BUSCANDO UNA EXPLICACIÓN RACIONAL A LO IRRACIONAL

OPINIÓN

Luego del resultado del domingo muchos argentinos no podían simplemente entender lo que había ocurrido

Por Carlos Mira

Gran parte de los seres humanos (no todos, lamentablemente) no pueden simplemente aceptar que las cosas sucedan sin entender por qué suceden. Necesitan una explicación racional que les haga comprender lo que ocurrió. Incluso si lo que ocurrió es para ellos “irracional” esperan encontrar una explicación “racional” que explique lo “irracional”.

Luego del resultado del domingo muchos argentinos no podían simplemente entender lo que había ocurrido: el partido más corrupto de la historia; el peor gobierno desde mayo de 1810; el candidato que, en su carácter de ministro de economía, había enviado a la pobreza a 2 millones de argentinos que antes no eran pobres; quien pulverizó el valor de la moneda, un cínico que utilizó abiertamente recursos públicos para financiar su ambición personal; el gobierno que encerró a la gente en la pandemia mientras ellos se divertían en fiestas privadas; los que se robaron las escasas vacunas contra el Covid para vacunarse ellos; el partido que no puede explicar la inconmensurable fortuna de los Kirchner y de sus secuaces, había ganado ampliamente la primera vuelta de las elecciones presidenciales… Todo ese aquelarre que estaba sucediendo delante de los propios ojos de millones de argentinos incrédulos exigía una explicación, una teoría que haga comprender cómo eso que nadie podía creer, había sucedido.

Voy a intentar desarrollar aquí esa teoría. O al menos una de las teorías que podría explicar lo que pasó o por qué pasó lo que pasó.

Vayamos por partes. Convengamos que lo que sucedió no puede explicarse racionalmente por todo lo que dijimos arriba y por otras miles de cuestiones que todos sabemos pero que aquí hemos omitido en aras de la brevedad.

Si lo que sucedió es irracional (porque frente a la realidad argentina lo que ocurrió no puede explicarse racionalmente) entonces habrá que tratar de desentrañar cuáles son los sentimientos que pueden nublar y hasta anular la racionalidad de una persona.

Hace ya 4 años, el 8 de octubre de 2019, escribí en este mismo lugar un artículo que se llamó “La Enfermedad Argentina” (https://thepostarg.com/?s=la+enfermedad+argentina). El editorial tuvo mucha repercusión y circuló durante mucho tiempo en las redes y en los grupos de Whatsapp como una publicación atribuida al diario norteamericano The Washington Post.

Con las disculpas del caso por la siempre antipática autorreferencia, traigo a colación ese comentario porque creo que lo que decía allí vuelve a cobrar vigencia hoy, cuando estamos tratando de encontrar una explicación a lo que pasó el domingo.

La idea central de “La Enfermedad Argentina” consistía en afirmar que el país tiene un dilema de muy difícil solución porque, sencillamente, se angustia por lo que prefiere. Es decir, cuando es llamado a votar opta por alternativas que luego producen desastres de los cuales los argentinos, no solo se quejan, sino que muchos de ellos directamente padecen sufrimientos lamentables. Sin embargo, llamados de nuevo a las urnas insisten en entregar el poder a los que causaron los males contra los que se quejan.

Ese comportamiento esquizofrénico sólo puede explicarse por el predominio de sentimientos muy negativos de la naturaleza humana como son la envidia, el resentimiento y el odio.

Todos ellos, en efecto, son capaces de anular la racionalidad y hacer que, aun cuando en el fondo del estómago estén sonando todas las alarmas del peligro, se tome una decisión que no le haga caso a la “advertencia estomacal” y que vaya adelante con una conducta que satisfaga el resentimiento. En ese momento el inconsciente argentino funcionará del siguiente modo: “no me importa que lo que estoy decidiendo me perjudique a mí en tanto impida que aquello que tanto odio triunfe”.

¿Y qué es lo que tanto “odia” el argentino, o qué es aquello contra lo que está resentido? Siguiendo la tesis de “La Enfermedad Argentina”, mi opinión es que el argentino odia y está resentido contra la riqueza material que su vecino consiga producto de su éxito en el ejercicio de una industria o actividad lícita.

