LOS SÓTANOS DE LA SERVIDUMBRE

OPINIÓN

Rodolfo Tailhade, cuyo abanico ilegal va desde robarse una lapicera hasta encabezar estas operaciones de apriete, fue el capitán de un grupo de tareas que trabaja para la causa de la vicepresidente


Por Carlos Mira

Desde hace 15 años, una organización criminal -para usar las palabras del fiscal Pollicita- a la que Cristina Fernández de Kirchner le otorgó una franquicia de espionaje, vigila los movimientos de argentinos de todas las clases. Hay allí funcionarios, empresarios, jueces, periodistas, políticos, en fin, de todo.

Alguna vez el inexistente presidente desaparecido Alberto Fernández calificó a ese inframundo como los “sótanos de la democracia”: hábil para la verborragia hueca, el Caballo de Troya del kirchnerismo no sólo no hizo nada para terminar con ellos (como enfáticamente aseguró que había hecho) sino que vio cómo, delante de sus propios ojos, el gen delincuencial del kirchnerismo multiplicaba los tentáculos de esa organización para acechar a sus adversarios con amenazas, extorsiones y siembra del terror.

Rodolfo Tailhade, cuyo abanico ilegal va desde robarse una lapicera hasta encabezar estas operaciones de apriete, fue el capitán de un grupo de tareas que trabaja para la causa de la vicepresidente. Junto a él actuaba otro funcionario público, nada más y nada menos que un importante director de la AFIP, la agencia estatal que conoce todos los movimientos financieros y económicos de los argentinos, Fabián “Conu” Rodriguez.

La “causa” de la vicepresidente no es otra que conservar su libertad, conservar su fortuna, impedir que se conozcan más sus métodos corruptos para robar la riqueza de los argentinos y mantener el poder que es, en definitiva, el que le permite operar eficientemente para que aquellos objetivos (que son los únicos que le preocupan) se cumplan.

Una cuestión central para alcanzar ese horizonte que la desvela es destruir a la Corte Suprema de Justicia, el lugar adónde indefectiblemente terminarán cayendo las instancias finales e inapelables de los múltiples procesos a los que está sometida por haber usado y abusado del poder para enriquecerse personalmente.

Por lo tanto la orden que impartió al grupo de tareas encabezado por Tailhade fue recoger o fabricar toda la información posible para plantear un juicio político a los jueces supremos. No importaba lo que Tailhade hiciera para conseguir el objetivo. Ella da las órdenes, los soldados buscan las maneras.

Los encargados de cumplir las directivas de la jefa pronto advirtieron que la profundidad de “los sótanos de la democracia” no era suficiente para alcanzar los objetivos. Era necesario cavar más ese subsuelo para encontrar más mierda disponible.

En ese submundo hay de todo y todo puede hacerse por plata. Un oscuro ex policía al que la hoy vicepresidente había nombrado como agente inorgánico de la AFI cuando era presidente, Ariel Zancheta, tenía vínculos propios del hampa con un hacker que operaba desde Misiones, Ezequel Nuñez Pinheiro.

Pinheiro no solo hackeaba teléfonos sino que creaba líneas telefónicas truchas a las que hacía operar a nombre de los jueces de la Corte y otros que actúan en la jurisdicción federal de Comodoro Py. En esas líneas se generaban chats falsos en donde supuestamente los jueces intercambiaban diálogos con otras personas. Todo es falso.

Zancheta compraba esa información y la ofrecía a Tailhade. Pinheiro también hackeó la línea de Whatsapp y Telegram del entonces ministro de seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, Marcelo D’Alessandro a quien le generó diálogos truchos con el secretario de uno de los jueces de la Corte, Horacio Rossati y con empresarios privados.

Con ese material fue armada la puesta en escena conocida con el nombre de “Lago Escondido”, en donde D’Alessandro, empresarios de medios y algunos magistrados aparecían como en una logia secreta craneando operaciones golpistas en la Patagonia. Gran parte del juicio político a la Corte se basa en esa truchada.

El propio presidente, en una movida sin precedentes, apareció en cadena nacional con aspecto de “espantado” dando a conocer lo que el gobierno había decidido hacer luego de entrar en conocimiento de esa “información”. Lo peor es que el propio Fernández, en esa aparición, reconocía el carácter completamente ilegal de las fuentes: eso y admitir que se es parte de la misma organización criminal que fraguó las evidencias es todo uno.

Sin embargo, lo peor de este caso no es toda esta negrura maloliente. Lo peor del caso es que el escándalo no tiene ni tendrá ningún impacto en la decisión del voto del domingo 19. Los argentinos no parecen interesados por “los sótanos de la democracia”. Si bien tienen una pasión romántica que los lleva a aplaudir esas inspiraciones literarias en el momento en que se pronuncian, luego no demuestran ningún interés concreto que evidencie una preocupación verdadera por la solución: su espanto se conforma con lograr que el inconsciente colectivo asocie esas oscuridades exclusivamente con la “maldita derecha”.

El kirchenrismo siempre ha tenido una capacidad muy desarrollada para señalar a sus adversarios como los que hacen lo que, en realidad, hacen ellos.

Llevan 20 años hundiendo al país en la miseria pero resulta que esa es la consecuencia del “neoliberalismo”. No hacen otra cosa más que endeudar al país con Dios y María Santísima pero fue Macri el endeudador serial. Llevaron el valor del peso argentino a cero y la inflación a trescientos, pero esa es “la consecuencia de la pelea distributiva entre los poderosos que se pelean para dirimir quién se queda con la riqueza que el peronismo le hizo ganar a los pobres”. Viven como reyes en condiciones absolutamente desiguales al resto de los ciudadanos, pero ellos son los que buscan un “país para todos”. Aman la democracia pero se abrazan al castrismo de Cuba y Venezuela. Hablan de vivir mejor pero multiplicaron por miles a quienes todos los días empujan por la calle desvencijados carromatos de basura. Hablan de la “Argentina segura”, pero en su gestión los delincuentes salen de las cárceles para acechar a una población cada vez más asustada. Acusan a los demás de nazis por espiar a los argentinos pero no son otros más que ellos los que crean una organización criminal paraestatal a quien le franquician la vigilancia de los ciudadanos, a los que, luego, se dedican a perseguir y a inventarles causas falsas. Se definen como “la vida”, pero en su raid han dejado muertes inexplicables, todos vinculadas con denuncias que no les convenían…

No solo en economía se define el domingo 19 los perfiles que tendrá la Argentina de ahora en más. La economía no está divorciada de un modelo de despotismo en donde el dirigismo económico no es otra cosa más que la consecuencia natural de un modelo de control absoluto de la vida de los argentinos.

No hay una economía dirigida en un país libre y no hay país libre con una economía dirigida. Una es la consecuencia de la otra. La espiral de profundización que se necesita para mantener y ampliar ese control termina derivando en “los sótanos de la democracia”. Pero esos sótanos no son bolsones de excepción en lo que en lo demás es una democracia plena: esos sótanos son los que cuentan la verdad sobre quiénes son los que reinan en la superficie.

De los argentinos depende que sigan reinando. Y que sigan los sótanos.

(The Post)

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