CABEZA DE DELIVERY

OPINIÓN
Los que hace 70 años vienen diciéndole “gorilas” a todos los que no piensan como ellos, histeriquean como damitas ofendidas porque acaban de enterarse que “los gorilas” los llaman a ellos “orcos”. Piden un respeto que nunca dieron, pero eso ya lo sabíamos. Son así, hipócritas y ventajistas




Por Osvaldo Bazán

María Seoane es lo que podría decirse una intelectual orgánica y funcional al establishment argentino. Su primer libro –“La noche de los lápices”- fue llevado al cine por Héctor Olivera. En el ’91 su biografía de Mario Roberto Santucho, “Todo o nada”, fue elegido como libro del año; en 1994 recibió el diploma al mérito en la categoría Biografías y Memorias del Premio Konex (después fue jurado del premio, se alejan mis posibilidades de recibirlo algún día); en 1988 ganó el Premio Rey de España por su investigación en, ejem, Clarín, sobre el golpe militar de 1976 en Argentina; en el 2000 ganó el Premio Julio Cortázar de la Cámara Argentina del Libro y el premio a la trayectoria de la Fundación Henry Moore; en el 2002 ganó el Premio Rodolfo Walsh de la Facultad de Periodismo y Comunicación de la Universidad Nacional de La Plata (premio que entre otros ganaron Cristina Kirchner, Hugo Chávez, Rafael Correa, Evo Morales, Lula da Silva, Hebe de Bonafini, el rapero Trueno y este año Atilio Borón, quien prometió quemar su biblioteca si a las elecciones las ganaba Javier Milei).

Siguiendo con la impresionante lista de premios de la periodista María Seone, en el 2003 tuvo una buena cosecha. Ganó el Premio a la Trayectoria como “Mujer destacada”, el “Julio Cortázar” y el premio “Al Maestro con Cariño”; en el ’18 fue nombrada “Personalidad Destacada de la Cultura de la Ciudad” (de Buenos Aires) y en el 2022, fue homenajeada por el colectivo de Periodistas Argentinas como referente e inspiradora.

Toda esta información está en su página de Wikipedia, donde figura que fue redactora de política nacional en la revista El Periodista de Buenos Aires (’85-’89) y del diario Sur (’89-’90); redactora jefa de la sección Argentina de la Revista Noticias (’92-’94); directora del suplemento Zona del diario Clarín (1988) y colaboradora en medios mexicanos e italianos. Curiosamente hay una información (una sola) que no está completa. Por ahí dice “prosecretaria de redacción política nacional (a partir de 1994)”. Lo que la simpática página de Wikipedia no comenta es que esa prosecretaría la ocupó Seoane en Clarín. Raro que tanto detalle oculte que fue una de las cabezas más importantes del diario y sólo la nombre como “directora del suplemento Zona”. Tampoco figura allí cuándo se alejó del diario, pero según se lee en la página de ATILRA (la Asociación de Trabajadores de la Industria Lechera de la República Argentina), donde la señora Seoane dio una charla sobre “fake news” en derechos humanos, estuvo en Clarín desde el ’93 al ’09.

Ocho importantes libros en su haber, directora de Radio Nacional durante uno de los tantos kirchnerismos sufridos, cantidad de conferencias y charlas en sindicatos, universidades, centros de estudio la ubican claramente en el lugar de alguien totalmente integrado y festejado por el establishment cultural argentino, una figura de peso propio en la oligarquía que se aplaude y se reparte viajes, premios y cocardas, generalmente salidas de un generoso presupuesto nacional. (Dicho esto desde la mayor envidia porque el único premio que tengo es una medallita por haber salido campeón con un equipo de fútbol infantil allá en Salto Grande, equipo en el que me pusieron porque en el pueblo éramos pocos y aún recuerdan cómo yo saludaba simpático al público tirando besos y saltimbanqueando mientras la pelota pasaba por mi costado y yo, ni enterado)

Por decirlo en palabras sencillas, María Seoane es la elite intelectual encarnada (a propósito ¿por qué “Elite” es el nombre de una marca de papel higiénico? “Chi lo sá”, diría Pañi, pero es para sospechar alguna conexión clandestina).

En palabras de la época, María Seoane es la casta.

¿Por qué hablar de María Seoane en esta semana tan movida, en donde algo parece haber hecho crack y no sabemos qué es? ¿Tan importante es? Bueno, más allá del lugar ganado en el centro de la intelectualidad argentina, María Seone es un símbolo, una representación, un botón de muestra.