-¿Perdón? ¿Vos estás diciendo que el argentino envidia la riqueza material que otro consiga trabajando lícitamente?

-Sí, es exactamente eso lo que estoy diciendo.

-Pero, ¿Y aquellos que se volvieron millonarios robando, y como fruto de la corrupción, no lo irritan?

–Digamos que sí, lo “irritan”. Pero a quien realmente no perdonan por volverse rico es a su vecino. Eso no pueden tolerarlo. La riqueza mal habida irrita pero se tolera porque se explica por el robo. Pero que “su” vecino haya sido más listo que ellos en el trabajo legal y por lo tanto se haya enriquecido, no lo soportan. Y prefieren estar gobernados por alguien que arruine a ese vecino, aunque también los arruine a ellos.

Como ven, según mi opinión, estamos frente a una verdadera “enfermedad”. Esa enfermedad es más amplia que el peronismo. Abarca argentinos que no se identifican como peronistas pero que llevan dentro de sí ese resentimiento social que Perón supo explotar tan bien, llevándolo al éxtasis del atropello, de las prohibiciones y, en gran medida, del despotismo.

El “igualitarismo social” que distingue el ADN radical, por ejemplo, es muy compatible con esta idea de no soportar el éxito material del vecino. Es más, el espíritu radical tradicional tiene una cuestión de diván completamente irresuelta cuando se trata de convivir con la riqueza material. Su advenimiento en la sociedad argentina de principios del siglo XX, anticipó, naturalmente, la explosión fascista del peronismo que ocurriría unos 20 años después.

Este drama argentino con la riqueza impide que se voten opciones que no tengan a la riqueza material como algo vergonzante y -no solo eso- sino que propongan un modelo jurídico que estimule la persecución de la riqueza material lícita como un fin noble de la vida. La envidia peronista y la vergüenza radical hacia la riqueza bien habida por otro, son algo así como una sociedad indestructible contra el progreso y contra la modernidad.

Ese principio de envidia es mucho más amplio incluso que el efecto que pueda tener en las cuestiones económicas. También se hará presente cuando el país tenga que decidir sus alianzas internacionales, por ejemplo: allí siempre se inclinará por andar junto mediocres y a los que comparten su resentimiento por los países exitosos, que han logrado darle a sus pueblos excelentes condiciones de vida.

Por eso mi anticipo para las elecciones de Noviembre (espero con todas las fuerzas estar equivocado) es que Sergio Massa será el nuevo presidente. El actual ministro satisface con su modelo empobrecedor la máxima argentina de que nadie asome la cabeza por encima de la de su vecino.

Las ideas de Javier Milei están en las antípodas de eso: abiertamente proponen liberar a los argentinos de regulaciones, de prohibiciones y de ladrones para que cada uno ascienda en la vida hasta donde lleguen sus capacidades y sus méritos. Esa simple idea es un anatema para la sociedad que conforman la envidia peronista y la vergüenza radical. Que en un marco de igualdad ante la ley, cada uno llegue hasta donde su mérito se lo permita y que, en función de ese esfuerzo, pueda quedarse con el fruto de su trabajo sin que el Estado se lo robe, es una fórmula sencillamente intragable para la “enfermedad argentina”.

Esa “enfermedad” (que como toda enfermedad del espíritu es irracional por definición) es la que explica la “irracionalidad” de lo ocurrido el domingo. Y es la que va a explicar que la Argentina ingrese en el reino de un quinto gobierno kirchnerista a partir del 10 de diciembre.

Por estas mismas razones causa risa escuchar a Massa decir que “a cada muestra de odio respondamos con amor”. El “odio”, es solo de ustedes Massa. Son ustedes los que instalaron el odio de los argentinos que, en un marco de libertad, podían un poco menos, contra los argentinos que podían un poco más. Son ustedes los que explotaron ese resentimiento para terminar con el orden jurídico que permitía que las personas se diferenciaran de acuerdo a sus esfuerzos individuales. Son ustedes los que, para satisfacer la envidia nacional, les cortaron la cabeza a los argentinos a la altura de la miseria, dejándolos en el barro de la pobreza.

No hable de odio, Massa. Limítese a agradecer que ese sentimiento de baja estofa exista en una mayoría suficiente de argentinos que pueden hacer que usted sea presidente.

(The Post)


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