NOS AFANARON EL HUMOR

EDITORIAL

No hay malas palabras, las palabras son inocentes


Por Walter R. Quinteros

No somos nada. Pero hablamos. 

Mire usted lo que hacemos con nuestras palabras.

1) Algunos sátrapas las usan como herramienta para gobernar. 2) Algunos poetas para enamorar. 3) Algunos fundamentalistas para provocar peleas, y matar. 4) Algunos escribidores para opinar. 5) Algunos tristes para hacer reír. 5) Y la lista de algunos, sigue.

Roberto Fontanarrosa decía que no hay malas palabras. Leonardo D'espósito dice que las palabras son inocentes, pero que, lo que no es inocente es su uso. 

¡Qué problema estar al medio, chátuhermana!

Lo mío no es escribir ni contar chistes, mi hermosa cara de culo es la de un tipo que apenas duerme cinco horas diarias gracias a una medicación, sino, sigo despierto. Entonces escribo, y algunos piensan que busco pleitos cuando me rio de algo, de alguien. O malinterpretan. 

El mágico universo de las palabras nos lleva a la problemática de la comprensión de textos. Imagino que los que si saben contar chistes, los que nos llevan a introducirnos en la escena donde se desarrolla el cuento, tienen un poco más de suerte. Y hasta viven de eso. Pero son como algunos productos de las góndolas en los supermercados, y por eso he llegado a la triste conclusión que también ellos empiezan a escasear, y parecemos todos unos zombies, buscando una radio que tenga algo de humor.

Los que van a las colas de los bancos para retirar alguna "ayuda" del gobierno a través de planes, miran al suelo, se mantienen en silencio. Como avergonzados. Los que entran a los supermercados y en las cajas, a la hora de pagar, exhiben tal desconsuelo, que me recuerdan las caras que merodean los velorios. -Era bueno el tío, loco pero bueno-.

Una aguja clavada en mis venas regando líquidos curativos y calmantes bendecidos por algún laboratorio, se mezclaba con mi sangre por estos días, recuerdo. La doctora y la enfermera me preguntaron de qué me reía, les dije, de ustedes, mujeres de poca Fe, ¿no se dan cuenta que salgo de aquí y en la esquina enciendo un cigarrillo más? ¿No se dan cuenta que ése líquido no puede combatir el veneno del desamor? ¿Que ésos anillos en sus dedos me quitan toda posibilidad de hacerme el bueno, el lindo y el macho con ustedes? -Viejo loco, quédese quieto-.

Tal vez, ése tipo de humor no sirva para nada, pero con eso, creo que las alentaba a balearme en un rincón. Pienso que demostrar algo de humor ante circunstancias adversas no lo hacemos para impresionar, menos para que a uno lo miren con algo de compasión. Es señalar que no tendríamos que tomar nada demasiado en serio. Que nada nos debe alarmar.

En estos días, escribí un cuento tirando a chiste sobre un intendente y yo, ambos sentados en una peluquería. Un —aparente— amigo de él, me dice que lo deje de provocar porque seguro que va a mandar "gente" a darme un correctivo.

Aquí la comprensión de texto mueve su maquinaria.

¿Cuál intendente? ¿Lo nombro? ¿De qué ciudad? ¿La nombro?

No, pero se entiende —me dice el emisario de turno—.

Bueno, se entiende también, gracias a tus palabras flotando en el aire, que queda confirmado que tu amigo el intendente, tiene diploma de delincuente —le dije—.

Recién ahí todos entendieron el chiste de la peluquería.

La sonrisa debe extenderse también a las góndolas de los supermercados y festejar entre los clientes presentes haber encontrado un producto con precios cuidados. Muchas veces más caros que los productos de precios descuidados. -Vienen por nuestros derechos-.

¿Eso es reirse de nuestros gobernantes? ¿Faltarles el respeto? ¿O burlarse de las políticas absurdas de la runfla de funcionarios? ¿O recordarles que se burlan de nosotros?

Pensemos, separemos los tantos. Veremos que nos afanaron el humor.

Y ya casi hasta vamos deshechando palabras para hacer chistes y, lo que es peor para nuestro uso común también, caemos en el mismo palabrerío de siempre, parece que ya nadie lee más a Cervantes, maestro del castellano que no repetía palabras. Y hasta nos damos el lujo de reemplazarlas muchas veces con sonidos, o emojis y cualquier otra pedorrería.

Lo que veo, es que siempre habrá cosas que nos causan gracia. Y cosas que por circunstancias del momento tampoco podemos reírnos. Como el resbalón de una abuela en una vereda desprolija. Claro, que ya pasa por cada uno dimensionar ése drama. Porque a otros, la misma escena los puede llevar al llanto por el trastorno de la abuela en aquella acera estropeada. 

