EDITORIAL
Vuelvo de mis vacaciones, la ciudad sigue mal, mal tirando para malísima
Por Walter R. Quinteros
Eso de que este nuevo gobierno municipal sabía cómo hacerlo es una clara muestra de la diaria gimnasia de mentir descaradamente por un voto. Fíjese que nos decían que contaban con una honradez y una integridad admirable, casi les diría que nos hacían creer que tenían por cualidad, la pureza de su alma. Mire, la ciudad se cae a pedazos.
Para que se entienda un poco el concepto, hagamos de cuenta que hablamos de personas y la dividimos en clase baja, clase media y clase alta. ¿Cómo hacemos para identificar un barrio de esta ciudad por habitantes de ésas clases?
A ver, miro por la ventana que da hacia la calle Rivadavia (me das rabia), la gente pasa, pasa porque sí, y uno se pregunta ¿quiénes son los indigentes, pobres, clase media baja, clase media media, media alta, y los de clase alta que la transitan?
¿Los medimos por el dinero que llevan en los bolsillos y tomamos ése parámetro?
¿O por la educación, títulos, comportamiento?
Y ya que estamos.
¿Dónde encajan el trabajador y el cobra planes?
Si un cruzdelejeño cualquiera llega sólo a comprar los productos de una supuesta canasta básica alimentaria mensual, ¿es pobre?
Si no puede, ¿es indigente?
Y si gana más de un palito ¿Es rico?
¿Dónde está la clase media?
¿Acaso son los escasos obreros que el sueldo no les alcanza ni para irse a los hoteles de los sindicatos y viene a tomar un helado al centro?
¿O un panchito?
¿Son los que llegan a fin de mes con lo justo?
En serio, ¿cómo se mide?
¿Se mide acaso por la ciudad dónde vivimos?
Veamos:
Las comparaciones son odiosas —me decía una amiga que recordaba a sus antigüos novios mientras me veía caminar de la cama al living—.
Pero mire, amigo lector, que si hay ciudades lindas, limpias y ordenadas en esta provincia de Córdoba, no me haga nombrarlas, las vi y recorrí.
Aquí el agua sale marrón, para ser medio fino en colores, pongámosle "beige", y no pasa el camión regador por las turbulentas calles de tierra.
Ciudad clase media no somos, mucho menos clase alta.
En este hábito de hablar de clases sociales y ciudades, debo detenerme para preguntarme:
¿Qué función como ciudad tiene Cruz del Eje?
¿Es esta una ciudad agrícola ganadera?
¿Industrial acaso?
¿Cuartetera?
Cualquier cosa menos una ciudad planificada por los que "sabían cómo hacerlo".
Ni hablar de esa utopía de que es turística. Se gana la lotería si le dicen buenas noches, buenas noches cómo le va, o algo parecido. Pida una cerveza en un bar. Espere por un platito de maní, le conviene pegarse un balazo en un rincón.
Le voy a nombrar dos calles céntricas que se caracterizan por ser altamente comerciales durante el día, o al menos, están muriendo en el intento de serlas.
Calle San Martín, nadie nunca supo cuántos pesos salió la "remodelación" de esa calle cruzdelejeña, inicie un viaje a la aventura y camínela de noche, falta que desde la oscuridad y las sombras de la tristeza le aparezca la llorona. ¡Bingo!
Calle Alvear, ni la luna va rodando por ahí desde las 23 horas. Solo iluminada donde están los bancos, con veredas rotas, desprolijas y oscuras vidrieras. Usted no encuentra un kiosco abierto en 700 metros. Estamos hablando de una importante calle céntrica.
Pero trate de conciliar el sueño en la calle Rivadavia. La que en un tramo se puede estacionar a la izquierda, en otro a la extrema derecha y en el tercero en ambas manos, da igual. Genial.
Ya sea en horas de la siesta o a la noche donde el músculo duerme y la ambición debiera descansar. Es esta calle la pista de prueba de equipos de sonido de automóviles flojos de papeles y, que es zona de combate entre caños de escape libres en motocicletas rescatadas de los controles policiales municipales por multas anteriores, la que no tiene límite de velocidad. Tampoco miden los decibeles o intensidad de sonidos de los furtivos parlantes.
¿Cómo se mide la ciudad dónde vivimos?
Respuesta: Por los políticos que juraron ante los Santos Evangelios que iban a desempeñarse como administradores más buenitos que Hijitus en el Día de la Madre.
A la ciudad hay que medirla por la capacidad de estos personajes.
Que siempre se caracterizaron por su clara vocación de mentirnos.
Y por anteponer nada más que sus propios intereses. Porque son así de camaleónicos, casi por naturaleza. Digamos.
Porque tienen una memoria tan frágil que hasta olvidaron sus "promesas" electorales.
La ciudad se cae a pedazos. Odiosa comparación con todas las otras que conozco.
Entonces vuelvo a la gente, a la gente de verdad que solo "contribuye".
A mis vecinos, a los que me ven bajar del ómnibus en la horrenda Terminal. A los que me abrazan, a los que me dan la mano, una palmada, a los que me hablan de comer algo, de tomar un café para contarme "cosas".
A los empleados de bares y kioscos que parecen alegrarse al verme.
A la señora que sonríe con una sonrisa blanca y fresca al verme y mueve la cabeza para sacudir su cabello suelto y me dice "te extrañé, loco".
Y entro a mi departamento dónde se alborotan los recuerdos, miro las cosas como un vigilante perspicaz de mis pertenencias.
Entonces comienza el espectáculo de los bocinazos de los autos, los infernales escapes libres de las motos, la música que sacude vidrios de los locales gastronómicos de esta cuadra y las intrigas cotidianas nocturnas para hablar de los ausentes en los bares y veredas.
¿Viste? Me dijeron que la Fulana con el Mengano, que vos conoces, y así. Eso nos gusta. No todo lo que brilla es oro muchachos. ¡Xacto mi negro!
Los cruzdelejeños, a pesar de nuestros políticos, nos hemos ganado el Cielo.
En serio loco.
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