ERA UNA JODA

OPINIÓN

Siento que se nos va de entre las manos algo mucho más valioso que todo lo que teníamos: las pocas relaciones personales que nos quedaban

Por Nicolás Lucca

Creo que no imaginé que este resultado electoral podía ser tan malo. Es como cuando a uno le dicen que el pinzamiento del trigémino o el descenso de un cólico renal son dos de los peores dolores que puede sufrir el ser humano: una cosa es saberlo, otra es vivirlo.

Tampoco es que tenía muchas fichas puestas en Patricia Bullrich y la campaña menos PRO de la historia del PRO. Pero siento que se nos va de entre las manos algo mucho más valioso que todo lo que teníamos: las pocas relaciones personales que nos quedaban.

Si hay algo que recordaré con profundo rencor de este año electoral es el daño producido en las relaciones interpersonales. Ya bastante tuve en 2019 con los amigotes que pasaron del antikirchnerismo furibundo a desconocer que en la boleta de Alberto iba también Cristina. Mucho más tuve con aquellos que abrazaron las fuerzas de la estratósfera. Debo reconocer que estos, al menos, guardaron las formas. No sé si por cariño o por decoro, aunque me gusta pensar que primó más lo primero.

Ahora que todos estamos en la obligación de elegir entre Massa o Milei, veo la consumación máxima del dulce tormento de ser argentino. A las distancias ya establecidas, a la grieta dentro de la grieta, ahora llega el punto culminante de la ambición massista: terminar de dinamitar todo en su camino hacia La Rosada.

Y también puedo sacar la conclusión de que, o yo hablo al pedo, o gran parte de mis colegas con mayor poder de fuego tienen el poder de análisis temprano totalmente anulado.

Lo he dicho tantas veces en los últimos años… Ojo con Massa. Nadie me dio bola. Es un desesperado por el poder con técnicas no vistas hace añares. Maquiavelo se sonrojaría si se enterase que Sergio entró al kirchnerismo con un 5% de intención de voto, se hizo amigo de Máximo mientras rosqueaba con Kicillof y comenzaba su lento camino de hacer pomada a la oposición con el primero que le trajeran. Los empresarios amigos de siempre le presentaron la opción Milei. Massa puso a los Lavagna Boys a laburar para la construcción de un espacio libertario, sea lo que eso signifique. Una obra de maestría rosquera sin igual que sería para aplaudir en este país que ama a los pícaros. Lástima que en el medio estamos nosotros.


Lo bonito que tiene este país es que somos la cuna de todas las Aves Fénix. Acá podés quedar en el furgón de cola en una elección y ser Gardel una década después.

Viajemos a 2017. La frase más repetida es “el kirchnerismo no vuelve más”. Volvió en 2019, con creces y en su versión más estúpida. Luego de las elecciones de 2021, Juntos por el Cambio daba por sentado que la presidencia era cuestión de sentarse a esperar a 2023. Desde acá avisábamos del bolonqui desde antes de aquellas elecciones. Pero ganaron. Y aquí estamos.

Viajemos a 2013. Luego de aliarse en 2009 a Francisco De Narváez y Felipe Solá, Mauricio Macri encara una alianza estratégica para colocar diputados nacionales por la provincia de Buenos Aires. ¿Cómo hizo? Un pacto con Sergio Massa en el que varios del PRO entraron al Congreso. No estaban colgados de la lista de Massa: estaban dentro de la lista. Así entraron o renovaron Soledad Martínez, Gladys González, Christian Gribaudo y Marcelo D’Alessandro. Sí, en la misma lista de Massa, Mirtha Tundis, De Mendiguren y Héctor Daer. Vamos, que usted puede recordar: sacaron el 45% y le ganaron la elección al Frente para la Victoria, así que alguien los votó, ¿no?

En 2015 Massa se declaró prescindente en el balotaje, pero le enchufó todas las segundas líneas a la gobernadora bonaerense Mariú Vidal. Y alguna primera línea, como el mismísimo ministro de Gobierno, Joaquín De La Torre. Luego llegó la pelea con Macri por razones públicamente conocidas que le valieron el tardío apodo de “ventajita”. Y digo tardío porque, con su currículum político, no entiendo cómo no le dieron el apodo hace tres décadas.

Y ahora resulta que si alguien no quiere votar a Milei es porque prefiere la mafia. ¿Massa no era mafia en 2013? Y también nos encontramos con que el PRO es la salvación para que a Milei no se lo coma el massismo. Y probablemente sea cierto. Yo también estaría cagado si veo que el reemplazo de Milei es su vice. ¿Pero qué culpa tiene el electorado? ¿Acaso Milei no sabía con quiénes transaba? Hay que ponerse de acuerdo: o son todos imbéciles o rosquearon asquerosamente a nuestras espaldas durante todo el año. Según mis cálculos, desde mediados del año pasado, al menos.

No es que me guste la conspiranoia, pero no existen chances de que se arregle todo lo que se cocinó en una reunión de tres horas entre Patricia Bullrich y Javier Milei en la casa de Mauricio Macri.

