ENTRE DICTADORES Y CHOCOLATES, QUÉ FLOR DE CAMPAÑA

OPINIÓN

Érase una vez un país en el que se agradecían esfuerzos mayores


Por Carlos M. Reymundo Roberts

Típico de un año de elecciones presidenciales: las fuerzas del mal se han lanzado como aves de rapiña contra el campo nacional y popular, tanto en la franquicia de los Kirchner como en la de Massita. La primera señal fue el fallo contra el país de la jueza gringa Loretta Preska, hija putativa de Thomas Griesa, otro juez de las tinieblas. Preska dice en la sentencia que Kichi fue un pichi al expropiar YPF, pero que hay una solución: pagar 16.000 millones de dólares.

El domingo llegó el impactante desalojo de Coqui Capitanich, que perdió el poder en Chaco a manos de un radical de apellido medio impronunciable, Zdero, sin duda un esbirro del imperio. Capitanich también impulsó un “plan platita”, solo que más berreta; durante la campaña, en un barrio colocaron un cartel que decía: “Coqui, gracias por el ripio”.

Érase una vez un país en el que se agradecían esfuerzos mayores.

La suerte del gobernador parecía echada desde que Massita, con la autoridad de un candidato presidencial, lo calificó de “señor feudal que usa a los pobres para hacerse cada vez más rico”. ¿Cuándo lo dijo? El 1º de septiembre. De 2015.

El tercer golpe de esta secuencia artera y coordinada lo propinó Casación al reabrir el juicio de Hotesur-Los Sauces, por lavado de dinero, y el del memorándum con Irán. En el caso de los hoteles, es cierto, Néstor descuidó un poco las formas: la lavandería ocupaba la mitad del edificio. El único recurso procesal que le queda ahora a Cristina es elegir un sillón Luis XV para banquillo de acusada. Máximo deberá comparecer junto a su madre, no así Florencia, que era una gurrumina cuando sus papis le dejaron en el banco una cajita feliz con 5 millones de dólares. Flor, libre de culpa y cargo; cuidado, una Kirchner limpia no deja de ser una interesante promesa electoral.

El cuarto golpe le tocó en suerte, cómo no, a la Corte Suprema del Lawfare: avaló la ley del arrepentido, crucial en la investigación de la causa cuadernos. En el expediente, decenas de empresarios reconocen haber pagado coimas a funcionarios de Cristina; cuentan cómo, cuánto, a quiénes y dónde, y hasta la marca de los bolsos. Lo que Cris y sus abogados cuestionan, o no entienden, es que alguien se arrepienta. A los arrepentidos los vomitará el diablo.

Da la impresión de que la Corte por fin se ocupa de la tercera edad: primero jubiló a la jueza Ana María Figueroa y ahora empuja a Cristina. La vice pasa temporadas cada vez más largas en su casa de El Calafate, donde tiene una guardia para que nadie entre; acaso en el futuro haya otra para que ella no pueda salir.

Tomo como parte de la conspiración que anteayer se haya difundido que el salario real de los trabajadores cayó 13% durante los cuatro años del triunvirato profesor-profesora-Massita. Sabíamos que los ingresos habían caído dramáticamente. Pero qué feo es que te lo digan.

Una asonada contra el campo popular no podía dejar afuera a Chucky Milei, el más popular de los candidatos. No hay día en que algún sector de la patria corporativa no exprese su preocupación por las ideas y los modos del líder de La Sarasa Avanza: la Iglesia, la Corte, intelectuales, empresarios, abogados, periodistas… Casi como si de un repollo nos estuviera naciendo un monstruito. Es verdad que sus propuestas son algo zarpadas: dolarizar sin dólares, cerrar el Banco Central, cerrar escuelas y hospitales, promover delivery de bebés y de órganos, que con el DNI te entreguen una ametralladora… Si llegara a presidente podría darse un hecho histórico: multitudes en las calles pidiendo que no cumpla sus promesas de campaña.

El último en advertirnos que detrás de esa colorida personalidad se esconde un dictador fue su empleador durante 15 años, Eduardo Eurnekian. Eduardo querido, ¿recién ahora se le ocurre avisarnos?

A la acusación de que Massita y Chucky tienen un pacto electoral se le sumaron dos nuevas pruebas. Por un lado, el apoyo de Chucky a la modificación en Ganancias, el capítulo más estrambótico del “plan platita”. Por otro, la progresiva destrucción de la economía que lleva adelante Massita nos habla de un llamativo intercambio: ahora la motosierra la está usando él.

Lo simpático del acuerdo, también denunciado por Macri, es que ni se ocupan de desmentirlo. Para qué, si ya lo hizo Patricia Bullrich. Sus asesores le decían: “Pato, el pacto. ¡Hablá del pacto, Pato!”. Y a ella, en un desliz, le salió el tiro por la culata.

El escándalo de la hora es la liberación del puntero massista Julio Rigau, a quien todos llaman Chocolate, que había sido detenido después de extraer de un cajero 49 sueldos de la Legislatura bonaerense. Repasemos las escenas: la policía encuentra in fraganti a un operador de Massita, lo mete preso, intervienen dos jueces cercanos a Massita y lo dejan libre.

¿Cómo se llama la obra? Chocolate por la noticia.ß

(LA NACION)


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