POLÍTICA
Los bloques dispuestos a cooperar con la ley ómnibus le reclamaron al oficialismo que abra una instancia de diálogo y defina prioridades; las tratativas detrás de bambalinas y la visita de la CGT
Por Matías Moreno
Apenas arrancó la batalla política, el grupo de libertarios que asistieron al salón al primer debate en comisiones de la ley ómnibus ratificaron que enfrentan una pelea cuesta arriba para ofrendarle a Javier Milei la primera victoria de su gobierno en el Congreso. Pese a que Oscar Zago, jefe de la bancada de La Libertad Avanza, se había acercado a hablar con Germán Martínez, titular del bloque de Unión por la Patria, minutos antes de que arrancara la discusión para pulir la preparación del plenario, el kirchnerismo salió de arranque con los tapones de punta. “¿Dónde están los ministros? ¿Quién habla?”, gritó mientras despegaba el cuerpo de su silla el cristinista Carlos Castagneto (UP) mientras el oficialista Gabriel Bornoroni intentaba aplacar los reclamos para explicar el orden de exposiciones. Con el micrófono abierto, Martínez exigió la presencia de Luis Caputo, Nicolás Posse y Federico Sturzenegger.
Desde un costado, Omar De Marchi, flamante secretario de Relaciones Parlamentarias, monitoreaba el inicio de la discusión en el anexo de Diputados. La cumbre de las comisiones de Legislación General, Presupuesto, Hacienda y Asuntos Constitucionales reunió a un centenar de diputados. En la disputa había bandos bien diferenciados. El kirchnerismo y la izquierda se alinearon en el ala de la oposición más combativa.
De Marchi hizo una mueca socarrona cuando Myriam Bregman arremetió contra José Luis Espert -lo criticó por pedir “cárcel o bala” a los piqueteros- o habló del “fantasma de Conan”. A Martínez y Bregman se sumaron Margarita Stolbizer, del bloque de Miguel Pichetto, que cargó contra Milei por los “insultos” a los diputados que objetan sus reformas, una diatriba que provocó aplausos en el sector kirchnerista. Los libertarios los miraban con resignación, como en un ejercicio de resistencia mental. Evitaban salir a confrontar. Desde su asiento el bullrichista Damián Arabia (Pro) le hizo señas a De Marchi: “Pasen a tratarlo, no den más la palabra”, le dijo.
Desde un edificio contiguo, Martín Menem, presidente de la Cámara de Diputados, lamentaba el tono belicoso del kirchnerismo y la izquierda. “Está picante. Van a ser tres días intensos”, les dijo a sus colaboradores, mientras se alistaba para negociar con un sector clave de la oposición modificaciones en el megaproyecto del Gobierno. En LLA saben que tendrán que apelar a la cintura política para llevarse el dictamen mayoritario bajo el brazo. Si no maniobran y ceden frente a las “observaciones” de los aliados, se arriesgan a que el kirchnerismo imponga la posición de rechazo. A contra reloj, deben definir si redoblan la apuesta o si se abren a negociar cambios para evitar el abismo de una derrota.
Esa fue la escena inicial del debut de los libertarios en su cruzada por conseguir el aval de la Cámara de Diputados a la ambiciosa ley ómnibus que envió el Presidente al Congreso. Sin una estrategia definida, el oficialismo sufrió el rigor de la disputa parlamentaria en un escenario hostil y fragmentado, pese a que contó con un aporte crucial durante toda la tarde: la actitud colaborativa y contemplativa de los representantes de Pro, la UCR y Hacemos Coalición Federal, quienes evitaron minar el debate y oficiaron de aliados ante las cámaras.
Fuera de micrófono se mostraron contrariados por la falta de interlocutores con el Gobierno y las dudas en torno de la voluntad de Milei de negociar cambios en el tratamiento de la ley ómnibus para garantizarse los votos. “Guarda que acá en el Congreso no hay fuerzas del cielo, es la fuerza del número”, advirtió una de las espadas legislativas de la oposición que pretende darle al Ejecutivo las herramientas para gobernar.
