AQUELLAS CARTAS (1)

CULTURA

Carta a Pedro y Catalina



Por Gringo Ramia

Hola bellezas de mi alma. Seguramente no se esperaban esta carta (de eso estoy seguro) y va a ser en vano que me mientan porque los conozco mucho, muchísimo, mucho antes de haberlos conocido. Les escribo desde el pasado. Estamos en el 2014, 4 de febrero del 2014 para ser más precisos. Es martes, afuera llovizna y las ruedas de los autos hacen ese sonido contra la calle mojada tan característico. Se escucha todo tipo de ruidos y ruiditos desde la ventana de barrio Las Flores.

Les escribo porque mamá y yo queremos tenerlos. Los hemos pensando y, mejor aún, los hemos soñado. Mamá insiste con Catalina y a mí el nombre ha terminado por convencerme y de hecho ya me gusta mucho; es el mismo nombre que va a tener la hija de Martín y Meli. Así que Catalina (si sos vos) tenés que saber que ese bello nombre es idea de tu mamá. En cambio, Pedro es idea mía. A tu mamá, la Alichu, no le convence, pero tengo fe de que se acostumbrará. Pedrito, mi negrito, mi gringuito querido, ¡te imagino igual de guacho que tu padre! Si todo sale bien, ambos leerán esto en algún martes cualquiera de ventanas con llovizna, ruidos y ruiditos, perros mojados y olor a sorpresas.

A esta altura, yo tengo 31 años y mamá está próxima a cumplir los 30. Nos conocimos bailando y a los cinco minutos ya nos habíamos robados los besos. Esa es la anécdota, el primer encuentro, pero debo contarles que nos conocimos durante todo un año, un año hermoso, cargado de buenos momentos. Salíamos a la calle así fuera la noche más cruel del año, el invierno más violento o el calor insoportable de un verano sin tregua. Y lo seguimos haciendo. Hace más de tres años que estamos juntos y lo seguimos haciendo. Cada tanto pateamos esas rutinas que nos entristecen y nos hacemos un asado, nos tomamos un fernet y nos regalamos todo tipo de sonrisas.

Ustedes tienen un hermano mayor que se llama Joaquín, que es hijo de mamá y de Mariano. A veces nos cuesta mucho encontrar el equilibrio, llevarnos tranquilamente bien, pero lo vamos logrando, de a poco lo vamos logrando. A mí me cuesta muchísimo a veces hablar con él, quizás porque siento que se parece mucho a mí, porque en algunas cosas me recuerda a mí a su edad, porque le tengo miedo, porque yo nunca tuve una buena relación con mi padre, su abuelo. Pero Joaquín los va a querer muchísimo, un montón, un montonazo. Va a ser el mejor hermano que puedan tener. Los va a llevar a la plaza cuando tengan ganas de jugar, les va a ayudar a hacer la tarea. A vos, Pedro, te va a enseñar a tirar al aro y a vos, Catalina, te va a cuidar cuando te caigas de un árbol, cuando tengas miedo de dormir con la luz apagada, cuando necesites hablar con alguien, cuando quieras a un hermano. Los tres van a ser uno, se los firmo.

Además tienen tres abuelos y tres tíos. De parte de mamá la abuela Miriam, la tía Fer y el tío Hora. De mi lado, la abuela Luisa, el abuelo Máximo y la tía Luciana. Para ustedes va a ser común llamarlos así, pero a mí se me llena la panza de bichitos y siento un pan criollo en la garganta de la emoción. Ustedes no se dan una idea de lo que es ser padre. Y yo tampoco…

Y por si esto fuera poco, tienen miles y miles de amigos que los quieren un montón. Amigos nuestros, claro, que los vieron crecer, que estuvieron el día de su nacimiento, que sufrieron, que festejaron, que se emborracharon en el primer cumpleaños. Ellos son parte de nuestra familia. Son tantos que no podría nombrarlos uno por uno.

Hoy, antes de todo, ya tienen una gran familia.

Les pregunto: ¿Saben por qué les escribo esto? ¿No? Bueno, yo tampoco lo sé muy bien. Tratemos de descubrirlo juntos.

Les escribo esto porque quiero que me conozcan tal cual era hoy. Tengo mucho miedo de ser alguien que no quiero ser y estas palabras les servirán (a Catalina, a Pedro, a Joaquín y a mamá) como un ancla, para traerme cada vez que naufrague hacia el mar de la pelotudez, para que me hagan recordar lo mucho que los quiero cada vez que mi memoria se extravíe.

Hoy trabajo en una empresa que fabrica macro medidores de agua… sí, un embole. Pero a papá le gustan otras cosas. Me gusta escribir, me gusta muchísimo escribir. Me encantaría contarles ese momento mágico en el que una palabra se acopla con otra y luego un párrafo encaja con otro y luego un cuento se amiga con el siguiente y el anterior, y así… Me gustaría escribir siempre, siempre. Tengo un libro editado y planeo sacar otro este mismo año. Además, me gusta leer, claro. Quisiera tocar más y mejor la guitarra y recordar cómo era tocar la armónica. Quisiera probar comidas nuevas, hablar cuando haya que hablar, y callar cuando hablar esté de más. Quisiera viajar más con todos ustedes. Hoy tenemos un autito que se llama Trueno. Es muy lindo pero muy traidor. Lo compramos con todas las ilusiones, pero resulta que a él se le ocurre romperse cada tanto. Me gustaría tanto que pudiera sobrevivir hasta que Joaquín tuviera edad de manejar. A Trueno se le levanta el techo y uno puede ir andando y sentir el aire que le pega en la cara. Es hermoso. Y si Trueno se queda en la familia hasta que Joaquín maneje… bueno, seguro que podremos conservarlo hasta que alguno de ustedes dos empiece a salir a la calle en cuatro ruedas.

Uno de mis momentos más felices es cuando voy a ver a Belgrano y hay veces en las que me pongo a pensar qué pasaría si salimos campeones y ahí nomás me emociono y se me caen las lágrimas. Espero que al momento de leer esto el sueño aquel se haya concretado. Me gustaría llevarlos a los dos a la cancha, me encantaría. Les va a gustar, se los prometo.

Ahora quiero contarles sobre mamá. Se llama Alicia, le dicen Ali o Alichu. Yo le digo Negra, Morocha, Negrura o Negrita, todos derivados de su piel marrón, su largo y hermoso pelo negro, su rostro… Ella cocina en el bar de Juan y los clientes piden a gritos que “por favor venga la cocinera que la quiero felicitar”. Ella se pone colorada de vergüenza pero le encanta que la mimen. Mamá hace mil cosas y sueña miles más. Vuela y vuela como un avioncito. Les juro que a ustedes dos ya los soñó, los visitó para el primer día de escuela, les enseñó a lavarse los dientes, los abrazó cuando lloraban, se puso a jugar con ustedes todos y cada uno de los juegos que quisieran, los miró con ternura mientras dormían, les lavó la ropa, los cuidó y los amó. Ella lo soñó pero yo les firmó que eso ya pasó. Mientras ustedes lean esta carta se van a dar cuenta de que es así. No existe otra madre mejor en el mundo.

Somos esto, un par de soñadores que quieren seguir persiguiendo ese barrilete feliz. Miren nomás la cara de mamá y se van a dar cuenta de lo que les digo.

Yo los amo. Jamás de los jamases se olviden de eso y jamás de los jamases me dejen olvidarlo. Los ama, los abraza: Papá

(© Gringo Ramia / HOY DÍA CÓRDOBA) 


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