El humor, no creo que apunte a hacernos reír. Creo que busca solo a que ejercitemos los músculos de la cara en busca de algo de felicidad. De una especie de soplo para disminuir esta capacidad que tenemos de andar todo el día enojados, puteando, odiando, amargados y no razonando. Pergeñando una idea para descalificar al otro porque ganó la pasada elección.

Muchos de mis amigos peronistas, por ejemplo y por estos días, se sienten ofendidos porque su candidato perdió por paliza el domingo pasado. Tal vez tengan razón, desde el punto de vista partidario. Miren que yo se bien de esa cosa de tener que cargar con una mochila insensata y llena de tristeza. Pero que vayan con cara de culo expuesta y se sienten en una mesa de café a planificar supuestas venganzas, está mal. ¿Para qué carajo vienen si van a estar así? ¿No piensan en la otra clientela del bar? -Todo pasa por razonar-. 

Y de paso, de mal llevado que soy nomás, les pregunto, ¿Alguna vez en sus cuatro años de gobierno los vi a ustedes felices? No. ¿Saben por qué? No tenían motivos ni dinero para estarlo. Solo hablaban de "lawfare". ¿Para qué están enojados entonces ahora? ¿Esta tormenta no les molesta para nada y el pronóstico de una lloviznita suave y dulce como rocío de miel con brisas claras y frescas, si? -Támadre, que pedazos de cool & a /2 son-.

Y encima se enojan conmigo. Y porque ando medio alegre me dicen Gorila.

Bien, en el  mismo contexto les debo contar algo. A veces por ahí, se me ocurre escribir sobre una supuesta "Chica Que Limpia", un personaje ficticio basado en una historia de una miniserie policial argentina de 2017 que fue dirigida por Lucas Combina, con guión de Irene Gissara. Filmada y producida en la ciudad de Córdoba. Es decir, bien cordobesa y que trata sobre Rosa, una madre soltera que trabaja como servicio de limpieza en varios lugares y que un grupo de mafiosos la obliga a limpiar una escena de crimen que habían cometido en un club. Ella tiene la habilidad de dejar todo impecable, sin que queden rastros de lo sucedido. Por su gran trabajo, los mafiosos le dan una gran recompensa. Rosa vuelve a recibir llamadas para seguir realizando limpieza de escenas de crímenes, y aunque entiende la inmoralidad de este trabajo, se justifica en el hecho de que tiene a su hijo enfermo y el dinero le sirve para mantenerlo. Entiendan muchachos, ficción.

Quitándole drama, escribo algo parecido pero esta vez, sobre una chica que es coqueta y busca enamorar a su empleador. Eso si, a cada historia las cierro con un final por demás absurdo. Antes, a mis amigos les gustaba, los enloquecía, los apasionaba, la idealizaban, aseguraban haberla visto. Ahora, de repente, ellos mismos me dicen que "fijate con lo que escribís porque les podés faltar el respeto a una mujer y, guarda con eso". O sea, han quedado tan doloridos por un simple acto eleccionario, que aquel soplo de alegría que para ellos eran mis cuentos, ahora es un temible huracán que destruye hogares. -Hombres de poca Fe-.

Seguimos con lo mismo, ahora hay mayores excusas para decir que cualquier cosa puede ofender. Que cualquiera se puede sentir ofendido. Muchachos, hagamos chistes. Un chiste jamás de los jamases puede llegar a ser una amenaza. Son palabras, respondamos con palabras y sin amenazar.

Para cerrar.

Quiero recordarles —amargados de toda la vida—, que ustedes festejaban hasta destornillarse de risa, un tuit del actual presidente —creo que se llama—, Alberto Fernández: "Nena, no es algo que me inquiete lo que vos creas. Mejor aprendé a cocinar. Tal vez así logres hacer algo bien. Pensar no es tu fuerte. Está visto. (Tuit del 11/12/2017 y recordado por D'Espósito).

"La Chica Que Limpia" de mis ocurrencias, no ofende a nadie como ofende "el" Alberto a esta mujer. Es un juego de gato y ratón. Que no se si tiene final feliz, o no, o si de pedo tiene final. 
¿Ven que ya nadie sabe ni siquiera discernir?

Los invito a reírnos de la ridiculez que estamos viviendo gracias a las políticas públicas de nuestros gobernantes millonarios, que ya se van y que nunca supieron lo que es sufrir la condena que cumplimos nosotros, de tener que comer picadillo de víbora como toda cena.

Y miren la película 300, donde el general espartano Leónidas les dice a sus hombres "¡Esta noche cenaremos en el infierno!" A usted le digo, que pone cara de dolobu y tiene planeado cenar de arriba en casa de su suegra.



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