POLÍTICA
El ataque palestino dejó un saldo de 700 muertos. Hezbollah aprovechó la coyuntura para atacar desde el Líbano. El primer ministro, Netanyahu, declaró el estado de guerra
Por Mario Mactas
El 7 de octubre Israel fue atacado por aire, mar y tierra, con 5000 misiles, drones, parapentes, algo que no ocurría desde la guerra de Yom Kippur en 1976 cuando una coalición encabezada por Egipto y Siria se unió para destruirlo. Como entonces, observaba el sábado- religiosos y laicos, que los son ciertamente y emplean en ese día las horas del día sagrado en la reflexión, el silencio del descanso-: el ataque fue durante una de las fiestas sagradas relacionada con la errancia bíblica por el desierto cuando el pueblo levantó tiendas para su protección. Es una festividad alegre que se vincula también con las fechas de cosecha y dura una semana.
Desde Gaza y en días anteriores no se produjeron arengas a garganta partida, discusiones entre Hamas y la Yihad islámica como suele detectarse antes de ataques a Israel. No hubo sirenas. Se produjo al amanecer sin que se registraran los indicios habituales. No fue un hecho precedido por esos indicios de agresión, que la inteligencia israelí no pudo o no supo dar aviso.
Y fue salvaje, coordinado, con entradas a casas y a algún kibutz – las viviendas rurales colectivas sobre las que se construyeron en los inicios el Estado-, mataron niños como prioridad, violaron, capturaron soldados y civiles, las mujeres fueron desnudadas, exhibidas, asesinadas y profanadas después de los crímenes.
Israel fue sorprendida con tal ferocidad y espanto en momentos en que la sociedad está dividida por una crisis política: el primer ministro Netanyahu intenta avanzar en una limitación de la Corte Suprema con el objetivo de sumar más poder, con los partidos que forman los religiosos ortodoxos de gran influencia, como aliado, la oposición en lucha por ahondar la democracia- la única en Medio Oriente- con actitud secular, no religiosa en asuntos de estado, limitación de “Bibi”, el caudillo carismático, nacionalista presentado con gran éxito como el único capaz de garantizar la defensa, la seguridad y el derecho a la existencia del país. El encono y la discusión hasta ver tumultos y conatos de violencia durante el Día del Perdón, el Yom Kippur, algo hasta entonces impensable.
El pueblo judío ha sido rico en episodios de desencuentro: la Biblia es generosa.
Al poner en líneas lo ocurrido, no habré de apartar mi posición a favor de Israel y en repudio al odio terrorista de una nación que aporta al mundo de manera tal vez imprescindible. Es Occidente, un pilar de nuestra cultura que es irrigada por la grandeza de los griegos, Roma- aún con los colmillos expuestos de la loba emblemática-, el cristianismo, la filosofía, la ciencia, el concepto, la noción de prójimo muy tenue fuera de ella.
Gaza es gobernada por Hamas, una organización terrorista que somete a una dictadura asfixiante a sus desdichados habitantes, que en su declaración de principios y objetivos no reconoce a Israel y el propósito de su aniquilación: los mapas hechos allí muestran un territorio que incluye a todo el territorio israelí.
Pero bueno, no sirve de mucho entre las llamas, los misiles y las decapitaciones. O, en todo caso, puede hacerse mejor. Prefiero dejarlo a Borges:
“Temí que en Israel acecharía/ con dulzura insidiosa/ La nostalgia de las diásporas seculares/ acumularon como un triste tesoro/en las ciudades del infiel, el las juderías/en los ocasos de la estepa, en los/sueños, la nostalgia de aquellos que te/ anhelaron, / Jerusalén , junto a las aguas de/ Babilonia/ ¿Qué otra cosa fueras, Israel, sino esa /nostalgia, sino esa voluntad de salvar,/entre las inconstantes formas del/ tiempo/ tu viejo libro mágico, tus liturgias, Tu soledad con Dios?/ No así. La más antigua de las naciones/ es también la más joven./No has tentado a los nombres con/ jardines/con el oro y su tedio/sino el rigor, tierra última. Israel les ha dicho sin palabras:/ olvidarás quien eres/Olvidarás al otro que dejaste / Olvidarás quien fuiste en las tierras/ que te dieron sus tardes y sus mañanas/y a las que no darán tu nostalgia./Olvidarás la lengua de tus padres y/ aprenderás la lengua del Paraíso. Serás un israelí, un soldado. /Edificarás la patria con ciénagas: la levantarás con desiertos/ Trabajarás con tu hermano, cuya cara no has visto nunca. Una sola cosa te prometemos: tu puesto en la batalla”.
(Infobae)
Comentarios
Publicar un comentario