¿Quién es más inestable? ¿El inestable o el que dice que el inestable es el otro y ahora pide que voten al inestable a cambio de sostén político para el inestable? Hasta el martes los analistas decían que Juntos por el Cambio no ganaba nada si manifestaba su apoyo a algún candidato. Después del arreglo buscan por todos lados una explicación y dibujan en el aire alguna que otra. Y como decía don Ockham, la explicación más probable siempre es la más simple: Milei necesita al menos 2.500 cargos técnicos para iniciar su mandato presidencial. ¿De dónde los va a sacar?

Era esto o salir a la caza del voto flotante. Y no me imagino a nadie decir “por favor, viejo meado, venga que le cambiamos los pañales por un voto”. Yo entiendo que en la tierra que vio nacer al Papa debamos predicar con el ejemplo del perdón. Pero la voltereta que vimos esta semana supera cualquier expectativa.

El común de los mortales, los que no nos dedicamos a la política, difícilmente podamos confiar en alguien que públicamente nos agrede. Y ojalá fuera solo eso, pero es mucho peor. Atrás de cada agresión “perdonada”, bajaba una oleada de agresiones a los votantes que no tienen la misma personalidad carente de emociones que la del animal político.

Algunos toman el escenario de tener que elegir entre dos opciones como una cuestión de honor personal. En menos de tres días ya me trataron de kirchnerista cinco veces. Cada uno sabrá qué hace en el cuarto oscuro y yo también veré qué hago. Pero eso de psicopatear a todos desde la nueva posición adquirida hace quince minutos, es demasiado a esta altura del partido. Hay mucha gente asqueada. A esos tienen que enamorarlos, convencerlos. Y no va a ocurrir con frases sanmartinianas. Y si el país se va a la mierda, no es culpa del que no vota. Habrá que ver cómo hacen para seducirlos con la cofradía de los piantavotos. Un planazo saber que el interbloque del PRO tendrá a Diego Santilli junto a Lilia, a Sabrina Ajmechet al lado de Antonio Bussi.


Tip aplicable para cualquier espacio político: prueben reemplazar una palabra nacionalista o apocalíptica –Patria, la Argentina, el Pueblo, la República, el Futuro, etcétera– por “mi carrera política”. Luego, vean si la frase se convierte en desastre. Si así ocurre, descarten. Hagan la prueba: Venimos a defender al Pueblo, tenemos que fortalecer la Nación, hay que defender la República, pensemos en el futuro, etcétera.


Igual, es obvio que Milei puede más que ganar. Pero todo, eh. Además, lo dice la estadística que nunca nadie se atrevió a abordar: nadie ganó la presidencia luego de perderla. Y en este balotaje, hay uno que ya se presentó en 2015. Y perdió. Pero esa certeza no tiene por qué quitar las ganas de putear hasta en arameo por parte de un sector del electorado que pide a gritos que se midan las consecuencias antes de jugar a las chicanas durante años.

Lo único divertido de todo eso es lo poco que le duró la sonrisa a Sergio Tomás. El tipo pisteaba como un campeón y estaba feliz hasta con sus medidas más ingeniosas, como dejar sin nafta a todo el país para que no existan chances de que todo se prenda fuego. Pero ahora ya no está tan feliz. Como varios colegas, que ahora se preguntan desde cuándo será un buen momento para criticar al que gane. Porque, como ya he explicado, la única forma de que uno de nosotros sea estrella, es si el país es un quilombo.

Por otro lado, me intriga cómo decantará el futuro gobierno en caso de que caiga en manos de Javier Milei. Y es que La Cámpora copó el conurbano y los radicales se calentaron para el carajo. Igual, todos se acomodan rápido una vez que hay presidente nuevo. ¿Cómo? Gracias a una herramienta que Milei dice querer eliminar aunque la Constitución lo impide: la coparticipación.

Ahora entramos en una etapa en la que todos parecieran preocupados solo por el futuro presidente y no por la situación económica inmediata. Hablo por mí: si quieren enamorar a un clase media que conoció lo que es caerse a la pobreza con una hiperinflación y que aún padece las políticas de recuperación de la crisis devaluatoria de 2002, les pido, por el amor de aquello en lo que crean, que afinen la puntería. El mundo no se dedica a las finanzas, el común de los mortales no tiene la más puta idea de qué es el déficit fiscal ni mucho menos cómo se come el cuasifiscal.

Cuenten cuándo vuelve el crédito, digan cómo van a habilitar los hipotecarios para todos, aprovechen el mismo discurso del miedo de Massa y sus precios sin subsidios para contarnos los precios sin impuestos. Porque si solo tenemos que ver cómo se vuelve a discutir la teoría de los dos demonios, la motosierra y la casta mientras se arreglan entre todos, no van a sumar demasiado. El miedo no garpa para todos.

