NADA LE ES FÁCIL A LLARYORA

POLÍTICA

El gobernador designó a la exlegisladora Mariana Caserio en el ente regulador de servicios públicos de Córdoba y cerró una histórica grieta con el massista Carlos Caserio


Mariana Caserio y Carlos Caserio, dirigentes de Unión por la Patria de Córdoba. Fuente: Facebook Mariana Caserio

Por Yanina Passero

La gestión de la provincia de Córdoba, la crisis y la incertidumbre que rodean el programa de gobierno del presidente Javier Milei no impiden que el gobernador Martín Llaryora dedique tiempo a la recomposición del tejido del peronismo local con instrumentos clásicos: la designación de la exlegisladora Mariana Caserio en la vicepresidenta del Ente Regulador de Servicios Públicos (Ersep) provincial. Con un nuevo gesto de apertura, que no pasará desapercibido en el universo político, el jefe del Panal dio por superadas las viejas rencillas de Juan Schiaretti con la pata justicialista que expresa el exarmador presidencial de Sergio Massa, Carlos Caserio.

La excandidata a la intendencia de Villa Carlos Paz e hija del exvicepresidente del Banco Nación tiene posibilidades de escalar al sillón principal del organismo que aprueba los aumentos tarifarios del agua, luz y energía. Llaryora acordó con Mario Blanco su continuidad en la presidencia por seis meses más. En ese momento, llegará la jubilación del dirigente peronista y debería producirse el ascenso de Mariana Caserio.

Sin posibilidades de renegar de las deudas que hereda del cordobesismo, Llaryora no sólo se encargó de diferenciarse con una agenda propia que debutó con la nueva ley de seguridad. También lo hizo con señales de apertura que se iniciaron con la incorporación del massista Martin Gill en el Ministerio de Cooperativas y continuaron con la confirmación del diálogo con un examigo del matrimonio más importante del PJ local, Schiaretti y la senadora Alejandra Vigo.

Acuerdo a fuego lento

Se sospechaban hace tiempo esas conversaciones con quien fuera durante mucho tiempo el presidente del PJ de Córdoba, incluso antes de la elección provincial de junio. Caserio jamás cerró la puerta a un nuevo entendimiento con Llaryora, al punto que siempre lo separó de sus rencillas con la vieja guardia del cordobesismo cuando el antikichnerismo de Schiaretti tocó su cima en la campaña por la primera magistratura.

Es más, la decisión del dirigente alineado con el peronismo nacional de separar las elecciones de su grupo de intendentes de la compulsa provincial, pese a que el entonces Frente de Todos competiría con Federico Alesandri a la cabeza, aportaba más pistas del nuevo entendimiento que se revelaría más temprano que tarde.

La caída de Massa ante Milei y el recambio generacional del PJ cordobés facilitaron el proceso de ensamblaje. Las peleas de los viejos caciques que comienzan a quedar en el pasado se combinan con la ausencia de liderazgos en el justicialismo a nivel nacional. Buena parte de esa dirigencia pone su expectativa en Llaryora, incluido Alesandri, quien no “cooperó” como el llaryorismo esperaba para la aprobación de la suba de los aportes de la planta de personal del Estado provincial en la última sesión en la Legislatura.

El excandidato a la gobernación de Creo en Córdoba de Todos consultó con su círculo de confianza, pero no hubo una decisión orgánica sino estrictamente personal. El ejemplo revela que el todismo-kirchnerismo está totalmente desarticulado en el distrito. Es más, fuentes del espacio revelaron a Letra P que, desde el ballotage no surgieron espacios de diálogo para repensarse.

“Alesandri se ganó esa banca, no es un empleado, pero tampoco quiere dinamitar el PJ”, reconocen en la Legislatura. Llaryora contaba con el aporte "sin peros" del exintendente de Embalse, pero comprende el juego y empezará a mover con gestos concretos.

Mariana Caserio se suma al esquema para ocupar un cargo de relevancia, como muestra de que algunas “luchas” de Schiaretti no son suyas y que soplan vientos de cambio interno.

¿Quién es Mariana Caserio?

La exlegisladora se impuso en la interna partidaria del PJ, de marzo de 2022, que se desarrolló sólo en dos departamentos refractarios al cordobesismo: Calamuchita, de Carlos y Federico Alesandri; y Punilla, de la familia Caserio.

Logró ganarle al candidato oficial del schiarettismo, Matías Montoto, en una elección que terminó con una batería de críticas por parte de la ganadora.

“Vimos lo más sucio de la vieja política. Fue vergonzoso lo que pasó. Venir a ofrecer hasta lo último que tiene el gobierno de Córdoba con promesas y más promesas. No se juega con la necesidad de la gente, ni se aprieta a los empleados especulando con la fuente laboral para obtener un voto”, había denunciado a medio locales.

Con un gesto de apertura, Llaryora busca dar vuelta esa página. De todas formas, en el kirchnerismo local practican el deporte nacional de la especulación. Esperan un entendimiento profundo y sensato con Llaryora para unir al peronismo, mientras observan el gobierno de Milei con cero expectativa y con la certeza de que llegará un reverdecer del PJ nacional.

(LETRA P)


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