Menem y Zago tienen una misión titánica para las próximas dos semanas. Controlan apenas 38 diputados y deben reunir 129. Pero antes necesitan conseguir la mayoría de las firmas en las comisiones. El fin de la discusión podría coincidir con el paro y marcha de la CGT del 24 de enero. Un combo explosivo, temen entre los excambiemitas.
Detrás de bambalinas hay movimientos incesantes para acercar posiciones. De hecho, Nicolás Massot se levantó del debate para trasladarse a las oficinas de Emilio Monzó, donde lo esperaban representantes de la CGT. Los “gordos”, en pie de guerra con el Gobierno, reclamaron ayuda para frenar el capítulo laboral del DNU de Milei.
Allí también estaba el jefe de la bancada, Miguel Pichetto, cuya fuerza será uno de los “árbitros” junto a la UCR de la batalla en Diputados. Como el Pro y la UCR, ponen reparos en la delegación de facultades legislativas al Ejecutivo –pretenden acotarlas y poner un límite temporal-; el capítulo previsional, la suba de retenciones -clave para Juan Schiaretti y Rogelio Frigerio- y exigen cambios, sobre todo, en el capítulo de privatizaciones y el blanqueo.
Esos reclamos se llevó Menem después de entrevistarse esta tarde con Monzó, Pichetto y Massot. En esa bancada heterogénea -que une a Ricardo López Murphy con Stolbizer, la pata progresista, y los lilitos de Elisa Carrió- exigen que el Gobierno fije prioridades: saque la grasa y apunte al músculo. El equilibrio fiscal, avisan, debe tener la primacía. Apuestan a implementar un semáforo para pasar por un filtro las reformas del oficialismo. Y repiten que no pretenden alterar al espíritu de la ley y que coinciden en la necesidad de desregular la economía. “¿Cómo van a sacar dictamen en dos semanas? No tienen una estrategia, hay improvisación”, remarcan referentes del bloque de Pichetto. En las últimas horas notaron una mayor predisposición del oficialismo a escuchar sugerencias.
En la intimidad sugieren que el discurso en barricada del kirchnerismo les “hace un favor” a los libertarios ante la opinión pública al llevar el debate a la pelea en el barro. “Nos hacen huir de estar cerca del kirchnerismo”, comentan en la CC.
La UCR, que conduce Rodrigo de Loredo en Diputados, también buscó marcarle la cancha al oficialismo con una advertencia. Apenas el procurador del Tesoro, Rodolfo Barra, y el secretario de Energía, Eduardo Rodríguez Chirillo, esbozaron una defensa de la delegación de facultades, De Loredo logró captar la atención del kirchnerismo, que se movió en bloque para objetar las reformas impulsadas por Milei y despotricó porque les cerraron el micrófono. “¿Ustedes quieren que se apruebe la ley?”, inquirió.
Los radicales conviven con sus internas, como el Pro y el resto de los bloques de una Cámara baja variopinta. Aseguran que tienen predisposición a ayudar al Gobierno. Es más, lucen en una posición más “laxa” respecto del bloque económico del megaproyecto, pero no están dispuestos a darle a Milei un “cheque en blanco”, por ejemplo, en el capítulo de las privatizaciones. Se quejan de la improvisación y falta de expertise de LLA. Pese que darían un voto de confianza para desregular la economía, rechazan de plano la amplia delegación de facultades y los cambios en el sistema jubilatorio. “¿Cuál es el presupuesto nacional de Milei? Lo único que hizo hasta ahora es prorrogar el impuesto inflacionario de Massa”, repitió Karina Banfi, vice de De Loredo, en las últimas horas.
En las distintas tribus de Pro también sobrevuela el desconcierto con el rechazo del Gobierno a abrir una negociación con la oposición. “No sabemos en qué están dispuestos a ceder y en qué, ni cuál es el corazón del proyecto”, dicen desde el sector más cercano a Bullrich. En la bancada de Ritondo también ponen reparos por la delegación de facultades y las modificaciones en el sistema previsional. Los voceros de Pro en el debate en comisiones se mostraron proclives a colaborar. Sin embargo, María Eugenia Vidal advirtió: “No vamos a firmar un cheque en blanco: necesitamos que haya certeza en cuáles son las reformas urgentes y en el modo de llevarlas adelante”.
(LA NACION)
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