HOY NO ME SALE

OPINIÓN

Es gratificante saberse escuchado, valorado y hasta cuestionado


Por Osvaldo Bazán

¿Y para qué escribir?

¿Y por qué escribir?

Es muy gratificante cada fin de semana ver que lo que uno ha barruntado en silencio en su departamento de dos ambientes en el Abasto porteño, con el invalorable agregado de una ilustración pergeñada y realizada a cientos de metros de la Casa Histórica de Tucumán (no le digan “casita” que aunque es un diminutivo lleno de cariño, cae mal en los tucumanos), impulsado todo esto por un medio de comunicación de raíces profundas en su Mendoza original, recorre rápidamente las redes; es elogiada en demasía, exageradamente; es reenviada a amigos y parientes; es -según me cuentan- leída en voz alta en sobremesas familiares.

Es gratificante saberse escuchado, valorado y hasta cuestionado.

Incidir, aunque mínimamente, en la conversación.

Pero Charly García -que en su época de lucidez pensó todo antes que todos- ya se preguntó, siendo casi un niño- “Para quién canto yo, entonces?”, en 1974, en el disco de Sui Generis “Pequeñas anécdotas de las instituciones”.

Aquella idea de Charly es la que me traba los dedos ahora frente al teclado cuando encaro la nota número 181 para El Sol. Nos hablamos entre nosotros, nos felicitamos, nos quedamos contentos por tener la razón.

Y no alcanza.

“Para quién canto yo entonces/ si los humildes nunca me entienden/ si los hermanos se cansan/ de oír las palabras que oyeron siempre/ si los que saben no necesitan que les enseñe”.


Hace 50 años que Charly se lo preguntaba.

Hace casi medio siglo que se habla en el desierto.

Se abren algunas urnas en La Plata.

Muestran que lo que se votó no es lo que se dice que se votó.

Un juez dice “siga, siga”.

Unos periodistas dicen “no es tan grave”, que no es fraude.

El viejo tema de la silla y el hormiguero.

Vos votaste, tu voto no se ve reflejado en la elección.

Pero ojo, no es fraude porque coso.

Si vamos al diccionario, hay tres definiciones.

A ver si alguna de ellas coincide con poner tu voto y que no esté reflejado:1. Acción contraria a la verdad y a la rectitud, que perjudica a la persona contra quien se comete.

Bueno, esa parece ajustarse. Veamos la siguiente:2. Acto tendiente a eludir una disposición legal en perjuicio del Estado o de terceros.

Bueno, esa también.3. Delito que comete el encargado de vigilar la ejecución de contratos públicos o de algunos privados, confabulándose con la representación de los intereses opuestos.

Caramba, esta también.

Pero si uno dice que lo que ocurrió en La Plata -el único lugar donde supimos- es fraude te tiran con “no podés poner en tela de juicio el sistema, eso es antidemocrático”.

¡Qué sé yo!… yo creía que ser antidemocrático es que el voto que pusiste en la urna, no cuente.

El candidato más votado gastó casi tres puntos del PBI argentino para posicionarse.

De más está decir que esos tres puntos salieron de nuestros bolsillos y nos crearán infinidad de problemas en los próximos meses.

El candidato más votado violó de todas las formas posibles la ley electoral, pero es presentado como la única garantía de la democracia.

¿Por quiénes?

Entre otros, por los inefables intelectuales argentinos, aquellos que justo, justo, justo miran para otro lado cada día que los chicos argentinos no tienen clases. ¡Y mirá que son muchos días, eh?!; ¡hay que tener voluntad de mirar para otro lado todo el tiempo mientras se mantiene en la ignorancia a la población y a su vez querer que lo vean a uno como resguardo de los valores ilustrados de la sociedad!

Intelectuales argentinos, angurrientos buhoneros de subsidios, sórdidos mercachifles de becas, que miran para otro lado si el “Estado igualitario” hace una lista de privilegiados para algo tan básico como una vacuna.

