UNA ALARMA SOSTENIDA POR EL MIEDO

OPINIÓN

El riesgo que afronta Javier Milei para calibrar el ritmo del cambio que propicia, mientras lucha contra el despilfarro de los fondos públicos



Por Carlos Berro Madero

La sensación de peligro desencadenada en nuestra sociedad por décadas de políticas extraviadas y corruptas terminó empujando a mucha gente a buscar cobijo en gobiernos que socavaron sus derechos civiles a cambio de fidelidad, llevándola a ser cada día menos libre.

Ese miedo se ha potenciado y satura los hábitos diarios de casi todo el mundo, mientras muchas corporaciones contribuyen a poner bajo sospecha el cambio proyectado por el actual gobierno, multiplicando los “estremecimientos existenciales” de quienes han quedado fuera del sistema como fruto de crisis anteriores.

Este miedo se ha reforzado por sí mismo, potenciando la sensación de vivir un destino imposible de predecir, que se está cobrando víctimas entre quienes no alcanzan a superar las limitaciones de una ignorancia fruto de la pobreza y la falta de educación.

Para ellos, “el progreso evoca un insomnio lleno de pesadillas en las que uno sueña que se queda rezagado, pierde el tren o se cae por la ventanilla de un vehículo que va a toda velocidad y no deja de acelerar” (Zygmunt Bauman).

Ese es el riesgo que afronta Javier Milei para calibrar el ritmo del cambio que propicia, mientras lucha contra el despilfarro de los fondos públicos, que se ha convertido en un verdadero cáncer que se llevó gran parte de los tejidos sanos de una sociedad desesperanzada.

Su aceleración a fondo con los cambios evidencia su deseo de romper cuanto antes los innumerables cerrojos que provocaron una suerte de “encierro emocional” en quienes han llegado a sentir que el mundo es algo traicionero y temible en sí mismo; y que cualquier acción defensiva contra este estado de cosas está destinada al fracaso.

En ese escenario, los motores tradicionales de la confianza necesaria para cualquier despegue económico no trabajan aún a pleno, porque el gobierno no ha podido neutralizar aún los ecos de una ansiedad que se ha esparcido en la sociedad.

A pesar de ello, sigue adelante con la reforma de un Estado fallido, intentando romper un círculo vicioso que nos ha mantenido expuestos durante años a políticas inescrupulosas.

En esa batalla están concentrados los funcionarios leales al Presidente, al redoblar sus esfuerzos para que no terminemos convertidos en mendigos de un sistema fracasado: ese que intentó convencernos durante años que “para cada necesidad existe un derecho”, sin mayor análisis sobre su raíz y oportunidad.

Las noticias de todos los días retratan las trampas escondidas por quienes han luchado siempre para mantener sus privilegios, y exige exorcizar los fantasmas de un pasado de improvisaciones, contubernios y corrupción.

Para ahondar nuestras reflexiones, citamos a Bauman nuevamente: “el progreso se ha convertido en algo así como un persistente juego de las sillas, en el que un segundo de distracción puede comportar una derrota irreversible y una exclusión inapelable”.

A buen entendedor, pocas palabras.

(Tribuna de Periodistas)


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