MACONDO

EDITORIAL

El realismo fantástico es un género artístico y literario que combina elementos realistas con elementos surrealistas, como nuestro gobierno

Por Walter R. Quinteros

El mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre y para mencionarlas, había que señalarlas con el dedo.

El genial escritor y periodista Gabriel García Márquez, nos ha dejado una obra maestra, "Cien años de soledad".

Como diría el periodista e historiador José Palanca, una de las mejores novelas de todos los tiempos. Uno de los mejores inicios de la historia de la literatura. Una pieza clave en la estructura temporal de la novela. Un viaje por Macondo y tiempos pasados. El coronel Aureliano Buendía estaba frente a un pelotón de fusilamiento. Ergo parece que va a morir. Y eso da pie para recordar su pasado y la historia de su familia. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo".

Supe escribir un editorial —en este medio—, donde ya menciono lo brutal de este inicio, y allí contaba que nuestro intendente —que ya se va para algarabía de la comunidad—, "parado frente al pelotón de fusilamiento, habría de recordar aquella tarde remota en que le enseñaron a hacer los balances de su gestión".

Pero también se va una parte muy oscura de nuestra democracia. Se va la pirámide de ineptos que supimos votar para que conduzcan los destinos de nuestro país. Una vicepresidente que fue una funcionaria que no funcionó y un presidente que no existió.

Veamos por qué:

La vicepresidente sólo usó su exasperante voz y una actuación frente a sus adláteres y, muchas veces por una lamentable cadena nacional para expresar sus mentiras, su rabia actuada, usó sarcasmos y victimizaciones, cuando todo lo que esperábamos, era que se haga cargo, una vez en su vida, del tema que era centro de nuestras problemáticas. Sus problemas con la Justicia, el famoso "lawfare" y el partido judicial, fueron, su mayor preocupación. Siempre nos quiso llevar a la discusión sobre su inocencia, sus posesiones materiales y pretendió en todo momento demostrar que no robó, que siempre tuvo lo que de repente, ahora tiene. A ella el dinero no le faltó. Pero a nosotros nos comió la inflación. Navegamos en un barco pobre gracias a su espantosa gestión.

El abogado y periodista Carlos Mira, supo escribirnos para contarnos que: "Hasta un chico de cinco años —por debajo de la línea de pobreza—, podría pararse enfrente de ella, mirar simplemente hacia atrás y condenarla inapelablemente por el contraste entre lo que era y lo que es, entre lo que tenía y lo que ahora tiene".

¿Para qué queríamos una vicepresidente así? Se le extraña señor vicepresidente Elpidio González, gran político argentino que terminó sus días en la pobreza, que no quiso tener sueldo y rechazó una jubilación de privilegio.

El periodista Federico Mayol nos habla de Alberto Fernández para señalarnos tan sólo 6 de sus desbarajustes que nos impulsaron a las puertas del infierno. Nos señala que la grieta existente comienza a expandirse cuando:

1) Recorta la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires, y lo hizo en una sorpresiva conferencia de prensa en Olivos que le quitaba a la ciudad los recursos coparticipables que Mauricio Macri le había cedido a la administración porteña meses después de asumir, en el 2016, por el traspaso de la Policía Federal. Pero el recorte fue una maniobra que terminó judicializada y con una sentencia en contra en la Corte Suprema.

2) Recibe un reto en público de la vicepresidente —que nunca se hizo cargo de nada—. "Presidente, hay funcionarios que no funcionan". Claro que olvidó decir, "como yo". Y para que nos frotemos las manos como si viésemos una discusión en un vestuario de fútbol, añadía. "El que decide es el Presidente, es el que saca, pone o mantiene funcionarios".

En Macondo, el mundo era tan reciente, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas había que señalarlas con el dedo. Dice García Márquez.

