continuar hundiendo más buques británicos. El viceministro de Relaciones Exteriores huti, Hussein Al-Esi, dijo que “el Yemen seguirá hundiendo más barcos británicos y cualquier consecuencia o daño adicional se añadirá a la factura de Gran Bretaña como Estado canalla que ataca el Yemen y colabora con Estados Unidos para perpetuar el crimen actual contra los civiles de Gaza”. El Comando Central de Estados Unidos (Centcom) que supervisa las operaciones en el Mar Rojo, informó con precisión que el buque Rubymar transportaba veintiún mil toneladas métricas de sulfato de amonio, un fertilizante que es altamente tóxico.
Pero cuatro días después, el 6 de marzo, un misil huti que atacó el buque granelero True Confidence, propiedad de Liberia y bandera de Barbados, en el Golfo de Adén, conectado en la ruta del Mar Rojo, ocasionando tres muertos en la tripulación, que son los primeros en este conflicto marítimo iniciado en noviembre. Washington respondió anunciando medidas de represalia, como las que viene realizando desde fines del año pasado.
Las acciones de las milicias hutíes en el Mar Rojo, además de amenazar el comercio internacional, ya constituyen un teatro de operaciones que ha cobrado autonomía respecto al conflicto de Gaza. Los hutíes sostienen que han desatado la Tercera Guerra Mundial. Fundamentan esta afirmación en que mientras Hamas lucha sólo contra Israel, ellos lo hacen contra una coalición liderada por Estados Unidos y el Reino Unido, llamada “Prosperity Guardian”, que está integrada además por Francia, Italia, Países Bajos, Noruega, Bahréin y Seychelles.
Los efectos de este conflicto son globales, porque gran parte del comercio internacional entre Europa y Asia pasa por el Mar Rojo, y desde noviembre viene desviándose a través de la ruta que bordea África como alternativa.
Se estima que el costo de cada misil que fabrican los hutíes con apoyo tecnológico de Irán es de cincuenta mil dólares. Por su parte, los que utilizan los buques estadounidenses y británicos para desarticular las bases que desde territorio yemení disparan misiles (o más bien drones), superan el millón de dólares.
Es un buen ejemplo del concepto de guerra asimétrica: cómo un actor con mucho menos poder económico y militar logra equilibrar la relación de fuerzas contra una potencia mucho mayor en cuanto a su capacidad militar. Los hutíes han manifestado que cesarán sus operaciones cuando Israel suspenda las suyas en Gaza. Pero ello hoy es incierto. Es que la magnitud del éxito logrado por ellos les ha dado una relevancia internacional impensada, y es posible que intenten mantenerla. No se conocen datos precisos sobre los daños sufridos por los hutíes por la respuesta militar de Estados Unidos y sus aliados sobre su territorio.
Pero este conflicto podría estar tomando una nueva dimensión que escalaría en cuanto a sus efectos globales. En los últimos días de febrero se registraron daños a tres cables de comunicaciones vitales bajo el Mar Rojo, utilizado para la transmisión de internet. Las aguas frente a Yemen son un lugar crítico para estos cables submarinos que transportan correo electrónico y otro tráfico digital entre Asia y Occidente. Aproximadamente una docena de cables atraviesan la zona y están previstos más. A medida que avanza la profundidad del mar, los cables suelen tener menor protección. Se estima que en el mundo hay aproximadamente quinientos cables submarinos que registran un promedio de cien roturas al año. La mayoría de las veces son causados por accidentes marítimos como el arrastre de un ancla. Pero la coincidencia de la primera destrucción total de un buque con los daños a los cables submarinos, plantea la posibilidad de que se esté aumentando el riesgo global del conflicto en el Mar Rojo.
El 4 de marzo la inteligencia militar ucraniana informó que destruyó el patrullero ruso de grandes dimensiones “Sergey Kotov”, utilizando una embarcación no tripulada. La misma puede ser también denominada “drone marino”. Con este éxito, las fuerzas ucranianas confirman su capacidad de atacar objetivos rusos ubicados muy lejos del frente de batalla principal. El buque fue destruido por una embarcación no tripulada denominada “Magura V5″, diseñada y construida en Ucrania, que estaba cargada con explosivos. El patrullero ruso, que habría sido alcanzado en el estrecho de Kerch, podía portar misiles de crucero y aproximadamente sesenta tripulantes.
Durante el mes de febrero Ucrania dijo haber hundido otros dos buques rusos con drones marinos: la corbeta “Ivanovets” armada con misiles el 1° de febrero, y el buque de desembarco “Caesar Kunikov” el 14 del mismo mes. Para la inteligencia ucraniana, el 20% de los ataques misilísticos que recibe de Rusia se disparan desde el Mar Negro y por eso atacar la flota rusa tiene sentido militar, y no sólo propagandístico. Casi un año atrás, el buque insignia de la flota rusa en el Mar Negro, el crucero con misiles guiados “Moskava”, fue hundido tras sufrir un ataque con misiles.
Se va conformado así, en el Mar Negro, otro caso de guerra naval asimétrica similar al del Mar Rojo. El drone marino ucraniano Magura V5 tiene un costo aproximado de doscientos cincuenta mil dólares y está demostrando que puede destruir buques que valen cientos de millones de dólares. El Magura mide cinco metros y medio de largo, pesa mil kilos, tiene un alcance de hasta ochocientos kilómetros y una batería de doscientos kilos con sesenta horas de duración.
En 2014 la flota ucraniana perdió el 80% de sus buques después de la ocupación rusa de Crimea. Los drones navales ucranianos atacaron por primera vez un buque ruso en octubre de 2022, que estaba amarrado en la costa de la Crimea ocupada. Más que por su efectividad militar, estos ataques han servido para levantar la moral ucraniana en diversos momentos. La Armada rusa tiene el dominio del Mar Negro -vital para Ucrania, que es por donde comercia su mayor producto que es el grano-, pero este país está dificultando sus operaciones. Desde el Mar Negro las fuerzas rusas están realizando sus ataques misilísticos sobre Odessa, un puerto ucraniano clave sobre este mar. Los conflictos de los mares Rojo y Negro explican el sentido de la llamada “guerra asimétrica”.
Mirando hacia el futuro, pueden generar cambios en las estrategias y técnicas navales. Probablemente se desarrollen mayores capacidades y tecnologías en la defensa aérea y marítima contra estos drones marítimos o buques no tripulados para disminuir su letalidad. En estos conflictos están participando como contendientes mayores Estados Unidos y Rusia, la primera y tercera potencia militar global.
En definitiva, los mares Negro y Rojo son dos conflictos asimétricos que están escalando en el ámbito marítimo, y los daños a los cables submarinos frente a Yemen pueden estar mostrando una proyección global que hasta ahora era impensada.
(Infobae)
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