EL ESPLENDOR DE LA FIESTA DE SUSY

EDITORIAL

En 1969 y parte de 1970 y, como medida de ajuste implementada por mis señores padres, entre otras cosas, yo, el dandy, y con mi ropa de dandy, vendí pastelitos en la estación de trenes, una hora antes de entrar a la Escuela Nacional de Educación Técnica Número 1

Por Walter R. Quinteros

¡Qué gran fiesta! Ésa si que fue una fiesta, no recuerdo una igual. Mi hermana Susy cumplía 15 años. Venían todos nuestros familiares, algunos llegaron en sus autos, —normalmente los provenientes de Buenos Aires y Santa Fe—, otros en tren, —los de Chaco, Córdoba y Dean Funes—, papá dispuso taxis para llevarlos a casa desde la estación, a los que no podían pernoctar en casa, les pagó la habitación del hotel. Tipazo, mi viejo.

Días anteriores, un camión bajaba en la puerta de casa, pan inglés, fiambres de todo tipo, dulces, gaseosas, soda, aperitivos y vinos. Alguien, en otro camión, trajo tablones caballetes manteles y servilletas. De una camioneta, frutas y verduras. Y antes de eso, papá pintó la casa.

Los ferroviarios como mi padre, parece que eran así. No podía faltar ningún familiar, nadie de sus amigos y colaboradores ante semejante acontecimiento. Como dije, los 15 de mi hermana Susy que, decían, era un bocadito para el año 1968, en que fue presentada en sociedad. Las tías infaltables de siempre, abanicándose ante el calor mayúsculo de esta ciudad, rumoreaban que mi hermana ya estaba en edad y tenía el cuerpo de merecer. Tomen.

El día de la fiesta mi madre llevó a mi hermana a la peluquería por la tarde, volvió con una especie de "batido" en la cabeza, y pasó a cambiarse, a lucir como una novia. Mientras mis primos y yo, veíamos que desde un coche, bajaban grandes bandejas con lechones y cabritos asados que papá y mis tíos, cortaban en trozos para cada plato. 

Si mal no recuerdo, los grandes comilones de esa noche, y como siempre ocurre, se destacaban claramente entre sus compañeros de curso, rufianes. Nadie podía quitarle el título de grandes bebedores a mi abuelo y dos tíos, que se encargaron de animar la fiesta.

Sin que nadie se entere, y mezclada en el montón de las chicas, estaba mi compañera de banco de séptimo grado, creo que solo mamá se dio cuenta. Mamá se daba cuenta de todo. Siempre estuvo en cada detalle. Por ejemplo, en pleno esplendor de aquella fiesta, y sacándome a bailar me dijo, "vos sos el responsable de cuidar a tu amiguita". Cuando los animales salvajes de los compañeros de la Escuela Normal de mi hermana Susy empezaban a irse, dos de mis primos y yo, acompañamos a mi compañerita de banco hasta su casa. Después, más tarde, no se quién y a qué hora, pero como una bendición, apagó las luces para que pudiésemos dormir.

Al día siguiente, con mis primos desayunamos con los sánguches guardados en las heladeras. Todos hicieron lo mismo mientras se desperezaban. Y almorzamos y cenamos las sobras que duraron un día más. Luego se fueron todos. Y llegaron los camiones, uno se llevó los tablones, sillas, manteles y caballetes. El otro, los sifones y las botellas vacías en cajones de alambre. Los muebles volvieron a su lugar. Mi hermana Susy se lavó el cabello, volvió a ser "la Susy", el batido de su pelo desapareció. Yo juntaba las risas de mis primas desparramadas por cada rincón de la casa, y amontonaba en la galería las boludeces de mis primos. Todavía las tengo.

Pero al esplendor de aquella fiesta inolvidable, había que pagarlo.

¿De dónde papá sacó tanto dinero? Préstamos —contestó mamá—. Plata prestada.

Fiesta para más de cincuenta personas grandes más nosotros los pibes, con todo lo que eso implica. Más ropa nueva para él, para mamá y mis hermanos. Yo, vestía como un dandy.

En la casa grande de la calle Alvear, al tercer día después de la fiesta, mamá que estaba en todos los detalles le dijo a mi padre, "Toño, ya es hora de que hagamos los números finales".

¿Dónde escuché eso antes? ¿O es que venía del futuro y me levantaba de la mesa para que mis padres hagan tranquilos los números tan temidos?

Hacer los números finales

Han pasado cincuenta y cinco años de la fiesta esplendorosa de Susy. Ayer escuché algo parecido: "Vamos a estar unos meses peor que antes, pero va a tener sentido el esfuerzo. La fiesta del gobierno anterior hay que pagarla".

