ENTRE EL ENOJO Y LA ESPERANZA

OPINIÓN

La transversalidad política, social y económica de la propuesta de Javier Milei desconcierta a sus oponentes

Por Mónica Gutiérrez

Consultado acerca de a quién votaría en un eventual balotaje entre Milei y Bullrich, el gobernador de Santa Fe, Omar Perotti, dijo que optaría por el libertario. Puesto a elegir entre Milei y Massa, en una eventual segunda vuelta, el candidato de JxC a la gobernación santafesina también se pronunció por Javier Milei. Hay cosas que en campaña no se dicen. No colaboran.

La sinceridad a la intemperie de Maximiliano Pullaro y Omar Perotti exponen la inseguridad y desconcierto con el que, tanto el oficialismo como la oposición, enfrentan el segundo tramo electoral.

Las dificultades para rearmar una narrativa aparecen como el escollo más grave que enfrentan las coaliciones que se disputan la entrada al balotaje confrontando con Javier Milei.

La transversalidad política, social y económica de la propuesta del economista desconcierta a sus oponentes y los deja pataleando en el aire.

Quiénes y por qué votaron a Milei es todavía una pregunta que no obtiene una respuesta precisa. Se sabe cuántos son y a en qué barrio viven, también a qué género y rango etario pertenecen, pero los analistas no han logrado aún entrar a un conocimiento más profundo de las pulsiones que animan a los votantes y sobre todo qué esperan de él sus seguidores más fanatizados.

La performance electoral en provincias en las que el libertario no fue visto ni ha hecho campaña es, también, un dato a explorar. ¿Por dónde ha logrado entrar para movilizar las emociones de gente tan distinta y tan distante de la política? ¿Se lo debe sólo a su presencia en los medios masivos o la ola que nadie vió venir arrastró desde las redes sociales? ¿Es sólo producto del hartazgo o hay otras razones?

A Milei le rinden las consignas rupturistas. El Milei enojado garpa, mide bien. Cuando se pone agresivo hasta exasperar, lejos de espantar, enciende pasiones más propias de un rockstar que de un candidato en campaña.

Los voceros de Milei, que proliferaron después de las PASO, le bajan temperatura a la narrativa del libertario. Alivian la carga discursiva pero esto, que tranquiliza a algunos, no necesariamente le suma votos en el submundo mileísta que muchos prefieren no ver. Allí prende el discurso que va más allá de lo políticamente correcto, el del personaje que confronta con lo que encuentra a su paso, embolsando en el impreciso concepto de “casta” a todo lo que se interpone en el camino hacia lo que él considera es “su misión”.

El libertario se ha convertido en una suerte de curioso objeto de estudio de politólogos, sociólogos, psicólogos y psiquiatras. Un repaso de las consideraciones que Milei despierta ayuda a comprender la desazón.

Según el politólogo José Natanson se trata de una “voto de impugnación” que da cuenta de una sociedad que está rota y en la que eclosiona un fenómeno que se venía cocinando, que pone de manifiesto la crisis del peronismo frente a una cantidad de novedades que no se logra metabolizar. La digitalización, el mundo Uber, las cripto, el emprendedorismo. Todo lo que termina generando un “deseo de reseteo, de shock”.

Julio María Sanguinetti dice que Milei es “impredecible” y lo describe como un fenómeno de respuesta a la desilusión. El ex presidente de Uruguay sostiene que Milei propone una “fantasía revolucionaria impracticable”.

Juntos por el Cambio conjura el desconcierto sacando a escena a Carlos Melconian.

Carismático, hiperactivo, intenso, “Melco”, está llamado a contraponer un discurso atractivo al avasallante relato del libertario. Es algo más que “dolarización vs bimonetarismo”. Para eso se convoca al mediático economista que puede hablar de economía largo y sin aburrir con un léxico más propio del paravalanchas que de la Academia. Qué explique fácil y entretenido todo lo que Patricia Bullrich no puede modelar. Una especie de superministro-vocero en expectativa.

Melconián suma mucho pero no alcanza. Lo suyo es muy útil pero insuficiente. La necesidad de rearmar el perfil cambiemita, desarticulado por el resultado de las PASO, es todavía un desafío en curso. El economista, que lidera el equipo de la Fundación Mediterránea, llega a una inmensa mayoría pero difícilmente logre traspasar las capas más profundas de la dermis social, ese sitio donde viven y crecen los más enojados con el sistema.

Sergio Massa, por su parte, quedó en una suerte de no lugar. Como ministro suma dificultades y como candidato pierde apoyos.