Hablar de cualquier otra cosa que no explique cuánto vamos a sufrir, desde cuándo y hasta cuándo, es no dimensionar la temperatura de la calle. Y no es que no tengamos idea de la gravedad del asunto. Primero, porque pagamos cuentas. Segundo, porque fue el argumento principal de la campaña: que hay una bomba a punto de estallar y que las diferentes apreciaciones solo radican en acertar cuándo explotará.

Mil veces se preguntó “cómo” y “cuándo”. Bueno, mil veces nos lo preguntamos varios. Cuando tuve la posibilidad de preguntárselo a los candidatos, se fueron por la tangente. Mientras, volaron insultos que, si se dijeran en la cara, ameritaría una trompada inmediata. Ahora, además de saber que todo está por explotar, salen a minimizar los insultos. ¿Es joda?

Realmente veo a gente desesperada por saber cómo hará para pagar la renovación del alquiler. Desesperada de toda desesperación. ¿Alguno paga cuota de colegio? ¿Tienen noción de la desesperación que genera no saber con qué cara enfrentar a un hijo para decirle que ya no verá todos los días a sus compañeros?


Entre las cosas que tienen en común, Massa y Milei también coinciden en que los dos hacen de cuenta que llegaron a La Tierra en la noche del domingo. Hablan como si desconocieran qué sostienen sus masas militantes y como si no hubiera conexión alguna entre lo que ellos representan, lo que dicen, lo que hacen, y el comportamiento de sus seguidores.

Ahora hay que elegir entre los que putearon al Papa hasta 2013 para pasar a abrir la Unidad Básica Santa Marta, y los que putearon al Papa hasta hace quince minutos, pero desde la herejía de saberse ultra creyentes. Hay que tomar partido entre los que creen que el Estado debe meterse incluso en cuánto debés cobrar por ese producto que vos fabricás, y los que sostienen que el Estado no debe entrometerse en nada, a excepción de cómo y con quién podés planificar tu familia. Debemos tomar partido entre los que hicieron mierda la educación y arruinaron la capacidad intelectual de varias generaciones, y aquellos que creen que la educación sexual es adoctrinamiento sexual a cargo de drag queens que le muestran porno a bebés en la nursery.

Y no me vengan con la tibieza, el infierno y la sarasa que ni siquiera leyeron a Dante y por eso le atribuyen cosas que no existen. ¿Cómo van a culpar al que hoy no quiere votar?

Mientras el votante digiere la novedad, estaría bueno que alguien explique qué van a hacer con temas centrales de sus campañas. Porque eso de “coincidimos en un 90%” me deja afuera un par de cosas y ahí estaba yo meta gritarle a Bonelli y Alfano para que metan las preguntas: Sindicatos, ¿mafia o institución en la que no hay que meterse? Coparticipación, ¿se va o se queda? Banco Central, ¿dinamita, museo o independencia?


En 2015, las primeras líneas de mi primer libro decían algo así como que el kirchnerismo como forma de gobierno podía desaparecer –no habían ocurrido las elecciones, todavía– pero que el kirchnerismo como forma de vida no se iba a borrar porque estaba de antes de la aparición del propio kirchnerismo. Nos encanta hacernos mierda. Nos encanta odiarnos. También nos encanta reírnos de lo que nosotros consideramos la desgracia ajena. Y nos encanta vivir como barrabravas intelectualizados, presuntamente informados, que no disfrutamos de ganar un partido jugando bien, con méritos, táctica y plan, sino de romperle el orto al rival, aunque sea con un gol con la mano. Si queda tiempo, también culparlo. De todo, que acá no importa ser feliz, sino tener razón.

Pasan los años. Que me acostumbre no quiere decir que lo acepte. Me refiero a eso de vivir en un lugar en el que mi estado de ánimo no depende de lo que le pasa a mi entorno, o a mí, sino de la cotización de una moneda a la que no puedo acceder.

Vivir en un lugar en el que las hinchadas políticas celebran el fracaso y la angustia de los demás. Como toda hinchada, dependemos de un líder mesiánico, de un macho alfa que guíe nuestros destinos, de un Estado que resuelva nuestras vidas. No vaya a ser cosa que seamos responsables de algo. Ni siquiera la opción presentada como liberal nos trae ese bálsamo: toda una campaña falopa centrada en poderes celestiales, mandatos divinos y citas bíblicas.

Resulta grotesco el daño psicológico que genera vivir en la Argentina. Cualquier estadística sobre consumo de ansiolíticos puede probarlo. Un país donde no se puede planificar nada. Y ya no digo que no se puede planificar una vida, una década, un lustro, el año ni las vacaciones. No se puede planificar la salida del fin de semana. No se puede planificar la jornada de mañana. Y ojalá fuera sólo una cuestión económica.

En fin, a elegir con alegría. Y relajen, gente. No puede ser que el medicado sea yo.

P.D: Antes de que me puteen, sepan que nos perdono mutuamente.

P.D. II: Si sos oficialista, no estás en condiciones de psicopatear a nadie.

P.D. III: Ojo con Massa.

(Relato del PRESENTE)


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