El que hablaba, era el ministro "Toto" Caputo que siguiendo su discurso nos decía que: "En el mediano plazo vamos a encaminarnos a ser un país mejor". "No es solo la inercia inflacionaria, sino toda la inflación que estaba metida debajo de la alfombra. El control de precios no funciona nunca, es el rezago de la política monetaria. Van a ser meses de inflación dura. Pero hay que dar tranquilidad a la gente, porque todas las medidas que estamos tomando van a ser para revertir ese proceso. La inflación va a tender a ceder y las cosas se van a encaminar".

1968: Mamá le recordaba a Papá: "Toño, son dos préstamos grandes".

2023: El ministro de Hacienda dice: "Cuando vos tomás medidas que no tienen un fundamento económico atrás, pasa lo que pasó en agosto de este año, con la última devaluación de Massa".  "Por eso hemos subido el dólar oficial de $360 a $800, si no tuviera la credibilidad que efectivamente tuvo: ¿Qué hubiera pasado con el tipo de cambio libre? Estaba $1.100 y se hubiera ido a $2.000 o $2.500".

1968: Papá dice a mamá: "Y como dijo Alsogaray, nos ajustaremos el cinturón, muñeca".

2023: Dice el ministro: "En el marco del ajuste, los ministros nos pagamos hasta nuestros cafés. A ninguno nos gusta subir algún impuesto. Pero, dentro de lo que se estaba haciendo en este paquete de medidas, tenía su lógica. Vamos a estar recomponiendo reservas: ya bajó la tasa de interés; el tipo de cambio libre, lejos de subir, cayó, y hoy volvimos a la brecha de diciembre de 2019. Es decir, en una semana se corrigieron cuatro años de desmanejo cambiario", fundamentó. Y siguió como para que tengamos: "Con la fórmula anterior, lo que hubieran perdido los jubilados en los próximos cuatro meses, producto de esa fórmula, hubiera significado, para el fisco, un ahorro de dos puntos de déficit. Si seguíamos con esa fórmula, los jubilados hubieran perdido poder adquisitivo, más o menos, en los próximos meses en un 40%. Esa fórmula es muy mala. El gobierno no está especulando, está protegiéndolos". "Se va camino a paritarias libres. Todo en realidad estamos convergiendo a que sea lo más libre posible". "En el corte plazo se van a privatizar todas las empresas que sea posible: Las que no se puedan privatizar, porque es más difícil, por razones técnicas, se va a tratar de mejorar sus cuentas". "Toda empresa que sea ineficiente, que le cueste plata al Estado, por definición estaría bueno privatizarla. Aerolíneas es un ejemplo. Hay un equipo hoy evaluando cada una y que se quiere ejecutar en el corto plazo lo que efectivamente sea posible", puntualizó el ministro.

Ayer, cuando me senté a escribir esta nota, pensé que quizás me esté volviendo algo haragán, ya no hago los análisis exhaustivos de unos años atrás. Haragán y viejo. Canchero y displicente. Ya no cumplo con ciertos requerimientos con otros medios en tiempo y forma. Y otros colegas, creo, ya deben empezar a calentar el cuerpo para reemplazarme. Para que baje el aplauso de la tribuna que quiero oir cuando salga. Digo, de agrandadito que soy nomás.

Bueno, sigo: De la casa grande de la calle Alvear nos fuimos a finales de 1970 a Córdoba. Mi hermana Susy ingresaba a la Universidad. Papá era ascendido como jefe de no se qué.

Después de cuarenta y siete años de ausencia en esta ciudad y, cincuenta y un años después, me animé y pedí permiso a una inmobiliara para ver aquella casa feliz que estaba en venta. Quería volver a verla, recorrerla, husmear sus habitaciones, buscar una risa perdida. 

Conociendo esta historia, el martillero me dejó caminarla solo. Hacía mucho que este redactor no lloraba tantas ausencias. Nada más les digo.

1968: Dice mi padre hurgueteando entre sus bolsillos y dejando unas cuantas monedas sobre la mesa, "que Dios proveerá". En todo 1969 y parte de 1970 y, como medida de ajuste implementada por mis señores padres, entre otras cosas, yo, el dandy y con mi ropa de dandy, vendí pastelitos en la estación de trenes, una hora antes de entrar a la Escuela Nacional de Educación Técnica Número 1, la que estaba en la calle Sarmiento.

Y no se me cayó ningún anillo.








Comentarios

  1. Muy bueno ...veraz e increiblemente emocionante..muchos en este cuento....que es real...hemos vivido algo parecido

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