Intelectuales argentinos, rapaces succionadores de calcetines oficiales que miran para otro lado cuando desde la máquina de hacer chorizos salen las vísceras de una chica. Porque ninguno de ellos parece recordar que el candidato oficialista, al que ensalzan como custodio de los valores democráticos, el que salió primero en las elecciones, está en la lista que llevaba como candidatos a una familia que tiró a una chica a los chanchos. Por supuesto, en aquella oportunidad, ninguno de ellos firmó un comunicado poniendo cara de inteligente, manito en la pera, mirada ausente como diciendo “tienen suerte de tenerme entre ustedes, pelafustanes de dos por tres, que no se dan cuenta de nada si yo no bajo del olimpo y les cuento que este impresentable de Massa es lo mejor que les puede ocurrir”. Sería bueno que alguien les recuerde: “Che, éste es responsable de que estemos como estamos, porque es gobierno desde hace cuatro años”. No sé, son muy intelectuales, pero están convencidos que el candidato del partido en el gobierno, presidente de la cámara de Diputados, socio del presidente y la vice, ministro de Economía, no tiene nada que ver con el gobierno. Yo creo que si no se dan cuenta, taaaaaaan vivos no son. Pero yo no soy intelectual, debe ser eso.

Ahora sí firman esos comemocos peronistas un documento, ahora sí se preocupan, como “el cine argentino” que convirtió el Festival Internacional de Mar del Plata (ese festival al que no llegarán jamás como espectadores aquellos que no comen cada noche, porque no viene en el bolsón de arroz con gorgojos por el que se ven obligados a cambiar su voto) en plataforma de lanzamiento del candidato que empobreció a los argentinos como nunca antes. Con este antecedente, si alguno espera un documental cuestionador de, por ejemplo, el curro de las vacunas, los muertos de la cuarentena o la corrupción en la entrega de los permisos de importación, bien hará en buscarse un banquito porque el tiempo será infinito. Todo el cine que se haga en la Argentina será complaciente, cuando no laudatorio, con el partido peronista. Como lo ha sido casi siempre con honrosas excepciones.

¿O alguno de todos esos animosos zalameros pondrá su talento, tiempo y esfuerzo para contarnos la historia de un pobre tipo que vive en un rancho con cuatro chapas y dos nylons que se le inunda a la primera sudestada y la visita sonriente de una funcionaria menor, con su bolsa de latas de tomates vencidas? ¿Quién va a contar la historia de la señora que salió a trabajar en Isidro Casanova y fue atropellada por dos motochorros para sacarle un celular que no tenía y el posterior vía crucis de una policía corrupta que ni le quiere tomar la denuncia, el hospital suburbano desbordado que no la atiende y el transa de la esquina que la amenaza para que no diga nada?

Tampoco veremos en pantallas la historia del pibe que se recibió a duras penas en una universidad tomada por el peronismo acomodaticio y se va del país porque no consiguió una componenda clandestina, porque creyó, iluso, en el mérito y el esfuerzo en un país peronista; el desgarro de sus padres que tuvieron que cerrar el negocito que les dio de vivir porque no pudieron pagar los impuestazos recibidos.

No, esas historias jamás serán contadas por el cine argentino. Al menos, por el de aquellos chapuceros con la bandera partidaria. Se ensalzan corporativamente y aseguran a los cuatro vientos que son el único pilar de la cultura nacional, el registro verdadero del corazón de un país. Exigen aplauso y pleitesía, faltaba más.

Había una luz de esperanza.

