CULTURA / SOCIEDAD
Escuché decirles, no fumen crianças, no hasta el primer desamor
Por Walter R. Quinteros
Estuve ahí, cuando les hizo escribir a los niños de su barrio cartitas para los navegantes imaginarios de aquellos barcos de papel de diario deseándoles un feliz viaje a las estrellas.
Y junto a ellos, —juro que lo ví—, arrojaba los papeles al agua mansa, al agüita tímida del fluxo Tuiuti que tanto le llenaba el corazón de entusiasta alegría.
Escuché decirles, no fumen crianças, no hasta el primer desamor.
Con su acostumbrada elegancia.
Hubo veces en que lo he visto jugar con artistas callejeros, muchachos, sambar con su sombra, porque para eso es bueno el sol de la tarde en la arena, me decía.
Y golpear el repinique en las noches con los passistas del bloco de samba, discutir con estafadores, asesinar la mentira con enjundia, calmar a las lloronas nocturnas de sus profundas amarguras, acompañar en silencio a las desesperadas de mirada lenta, alejarse de los delatores, pessoas ruim.
Y explicarles a los novos poetas de las antologías, que con palabras difíciles no hay que hacer poesía. Não, gente, não.
Una tarde de caipirinha en el bar de la esquina, me señaló una mujer embarazada que cruzaba la calle con espasmos de fatiga.
—Olha lá seu Walter, isso é poesia.
Ha muerto Alexander, ontem à tarde e ele não estava doente, diz o jornal.
(© 2011 / Cuaderno de las malas noticias / Foto: Nori Chan)
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