3) Ahora pasamos a la Fiesta de la Quinta de Olivos. Cualquier relación, aunque payasesca que haya sido, dio fin a la relación de Fernández con la sociedad. En plena pandemia y el verso "quédate en casa", se publicaban imágenes de la reunión social de Fernández junto a la primera dama y un grupo de colaboradores y amigos por el festejo de cumpleaños de Fabiola.

4) La derrota electoral de medio término y las renuncias masivas le hizo al presidente la peor de sus decisiones: "No solo no echó a esos funcionarios que le renunciaron, si no que se desprendió de los propios". Hasta esos días, todavía existía un grupo de ministros y secretarios de Estado, gobernadores, intendentes y legisladores que creían que Fernández podía habilitarlos a trabajar para la construcción de un espacio liderado por él, enemistado públicamente con la ex presidenta y con su hijo Máximo, jefe de La Cámpora. La última vez que Fernández terminó de dañar para siempre su credibilidad fue el verano pasado: Juró que echaría del gabinete al ministro De Pedro, y propondría a Cristina Álvarez Rodríguez para ese lugar. El ministro del Interior sigue en su cargo. También todos los funcionarios de La Cámpora que se enfrentaron públicamente con el mandatario. ¿No era que el presidente es el que saca, pone o mantiene funcionarios?

En Macondo, todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la aldea, y con un grande alboroto de pitos y timbales daba a conocer los nuevos inventos.

5) En marzo del año pasado, los legisladores afines a Cristina Kirchner votaron en contra del acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional impulsado por Fernández y el ministro Martín Guzmán. En público, pero mucho más en privado, Fernández se despachó sistemáticamente con una batería de reproches contra el jefe el hijo de Cristina, que hizo lo propio, y se encargó personalmente de despotricar cada vez que pudo contra la gestión presidencial.

6) Con la salida de Martín Guzmán y la entrada de Massa al gabinete, el Presidente terminó de perder la última cuota de poder que le quedaba: Guzmán renunció al Ministerio de Economía cansado de que el jefe de Estado le prometiera, cambios en el Banco Central. De nuevo: ¿No era que el presidente es el que saca, pone o mantiene funcionarios?

En Macondo, el gitano Melquíades hizo una truculenta demostración pública de lo que él mismo llamaba la octava maravilla de los sabios alquimistas de Macedonia. Fue de casa en casa arrastrando dos lingotes metálicos, y todo el mundo se espantó al ver que los calderos, las pailas, las tenazas y los anafes se caían de su sitio, y las maderas crujían por la desesperación de los clavos y los tornillos tratando de desenclavarse, y aun los objetos perdidos desde hacía mucho tiempo aparecían por donde más se les había buscado, y se arrastraban en desbandada turbulenta detrás de los fierros mágicos de Melquíades. "Las cosas tienen vida propia, todo es cuestión de despertarles el ánima. Decía con áspero acento.

Aqui, hoy, nosotros, tenemos otra maravilla más del mundo. El archivo mata relato. Y decimos con áspero acento de fumadores empedernidos a nuestros ayudantes, "fíjate en la carpeta de Fulano o la de Mengana", que ahí está todo.

Hasta una frase que dio la idea de escribir este editorial.

Cristina habló una vez —de las tantas que lo hizo con el dinero del erario público—, habló que se encontraba "frente al pelotón de fusilamiento del partido judicial". Habló de la prensa, dijo que éramos un servicio "sin el cual no se hubiera podido atacar a los dirigentes populares".

Vamos de nuevo: ¿Que nosotros éramos un servicio "sin el cual no se hubiera podido atacar a los dirigentes populares"? ¿Apología de qué es esto?

Para cerrar

A nosotros, los archivos nos aparecen lentamente, como se desarrollaba la vida en Macondo, que estaba cruzando un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos. Aguas diáfanas como las que navegaba un "dirigente popular" amigo de Cristina, y con su novia modelo, mientras tomaban champán con la guita nuestra que cobraba un tal chocolate.

¡Qué divino es percibirse "dirigente popular"!

Por suerte ya se van. Un voto más, y no jodemos más.





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