DE NO CREER PERO...

OPINIÓN

Esta columna se pone al servicio de la causa mileísta

Por Carlos M. Reymundo Roberts

En aras de la transparencia informativa, tengo una importante novedad para comunicar. Si así no lo hiciera, Dios y la patria no me van a demandar, pero me sentiría un gusano infame. Quiero anunciar mi adhesión, meditada y ferviente, a la causa de la libertad libertaria. Sí, soy mileísta. Y, como el Gobierno acaba de empezar, fui autorizado a considerarme “de la primera hora”; en cambio, me rechazaron el estatus de “línea fundadora”, al que solo pertenecen su hermana, Karina, y los hijos de cuatro patas. Es decir, a partir de hoy militaré a Milei y a su gobierno; militante inorgánico, sin ocupar cargos ni formar parte de estructura institucional alguna. Solo desde mi trabajo periodístico; esta columna, en primer lugar. Es posible –es dable imaginar, decía mi abuelo– que se me escape una que otra crítica al admirado Javier, a la gestión, a su equipo. Pero, después de haber confesado en público mi adscripción al mileísmo, si eventualmente me pongo quejoso nadie podrá acusarme de destituyente, de esbirro de la casta, de kirchnerista; mucho menos, de ensobrado. La verdad es que un sobre siempre es bienvenido, pero ya se imaginan la dificultad: “No hay plata”. Ni para el sobre.

“No hay plata”, recitó mi líder, con esa voz grave que tan bien le queda, al hablar ante la multitud reunida en la Plaza del Congreso (plaza que, propongo, a partir de ese acontecimiento debería ser llamada “del Pueblo”). Los gobiernos peronistas crean pobreza, y los que los siguen la administran. A eso se refieren los anuncios del martes de Caputo. El Caputazo es, en primer lugar, una declaración de principios: “En principio, estamos para atrás”. Aplaudo de pie todas las medidas que se anunciaron esta semana. Veamos las más importantes. 1) Megadevaluación. Bien. En campaña, Milei prometió un shock de ajustes, y lo votó el 56%. “Les hablé con la motosierra y me contestaron con el corazón”. 2) Suba de tarifas. Muy bien. Muchos ya resolvieron el problema: compran velas y leña, y venden la heladera, el lavarropas, la pava eléctrica… 3) Baja de jubilaciones. Perfecto. No hay personas más comprensivas que los abuelos: van a saber entender. El único problema es que reaparezca Mirta Tundis llorando por TV: yo mismo quedaría sumergido en lágrimas. 4) Rajes de empleados públicos. Excelente. Sobran por todos lados. Habría que atenuar el impacto con planes sociales para los camporistas que se queden en la calle. 5) Ventas de autos y aviones oficiales. Extraordinario. En los autos iban bolsos y la flota de aviones se justificaba con Cristina, que sacaba a pasear a sus nietitos: “Preparen las mochilas que Abu mañana los lleva al sur y el lunes los trae de vuelta”. 6) Suspensión por un año de la pauta oficial. ¡Desastre! Un atentado contra la libertad de prensa y, peor, contra mi sueldo. Renuncio al mileísmo. Chau. Duré cinco minutos.

Tranquis, tranquis: era una bromita. ¿Cómo no les voy a permitir que se equivoquen? La pifian mucho porque nunca pensaron que iban a ganar. No contaban con la astucia de Juntos por el Cambio. Por ejemplo, un error que se deslizó –pequeño, insignificante– es que el gobierno que venía a bajar los impuestos nos está empezando a sacudir con un impuestazo: Ganancias, compra de divisas, retenciones… Milei votó la baja de Ganancias y ahora promueve la suba: tiene esa cosa peronista, ¿no? En este caso lo digo como atributo: la realidad es dinámica. En el traspaso de mando, sonriente, cómplice, dicharachero, le mostraba a Cris los perritos del bastón, y ella, de lo más divertida. Dos tiernos.

Argentinos, a poner el hombro: hay que hacerle el aguante a este tipo que nos liberó del yugo massista-kirchnerista. Parte del aguante es mirar para otro lado cuando vemos cosas que no nos cierran. Nada de escandalizarnos con el photoshop de la primera galería de fotos oficiales: en las que Javier está con el gabinete y en las que posa en el sillón de Rivadavia. Le afinaron el mentón, lo peinaron, le rebajaron las patillas. Quedó divino. Por supuesto, él permitió esos retoques. Increíble: estar empezando a trabajar de presidente de un país en llamas no relegó sus inquietudes estéticas. La imagen es la imagen, papá. Buen laburo de laboratorio: parecía el de la Primera Comunión. También Karina pasó por el bisturí tecnológico, tarea cuesta arriba: le encanta poner cara de que le están pisando un callo.

¿Por qué la jura de ministros se hizo sin prensa y no se difundieron imágenes? Todavía no habían llegado los photoshopeadores.

Vamos a tener que acostumbrarnos a que el querido Javier es un hombre extraño, sorprendente, especial. Se despeina en el espejo y se hace peinar en las fotos. Autoriza designaciones y al rato las desautoriza. A Bolsonaro le dio rango protocolar de presidente. Dice que cuenta con la ayuda de una fuerza celestial. En la empuñadura del bastón de mando pone sus cinco perros.

Bueno, OK, es distinto. Acaso necesitábamos alguien así. No sé si un cuerdo está capacitado para arreglar este balurdo.ß

(LA NACION)


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