Apremiado por lavar sus culpas devaluatorias está aplicado a decretar “paliativos” más apropiados para calmar las demandas del kirchnerismo duro que a mitigar los feroces efectos de la escalada inflacionaria. En cualquier caso, nada le está funcionando. En la semana que termina retrocedió varios casilleros.

El ministro-candidato quedó pataleando en el aire frente a la resistencia de propios y extraños que no quieren aceptar que el tigrense les transfiera los gastos de campaña.

En la semana que termina se armó una revoluta en la granja cuando gobernadores e intendentes de 14 provincias se plantaron a la hora de tener que ejecutar el pago del bono a los trabajadores. Una decisión que Sergio Massa dispuso por decreto y en absoluta soledad. Algo similar pasa entre los empresarios que reniegan de la privatización de los costos de la campaña.

Massa quedó desarticulado. La manifiesta desobediencia de los conminados a pagar bajo la amenaza de sufrir represalias lo expuso en su debilidad. No solo lo mostró ejecutando políticas propias de un populismo a la desesperada, como quien sale a aplacar los enojos de su vice, sino que desdibujo ese perfil pro-mercado con el que coquetea frente al establishment.

La decisión de bajar de manera compulsiva el pago de una “suma fija” que le venía siendo pedida reclamada por los sectores más duros del kirchnerismo, llegó mal y a destiempo y enojó a todos. Entre los más ofuscados, varios de los gobernadores peronistas que impulsaron su candidatura cuando CFK había optado por Wado de Pedro, ahora su desmotivado jefe de campaña.

Alberto Fernández se escapa del limbo en el que transcurren las últimas horas de lo que supo ser su presidencia para acompañar a Massa. “No es plan platita, es plan justicia”, vocifera sentado sobre la inauguración del tramo repavimentado de una ruta. Aclara y oscurece.

La idea de que Javier Milei pueda ser consagrado en una primera vuelta electoral resulta inquietante y descoloca a los mejor plantados. Muy especialmente a Sergio Massa, quién incombustible, sueña con llegar a confrontar con las huestes de la libertad.

Las jugadas temerarias de apoyos cruzados para sacar del medio a la tercera en disputa también resultan en extremo peligrosas. Quienes juegan con fuego pueden salir quemados.

Milei, entretanto, ya se siente Presidente. Goza de las mieles del suceso en las urnas, del reconocimiento popular que le da su condición mediática. Quienes lo rodean y quieren bien, aseguran que es muy inteligente, dispone de una formación sólida, y que suele tener una baja tolerancia a las críticas y la frustración, pero que tiene un pequeño grupo de allegados a los que se permite escuchar. Guillermo Francos, Diana Mondino, Carlos Rodríguez, Nicolás Posse, su hermana Karina y Santiago Caputo integran ese círculo de proximidad.

Confían en que llegado al poder va a tener capacidad suficiente para elegir a las personas que le permitirán ir adelante con los cambios que se propone. Dicen que Milei no soporta la construcción política, que deberá confiar en otros para estas cuestiones. Fantasean con un Milei que, como Carlos Menem, será capaz de delegar.

Guillermo Francos es señalado como Ministro del Interior, en el caso de que el libertario llegue a la Presidencia. Ya se lo ve aprestando la ambulancia que saldrá a recoger a los que queden afuera de sus fuerzas. Por lo que se sabe hay entre 60 y 70 legisladores, entre los que ya tienen bancas y los que las obtendrán en diciembre, dispuestos a acompañar a La Libertad Avanza en sus propuestas de cambio. Para la cancillería Diana Mondino, es número puesto. El libertario ya tiene elegido a su eventual ministro de Economía. Tiene 52 años y vive en Argentina. Por el momento nadie quiere dar a conocer su nombre. Nicolás Posse, es ingeniero y ahora suena como posible Jefe de Gabinete. Otro nombre es el de Rafael Bielsa. Ahora embajador Argentino en Chile, tiene muy buena sintonía con JV.

Le guste o no, Javier Milei tendrá que recurrir a no pocos referentes de “la casta” para poder armar sus equipos. No dispone de otro recurso que dejarse rodear para reducir “el riesgo de ejecución” que quita el sueño a los hombres y mujeres del “círculo rojo”.

Si la necesidad de incorporar a su equipo gente con trayectoria conocida en la política frustrará a sus seguidores más extremos se verá llegado el caso. Por el momento no son pocos los que aseguran que aún los más connotados exponentes de la bronca, dejan traslucir que detrás del fuerte enojo con la política, subyace la esperanza de llegar a construir una vida mejor.

(Infobae)


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