El domingo pasado hubo un terremoto.

Todo es demasiado reciente, nadie sabe qué es lo que ha quedado en pie. Baja el riesgo país y sube la certeza de que nos desprenderemos del tren fantasma Rusia / Irán / Venezuela / Cuba / Nicaragua.

¿Qué es eso que se viene?

Qué sé yo.

Los que hace 70 años vienen diciéndole “gorilas” a todos los que no piensan como ellos, histeriquean como damitas ofendidas porque acaban de enterarse que “los gorilas” los llaman a ellos “orcos”. Piden un respeto que nunca dieron, pero eso ya lo sabíamos. Son así, hipócritas y ventajistas.

Y he ahí la razón para hablar de María Seoane, el buque insignia de la soberbia de las elites. Porque con un solo tuit, la señora ha dado claridad sobre lo que pasó, lo que pasa y quizás, lo que pasará. No lo vi en el momento en que lo publicó, el 7 de noviembre de 2023 pero ahora sí.

El tuit es este:
En plena campaña electoral no pedía por su candidato, sólo denostaba al contrario.

Veamos el vocabulario de una de las intelectuales más premiadas de los últimos 30 años en el país: “engendro”, “tiro del final”, “mafioso”, “40 ladrones”. Ok, nada fuera del diccionario de cajón de los “somos buenos, nosotros somos buenos”. La arrogancia y la hinchazón de quienes están subidos a un banquito moral que ni de cerca les pertenece, pero al que reclaman como si les correspondiera.

El problema se convierte en drama cuando alegremente, una -repito- de las intelectuales más premiadas de los últimos 30 años en el país califica de “zoombi” a quienes votan ignorando sus sabios consejos. Además, María, no te costaba nada chequear la ortografía del término: es “zombi”, con una sola “o”. La palabra nos llega desde el África oriental al castellano a través del inglés y significa “cadáver reanimado mediante prácticas de brujería”.

Y el drama pasa a tragedia cuando una -re-repito- de las intelectuales más premiadas de los últimos 30 años en el país denigra y estigmatiza a quienes no pertenecen a su elite (recordar, papel higiénico) como “un cabeza de delivery”.

¿Releyó María Seone -una re-re-repito- de las intelectuales más premiadas de los últimos 30 años en el país, lo que escribió?

¿Entiende lo que dice?

¿Entiende lo clasista que resulta eso de “cabeza de delivery”?

¿Qué quisiste decir, María?

¿Qué por trabajar noche y día sobre una bicicleta llevándote el sushi a tu cómoda residencia, no tienen derecho a votar lo que se les canta?

¿Qué no saben lo que vota?

¿Qué son unos “cabecita”?

Porque sos del partido que revaloró el término “cabecita” originalmente usado por la oligarquía para denostar a los pobres y le dio una carga de orgullo ante la prepotencia, ¿no?

El escritor peronista Pedro Orgambide, nada menos que autor de los textos del musical “Eva” (que tanto apoyo oficial peronista tuvo en su momento en las presentaciones en los teatros oficiales peronistas o con subsidios de los gobiernos peronistas, y cuya protagonista, la peronista Clotilde Acosta, conocida por su alias Nacha Guevara, que en abril del año pasado se llevó $11.466.268,80 porque se tuvo que exiliar durante un gobierno peronista por haber sido amenazada por una organización peronista), Pedro Orgambide, decía, escribió en la revista Extra de abril de 1967, un artículo titulado “El racismo en Argentina”.

Ahí dijo: “El desprecio por el cabecita negra, su rechazo por parte de la pequeña burguesía liberal y democrática, muestra hasta qué extremos el prejuicio impregna nuestras racionalizaciones…Ser diferente, ser gente, ser bien, significa no tener nada en común con ese intruso, que nos recuerda un origen humilde, de trabajo, de pequeñas humillaciones cotidianas. En esta fantasía, el pequeño burgués transfiere sus propias carencias al cabecita negra: el otro es el indolente, el ignorante, el poca cosa, el advenedizo”.

Cambie el lector “cabecita negra” por “cabeza de delivery” y se asombrará de lo que un escritor peronista le advierte a una escritora peronista desde 56 años atrás.

Hay más, para entender la cabeza María Seoane y con ella, la cabeza de la elite.

