ME MIRA, LA MIRO, NOS MIRAMOS. NOS TOMAMOS DE LA MANO Y CRUZAMOS LA CALLE

SOCIEDAD

Para hablar de los pequeños placeres de ser jubilados

Por Walter R. Quinteros

Les cuento muchachos, que a ella le contaba que, bajo la presidencia del general Julio Argentino Roca, se sanciona la primera Ley de Jubilación. Que fue allá por 1904. El 20 de septiembre -eso le decía-. 

"Mirá, fue en el año que nació mi abuelo Antonio, el papá de mi papá. Mi papá nació en el 29, se jubiló en el 90. Bravo viejo querido, por tus cuarenta años de labor. Y así, cada uno tiene historias para contar, como verás. Pero no quiero dejar pasar este tiempo sin contarte que yo tenía un amigo, Walter, tocayo, musiquero y bailarín. No sabés, hacíamos bailar a los jubilados del Centro tulumbano en la calle Pinzón, allá por los años 70. Córdoba hacía muy poco que había estrenado la calle peatonal. Ni te hablo de los 'asaltos' que organizábamos los sábados a la noche. Allí conocí a mi ex esposa.  Pero volviendo al tema, vos viste, a vos te debe haber pasado esa cosa de que el tiempo fue pasando y ellos, los jubilados de nuestra juventud, nos fueron dejando huerfanitos. No supimos qué hacer con sus cosas. Nos fuimos desperdigando por ahí. Y cometimos el pecado de que nos olvidamos dónde están. Bueno con este tema de la jubilación te cuento que tengo varias anécdotas, por ejemplo con mi amiga Estela no hubo mucho drama, pues la jubiló el gobierno, como ama de casa. Con mi amiga Stella Maris fue distinto, cuando cumplió sus años como empleada municipal, me contó que se le ocurrió, el último día de trabajo, dejar un cartelito en su escritorio en letra negrita Arial que ocupaba toda una hoja A4 con la leyenda 'Fuck You', y se llevó las flores que le regalaron, pasó por el cajero, subió a un micro y chau. Volvió a los tres días a su casa, sin un peso. Con mi amiga Susana la cosa fue distinta. El gobierno la jubiló de prepo. A ella y a miles más. ¿Te acordás de eso? El director de la Caja de jubilaciones había jugado al fútbol conmigo, me atendió una tarde, mientras ella esperaba sentada en la peatonal inaugurada en los años 70. "Hola negro" me dijo el doctor y lo agarré del cuello para que le solucionara el problema que ellos mismos le habían creado. Te cuento que aquellos jubilados estuvieron 2 meses sin cobrar. Cuando Susi cobró fuimos al cine. Y ahí, lloró. La cosa más complicada, fue con mi amiga Ana María. Había que viajar a Catamarca, por los certificados de trabajo allá, a la Universidad en Córdoba por los certificados de trabajo acá y la Caja dónde debía hacer el trámite estaba en Río IV. Pero la cosa no termina ahí, para la pensión que le correspondía en su país, también tuvimos que viajar a Porto Alegre, pues vivíamos en Brasil. Por suerte, después todo se hizo más fácil. Como verás, mis amigas son todas jubiladas. Y mis amigos también, así cómo te cuento. Por eso, los 20 de septiembre, que en la Argentina es el Día del Jubilado, lo debemos celebrar y que 'san puta se lo lleve' como dice mi amigo el Chuñi Benite. Bueno, como te decía, esta es una fecha dónde se reconoce a todas las personas que dejaron de trabajar debido a la edad. Eso decía la Ley. Para que nos podamos jubilar, los políticos inventaron leyes que tomaban en cuenta los años de trabajo con nuestros aportes y con nuestra edad. Tal es así que ustedes, las mujeres, deben tener 60 años y los hombres 65, y debemos haber aportado durante 30 años. Sin embargo, como te decía, aparecen otras cositas, que hacen variar estas normas, ya sea la actividad y las características del trabajo. Bueno, te cuento, el plan de la casta política era el siguiente: Había que crear primero la Caja Nacional de Jubilaciones, dónde se acumulaba el porcentaje que a cada trabajador se le descontaba de su sueldo para el momento de su retiro. Pero como de costumbre, vieron la luz al final del túnel y comenzaron a modificar. Un poco pa' allá, un poco pa' acá. Por eso, los jubilados somos, uno de los sectores más castigados de nuestra querida Argentina. A menos que hayas sido política, o vaya uno a saber que, pero te aseguro y vos lo sabés bien, no la pasás bonito".

Hace unos días atrás la conocí a esta señora en cuestión, muchachos. Fue en el supermercado de la esquina. Ella me dijo que era jubilada y la primera conversación entre nosotros fue su pregunta:

—Decime, ¿alcanzás a ver el precio de esto?

Yo le decía que con ustedes —mis amigos jubilados—, también comparamos precios, nos contamos lo que sabemos de ofertas de aquí, o del otro super de más allá. Y nos contamos entre nosotros, por las dudas. Al que falta a la mesa del café, alguien lo tendrá que llamar y seguramente, ir a visitar.

Con ella —quiero que lo sepan—, casi siempre nos veíamos entre las góndolas, nos cruzábamos, comparábamos precios, protestábamos por dentro, pagábamos y salíamos, como todo el mundo, Pero a ella, coso, a ella la esperaban siempre en un auto. Hacía un tiempo que no la veía.

Hasta ayer, en que ella me mira, la miro, nos miramos, nos tomamos de la mano y cruzamos la calle. Para aquel bar. Y hablamos esas cosas de los jubilados que les conté al principio.

—Ya no estás más en el cartel de la esquina -me dijo-.

—No. -Le dije-.

—Te leo siempre, sos ocurrente -me dijo-.

—Gracias.

—Lástima que ya estamos viejos para algunas cosas.

—No creas. Según un estudio realizado por el Inadi -agregué-, la sociedad actual nos ha llenado de boludeces negativas a los jubilados, nos creen a todos con enfermedades, incapaces para hacer cosas, que no producimos nada. ¿Vos lo sabías? —No se rían, coso—. La cosa, es que parece que nadie se da cuenta de los pequeños placeres escondidos que tenemos los jubilados y vos fijate...

—Tenés una novia muy bonita -me interrumpió-, por eso sos un tipo feliz -me dijo-.

Y se fué. Como se van los ángeles en este pueblo, por la calle Alvear. Lo que quería decirles, muchachos, es que a veces pienso en lo que dice Adolfo sobre esta mesa. Que aqui estamos los hombres que hemos perdido la Fe. Pongamos 2 lucas para el asado, vamos.



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