CRUZ DEL EJE: DESPERTAR DEL SUEÑO

EDITORIAL

Hasta que ninguna vecina diga lo que los demás le dijeron, las mañanas serán apacibles en esta ciudad

Por Walter R. Quinteros

Hay veces, en que los sueños nos dan la posibilidad de sumergirnos en imágenes hiperrealistas, pero cuando despertamos, no podemos distinguir lo verdadero de lo falso. Buscamos el significado en los números, preguntamos, averiguamos. 

En ése estado de incredulidad andamos los cruzdelejeños ante este nuevo engaño porque ya no distinguimos los sueños placenteros de las pesadillas.

Mire que la calle Rivadavia —me da rabia—, estuvo como dos o tres años iluminada con tristes farolitos multicolores enganchados en alambres zigzagueantes y uno —en una ciudad aburrida hasta el espanto como es ésta—, se sentaba en la vereda esperando los corsos, las comparsas de la nostalgia, porque asemejaban a una calle para festejos de un triste y melancólico carnaval. 

¿Era eso un sueño? ¿Una pesadilla? ¿Era la triste realidad del gobierno anterior de vendernos espejitos de colores, como hacen los vendehumos? ¿Era una maniobra para distraernos, mientras otras cosas sucedían?

No se por qué, a nosotros los cruzdelejeños, nos ocurre esto. ¿Tan pelo-inocentes somos?

Ah, me olvidaba contarles que recuerdo haber visto —allá lejos y hace tiempo—, la triste imagen que dejaban unas manos temblorosas trepadas en un camión, descolgando los lánguidos y descoloridos farolitos que, a su vez, eran descartados por ahí, como una cosa cualquiera, sin un apesadumbrado adiós a tantos años de labor.

Los políticos locales son unos monstruos que enarbolan la bandera de la ineficacia y se llaman a silencio, o se escudan solo en sus burdas mentiras. Pero antes crean imágenes de que son buenitos corderitos que aman al vecino y que les dan la mano y algunos forzados besitos y abracitos —toda esa cosa, coso—, mientras son filmados con videítos cada vez más sofisticados y, como no tenemos otra cosa para ver, obtienen con eso, resultados extremadamente realistas de algo que no lo es. 

Es decir que la gente les cree, como aquí algunas personas le creen al chisme o, al invento ese del "me dijeron que dicen que dicen que te vieron". O, se les cree por la cara de buenitos que ponen y no por sus propuestas inalcanzables. Para certificar esta nota, tenga en cuenta que ninguno volvió a caminar las calles de los barrios de las falsas promesas a pedir disculpas, con eso le digo todo. 

Y esas imágenes que crearon, son difíciles de identificar como falsas, porque no hay tiempo para distinguirlas hasta que llegan a la tan ansiada silla de los egos municipales, gracias al buen uso de la propagación de la desinformación y las falaces promesas que supieron emitir, asistidos por una horda de punteros políticos y cierta "pauta cómplice", para constatar que no sabían ni mentir siquiera.

Es ahí recién donde nos damos cuenta que estamos hasta el cuello —de esa cosa, coso—, de más de lo mismo. Entonces vos, redactor, salís a la vereda, la vecina mientras barre te mira y te dice; "Qué le dije, a mi ya me habían dicho que estos eran iguales".

Así despertamos del inocente sueño y nos damos cuenta de haber estado sumergidos en el hiperrealismo de las mentiras políticas, en haber confiado en la asombrosa capacidad que tienen para hacer representaciones de crear castillos en el aire, a plena luz del día y, en este Cruz del Eje real y caluroso que se presta para los audaces escarnios.

Y al despertarnos de este sueño tirando a pesadilla, nos damos cuenta que ya estamos en carnaval y que no hay más festejos que el colorido festival que es solo para ellos. Y digo esto porque han llenado de funcionarios con el cargo de Secretarios, Directores, Coordinadores y hasta de Embajadores haciendo no sabemos qué, entre las estropeadas paredes de la municipalidad. ¡Carnaval de cargos! Nada más.

Despertarnos del sueño donde nos decían que teníamos "una ciudad distinta", sirve para separar lo que es real de lo que es manipulado. Y nos damos cuenta que manipularon tanto a sus votantes como al ciudadano en general que volvía a creer, vendiéndoles humo. Otra vez, y como ya es costumbre —con esa cosa, coso—, de que la ciudad era turística. 

Y si es turística... ¿Dónde les mostramos nuestra farisaica alegría a quién nos vino a visitar? ¿A quién le regalamos aceitunitas de Mendoza porque aquí ya no hay?

Despertar del sueño es darnos cuenta que habitamos —por nuestra ganas de vivir, nomás—, en una ciudad que no existe en lo turístico, se la mire por donde se la mire. Y mucho menos sin la tan ansiada inversión privada.

Y también darnos cuenta que desde este nuevo gabinete municipal nos desinformaron, nos mostraron imágenes falsas y, a tanta ineficacia no le queda otra que esconderse y no dar la cara. Insisto con esto, la prueba está en los fallidos festejos de este carnaval. 

Directamente, no hay.

Ni eso supieron organizar. Una pesadilla en disfraz de funcionarios son.

Hasta que ninguna vecina diga, lo que los demás le dijeron, las mañanas serán apacibles en esta ciudad.





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