Otra estudiosa del peronismo, la rosarina doctora en literatura latinoamericana, Susana Rosano, publicó en 2003 en la Universidad de Pittsburgh, “El Peronismo a la luz de la ‘desviación latinoamericana’: literatura y sujeto popular”, en donde escribió (otra vez, se pide la astucia de cambiar “cabecita negra” por “cabeza de delivery”): “Esta sensación agobiante de que la gente de los suburbios, del campo y del interior del país habían invadido Buenos Aires, fue compartida por sectores pertenecientes a las clases medias y altas porteñas, pero también por los intelectuales de izquierda que en aquel entonces se solidarizaron con el espanto de la ‘gente bien’ de Buenos Aires y su intento por preservar su carácter de ciudad culta y aristocrática, sus jerarquías espaciales y su propiedad territorial”.

Las elites argentinas no son lo que eran.

Hoy las elites argentinas van desde Moria Casán a Héctor Daer, desde Máximo Kirchner a Wos, desde Nacha Guevara a Agustín Rossi, pasando por los organismos de derechos humanos, los colectivos de las minorías, las Seoane y los Moyano, las Donda y los Chiquitapias, todos los alegres chupapresupuestos nacionales, provinciales y municipales.

Esas elites son las quedaron más desorientadas en el terremoto del domingo.

¿Quiénes son esos “cabecitas de delivery” que con sus motos esquivas de tanto motochorro y sus cajas con pizzas entraron en la democracia sin pedir permiso?

¿De dónde sale esa rebelión de pobres que no los votan, no los quieren, los desprecian?

¿Desde cuándo un pobre no agradece la bolsa de arroz con gorgojos, decide sin preguntar, no reconoce las bondades de la educación peronista, la seguridad peronista y la salud pública peronista?

Quizás desde que las padecen.

Las actrices sin problemas presupuestarios aconsejando a los pobres que no se olviden de la educación y la salud pública. ¡El tupé! Todos los días hay que salir a pedir medicamentos porque PAMI no atiende; todos los días hay que ver qué hacer con los chicos porque hay paro o jornada de capacitación o desinfección de las tizas y los borradores y estas señoras acomodadas diciendo “tenemos el privilegio de la educación y la salud pública”. ¡Habrase visto tamaña desfachatez!

“¿De dónde salen todos estos negros?”, se preguntaron, como la oligarquía de los años ’40.

No hubo ningún intento por entender a toda esa gente que sabe de qué se trata cuando se habla de salud y educación pública. Y que sabe que la inseguridad nunca fue una sensación.Siempre fue más fácil, como escribió Orgambide hace más de medio siglo transferir “sus propias carencias al cabecita negra: el otro es el indolente, el ignorante, el poca cosa, el advenedizo.”

Los indolentes, los ignorantes, los poca cosa, los advenedizos, festejaron el domingo pasado en el obelisco porteño y en varias plazas de todo el país.

¿Cómo pueden ser tan desagradecidos?

¿No entienden lo que significa que venga la derecha?

Es obvio, María, son “zoombies”.

Ahora las elites, que tienen recursos que han ido acumulando a través de los años, que tienen plata, fuerzas de choque, y rabia, mucha rabia, han declarado la resistencia.

Los peronistas, estas elites, se pasan la vida pidiendo autocrítica, quieren ver a los demás flagelándose por errores -hasta los más nimios o los que ni siquiera son errores- pero jamás dirán “che, me parece que ahí estuvimos un poquito mal”.

Militaron fuertemente la llegada de la ex pareja de Fabiola al poder, pero se desentendieron absolutamente de todas las barbaridades del peor gobierno de la historia. Y ahora se enojaron porque no les hicieron caso a la hora de votar al nuevo peronista.