Era la necesidad imperiosa de un fin de época y que una oposición unida, con todas las limitaciones que el republicanismo impone, pudiera cambiar las cosas. Porque esa es otra gran desventaja frente al populismo peronista que al no tener que cumplir reglas hacen pasar por “picardías” lo que son delitos y uno, que no nació para esas “picardías” las sufre, las denuncia, pero nunca las imita, porque la barrera ética lo impide, ¿o alguno de ustedes se vacunaría sabiendo que no le corresponde, como hicieron los Massa, los Galmarini, los Vizzoti? ¿O alguno de ustedes si fuera candidato se sacaría fotos con muchachos de los delivery que no son muchachos de los deliverys, como hizo Massa esta semana? ¿O alguno de ustedes, si fuera de la Cámara Electoral, le daría likes a tuits partidarios?

Pues bien, arteramente una serie de circunstancias hicieron que la oposición se dividiese. Provincias, municipios, cargos legislativos que lógicamente hubieran sido perdidas por los peronistas, no lo fueron. “Picardía” oficialista, cheques, locuras mesiánicas, egoísmos desorbitados, extorsiones desembozadas, ignorancia y soberbia y una debilitada conciencia cívica hicieron lo necesario para hundirnos en este barro.

Massa, y Malena, su Elena Petrescu, lo saben quienes han vivido acá estos años, vienen por todo.

El Ejecutivo, el Legislativo, y entonces, el Judicial.

Estamos en la mayor miseria que el país recuerde. Nunca -NUNCA- fuimos tan pobres, dato menor para todos los adláteres del cheronca de Tigre.

¿Notaron que la pobreza es un tema del que no se habla más?

Massa ya ha juntado a los empresarios del círculo rojo -esos que prefieren pescar en peceras-, a los ricos sindicalistas sin trabajadores; a los movimientos sociales, queriendo decir esto lo que quiera decir; a los intelectuales; a los artistas que basan su fortuna en presentaciones habituales en las fiestas de aniversarios de municipios, o la fiesta del pan flauta, o del chorizo seco, millones en las arcas de millonarios que no puede afinar el arroz con leche sin la ayuda del autotune pero posan de “rebeldes”; a los otros artistas, más millonarios aún, que se lo pasan dando clases de civismo en Argentina pero en sus contratos exigen cobrar en euros en el extranjero; a los periodistas que saben que Massa, el día que fue nombrado ministro de Economía en vez de usar la mañana para reunirse con empresarios, funcionarios o lo que fuere, se la pasó sentado en su casa mirando la tele y llamando a cada canal que en el videograph sólo lo nombraba como “ministro” y saben también que a los cinco minutos los canales ponían “súperministro”, o sea, periodistas que saben que su espacio de libertad se recortará al mínimo con el presidente que viene a salvar a la democracia; a millones de mentecatos argentinos contentos porque recibieron una dádiva menor, sin percibir que ese dinero sale de su propio bolsillo; a la iglesia siempre tan preocupada en que no decaiga el número de pobres o sea, el número de sus clientes.

Hace casi 50 años Charly García, contestaba su pregunta “¿Para quién canto yo entonces?” diciendo: “Y yo canto para usted/ el que atrasa los relojes/ el que ya jamás podrá cambiar/ y no se dio cuenta nunca/ que su casa se derrumba”.

Lamentablemente 50 años más tarde, habrá que reconocer que la casa no se le derrumbó al que atrasa los relojes.

Al contrario, hoy, el que atrasa los relojes, el partido que nos une con Irán, con Venezuela, con Rusia; que no sólo se despreocupa de los 21 rehenes argentinos tomados por el terrorismo internacional sino que critica al país que está tratando de salvarlos; el movimiento que nos aleja del mundo y del progreso, es un edificio más fuerte que nunca.

Nunca se equivocó tanto Serrat como cuando aseguró que nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio.

Justamente, es tristísima porque no tiene remedio.

Por eso, ante este mismo teclado de tantas esperanzas quebradas, me hago otra vez la pregunta.

¿Tiene sentido seguir escribiendo?

Podría engañar(me) y decir que sí, que vamos, que allá al fondo, que si todos juntos…

Pero no me sale.

Hoy no me sale.

(El Sol)


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