María Seoane es un símbolo, pero no es la única. Ahí está el caso de otras dos intelectuales de la elite, Lara Goyburu (magister en Ciencia Política de la Universidad Di Tella; licenciada en Ciencia Política de la UBA; docente e investigadora en UBA, UTDT y UNSAM, con trabajos como consultora e investigadora para la Flacso, CEPAL, la OIT y el PNUD; coordinadora de asuntos públicos y programas instituciones políticas de CIPPEC; codirectora del Observatorio de Redes; coordinadora de programación y monitoreo del plan estratégico agroalimentario y agroindustrial del Ministerio de Cultura; codirectora del grupo de investigación en Ciencia Política “Coaliciones Políticas en América Latina”; directora de asuntos públicos y estrategia comercial de la Casa de la Moneda Argentina hasta marzo de este año; asesora adjunta de relaciones institucionales y monitoreo de la dirección de investigación aplicada de la defensoría del niño hasta febrero del ‘22) y María Esperanza Casullo (doctora en ciencia política de la Universidad de Georgetown; profesora de la UNRN, con título de grado en ciencias de la comunicación y su tesina de comunicación es sobre el concepto de libertad en Arendt, Bourdieu y Merleau-Ponty). Pongo todos los títulos para que quede claro que no son dos pichis, son mujeres con influencia en el pensamiento de las elites académicas, se las consulta, se las tiene en cuenta.

Con tantos títulos, sin embargo, serán recordadas por su intercambio tuitero del 29 de marzo del ’20. Allí Goyburu (@LaraLin78) lanzó su ya célebre: “El factor común de las conferencias de Alberto Fernández es dar cuenta de que cada decisión se toma en base a evidencia, en consulta con científicos, diálogo con los actores sociales y representantes de su espacio y de otros espacios, y luego el presidente toma la decisión. No es menor”. A lo que Casullo (@mecasullo) contestó de manera exquisita, insuperable: “Tenés razón. Hay todo un encadenamiento: lo científico, lo coalicional, lo social ¿no? Hay un modelo discursivo-decisional bastante novedoso que empieza a aparecer”.


Ninguna de las dos intelectuales, reconocidas por sus pares, elogiadas y con prestigio se sintió en la necesidad de la autocrítica. El modelo discursivo decisional pesó más que las mentirosas filminas, el vacunatorio vip o la festichola de Olivos. Todo eso no importó. Todo eso no se lo cobraron al ex gobierno de la ex pareja de Fabiola. Al peronismo la academia le perdona todo, son picardías del populismo.

Volvieron de elogiar al tránsfuga como si nada. ¿Yo, señor? No, señor. El indolente, el ignorante, el poca cosa, el advenedizo, es el otro. Por eso hoy, limpias de todo pecado original, @laralin78, con todos sus títulos y sus asesorías y su coso pueden tuitear alegremente: “Lo bueno de todo este proceso es que sirvió como un buen detector de fachas. Gente formada, informada, y con acceso a todo, dispuesta a poner en riesgo el bienestar social y la democracia, desde su propia comodidad y por simple odio. Eso, personalmente, lo agradezco”, como hizo el 17 de noviembre, dos días antes de tuitear “No se pudo frenar la maldad”.

No, cuando se descubrió que una familia que figuraba en la boleta del partido del modelo discursivo decisional tiró a una chica a los chanchos, parece que la maldad estaba frenada.

Como cuando Solange no pudo cumplir su último deseo antes de morir.

Como cuando Abigail poco antes de morir tuvo que ser llevaba al hombro por su padre para cruzar de una provincia a la otra.

Como cuando Lara murió tirada en un piso en un hospital santafesino cubierta por una campera.

Como cuando Magalí fue ahorcada y orinada en su celda en San Luis, tampoco había maldad. Era todo “modelo discursivo decisional”.

Como cuando Mauro murió ahogado intentando entrar a Formosa, el palacio del peronismo, a ver a su familia y el progresista y alejado de la maldad Gildo Insfrán se lo impidió.

Una palabra se les pedía.

Una palabra.

Una palabra de respeto, de compasión.

Un gesto que demostrase que no todo era proselitismo barato, kiosquito propio.

No hubo palabra, no hubo gesto.

¿Pueden callarse ahora la boca y dejar de tratar de “facha” (que no “facho”, porque decirlo como los madrileños es más cool, no?) a todos aquellos para quienes los cuatro años de modelo discursivo decisional fue una tortura lenta, o directamente la muerte? ¿O creen que si hubiera funcionado el modelo discursivo decisional hubieran tenido esa millonada de votos en contra? ¿Nunca van a reconocer ese nido de maldad que llevan dentro?

Nada personal con estos tres personajes, sólo la constatación de que la hipocresía anida entre títulos y asesorías y premios y curros disfrazados.


María Seoane, Lara Goyburu y María Esperanza Casullo.

Nadie sabe qué es lo que viene, pero en este tiempo hay una certeza: el voto del pibe del delivery y el de una multipremiada intelectual, valen lo mismo.

A llorar a la llorería.

(El Sol)


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